El 17 de enero de 1966, en el cielo de la localidad almeriense de Palomares, un bombardero gigante estadounidense B-52 chocó en vuelo con un avión de aprovisionamiento. La colisión aérea causó la muerte de siete tripulantes y la caída de cuatro bombas termonucleares, también llamadas de hidrógeno, con un poder destructivo 75 veces superior a las lanzadas en Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial.
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