La producción de alimentos es responsable del 26 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático. El sector agropecuario genera la mayor parte de estas emisiones. Por eso en la Unión Europea (UE), las estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático se centran en la Política Agrícola Común (PAC). En este contexto, ofrecen apoyo financiero al sector agrario (ganadería y agricultura) y abordan desafíos del mercado y del desarrollo rural.

A pesar de estos esfuerzos para mitigar las emisiones de las actividades agropecuarias, en la UE no se ha conseguido una reducción eficaz. Según el Tribunal de Cuentas Europeo, el sector agropecuario provocó el 11 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2021 frente a aproximadamente el 9 % en 2011.

Los últimos datos disponibles del sector agrario en España indican que éste contribuyó a generar cerca del 12 % de emisiones globales en el 2022. Estas emisiones proceden de tres fuentes principales: la ganadería, los fertilizantes y abonos químicos y el uso y gestión de la tierra (tierras de cultivo y pastizales).

En ganadería, estas emisiones están relacionadas directamente con la cría de ganado para dar lugar a productos de origen animal. Proceden casi en su totalidad del proceso digestivo de reses bovinas y ovinas y del almacenamiento de su estiércol. El estiércol produce en su mayor parte nitrógeno que puede contaminar el agua por nitratos y que se emite a la atmósfera en forma de óxido nitroso, y además libera metano.

En España, el Plan Estratégico de la Política Agraria Común propone la adopción de medidas de adaptación de los efectos del estiércol. Entre ellas figura mantener pastos permanentes para absorber el nitrógeno del suelo, lo que evita así la contaminación del agua por nitratos.

 

Fertilizantes químicos y abono

 

Un tercio de las emisiones agrícolas de la UE se deben al uso de fertilizantes químicos y abono. Según el Tribunal de Cuentas Europeo, estas emisiones aumentaron entre 2010 y 2018. En España, los principales desafíos agrícolas se relacionan precisamente con el uso de fertilizantes y pesticidas, pero también con la gestión de la tierra.

La aplicación excesiva de estos productos en la superficie agrícola, además, es la más destacada causa de contaminación indirecta de aguas de origen desconocido o no puntual. Esto puede mermar la calidad de las aguas, producir degradación ecológica, así como amenazar la diversidad de los insectos polinizadores. Todo ello afecta a la biodiversidad y los ecosistemas, pero también a la salud de las personas.

Para abordar este problema, el Pacto Verde Europeo, a través de diversas iniciativas, busca reducir en un 50 % el exceso de nitrógeno y fósforo en la tierra y en un 20 % el uso de fertilizantes. Para ello se promueven prácticas agrícolas que reducen la transferencia de productos químicos al agua y previenen la erosión del suelo.

En España, el Pacto Verde Europeo en agricultura está promoviendo los suelos sanos, ya que constituyen la base del 95 % de los alimentos que consumimos.

 

Alimentación sostenible

 

Uno de los objetivos del Plan Estratégico español de la Política Agraria Común es modificar los hábitos de consumo para alinearlos con las recomendaciones nutricionales y los objetivos de sostenibilidad.

Según la Organización Mundial de la Salud, las dietas saludables y sostenibles están basadas en una gran variedad de alimentos muy poco o nada procesados. Además, son coherentes con las recomendaciones de la OMS para reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación.

Estas dietas incluyen cereales integrales, legumbres, frutos secos, así como muchas frutas y verduras variadas. Las frutas, verduras y hortalizas frescas son los tipos de alimentos de mayor consumo en España según el último Informe de Consumo Alimentario (2022).

Sin embargo, no alcanzamos ni la mitad de la ingesta recomendada por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria. En cuanto a las legumbres, apenas tomamos un tercio de lo aconsejado y sin visos de aumentar.

 

Otras formas de mejora

 

Existen otras formas de mejorar la agricultura con el objetivo de disminuir su impacto ambiental. La conversión a la agricultura ecológica podría ofrecer beneficios a largo plazo, pero su implantación es costosa y laboriosa.

La mejora de la tecnología de riego en la agricultura intensiva puede reducir el uso de agua y productos químicos, pero plantea interrogantes sobre su impacto a gran escala.

Por otra parte, la promoción de un paisaje agrícola diversificado, basado en la sostenibilidad y la agricultura ecológica tiene numerosas ventajas. Entre ellas, la de conservar comunidades de polinizadores, mejorar la polinización de cultivos y plantas silvestres y beneficiar a pequeños agricultores/as.

Las consecuencias del uso de maquinaria en la agricultura son otro de los aspectos que suscita un interés cada vez mayor. Esto se debe a que utiliza, principalmente, combustibles fósiles.

En cuanto al desarrollo de nuevos cultivos, hay abierto un debate sobre los posibles efectos de la biotecnología en relación con el control genético y ambiental en los procesos de diferenciación y crecimiento de los órganos vegetales.

Otros ámbitos que se están debatiendo incluyen las nuevas investigaciones sobre la transformación del sector agroalimentario, la agricultura extensiva transmitida entre generaciones y las buenas prácticas impulsadas por el trabajo de pequeños agricultores. Todos esto forma parte del motor para el desarrollo de una agricultura más sostenible.

En suma, la ganadería y la agricultura se enfrentan a múltiples desafíos en Europa. Para abordarlos, se están promoviendo medidas basadas en dietas más saludables, adopción de prácticas para la gestión del estiércol, reducción de fertilizantes, pesticidas y gestión de la tierra. A su vez, en España se están explorando otras iniciativas como la agricultura ecológica, la mejora de la tecnología agraria y el desarrollo de nuevos y resistentes cultivos. Todo esto nos lleva hacia una agricultura innovadora y sostenible.The Conversation

Vanessa Zorrilla-Muñoz; Ana Belén Ropero Lara; José Manuel Pérez-Pérez, y María Salud Justamante Clemente, Universidad Miguel Hernández