En marzo se cumplió el primer aniversario del día en que una pandemia dio la vuelta por completo a nuestra cotidianidad. Una situación en la que aún nos encontramos y que solo dejaremos atrás cuando dispongamos de vacunas y tratamientos específicos para la covid-19 accesibles para todo el mundo. Entonces se podrán levantar las restricciones que han marcado nuestra vida el último año.

Durante todo este tiempo hemos tenido que hacer frente a un buen número de desafíos.

El primero, el de desarrollar un catálogo de vacunas en tiempo récord, es un reto que se consiguió en menos de un año, cuando lo habitual es que este proceso lleve décadas. Esto ha supuesto un hito sin precedentes. La ciencia ha cumplido y, en gran medida, se lo debemos a la importante movilización de recursos económicos públicos y privados para lograr este objetivo común. He aquí una primera e importante lección que extraer: la inversión en ciencia es fundamental para estar preparados y ser capaces de responder a amenazas como esta que, tal y como nos advierte la propia ciencia, serán más frecuentes debido a la pérdida de biodiversidad y la crisis climática.

En este contexto, la iniciativa COVAX se ha creado para hacer frente al segundo gran desafío: garantizar una inmunización equitativa de al menos el 20 % de la población de todos los países, también los de recursos medios y escasos, que permita acabar con la fase aguda de la pandemia a finales de este 2021. Pero, a diferencia del punto anterior, en este caso nos encontramos muy lejos de superar el desafío. Aunque con toda certeza a finales de este año logremos superar el umbral del 20 % de la población mundial inmunizada, esta se concentrará principalmente en los países de mayores recursos, mientras que en los países de recursos medios y escasos esta cifra quedará, con toda probabilidad, muy lejos.

¿Por qué si hemos creado un mecanismo ad hoc, no parece que vayamos a lograr el objetivo? Pese a apoyar la iniciativa, los países de la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos Japón alcanzaron acuerdos bilaterales con la industria farmacéutica para la adquisición de una cantidad de dosis de vacunas que les permitía inmunizar varias veces al conjunto de su población. Así, cuando las vacunas empezaron a producirse, hace ya más de tres meses, estos países fueron los primeros en recibirlas y poner en marcha sus campañas de vacunación. España, por ejemplo, que ha adquirido las vacunas a través de las negociaciones y acuerdos alcanzados por la Comisión Europea, ha recibido más de quince millones de dosis de diferentes vacunas que han hecho posible vacunar a más de catorce millones y medio de personas con al menos una dosis desde finales de diciembre.

 

COVAX

 

Mientras tanto, COVAX apenas ha empezado a distribuir las vacunas a países de rentas medias y bajas hace escasos días, marcando un hito importante en la lucha global contra la covid-19.

COVAX consta de dos grandes herramientas. Una diseñada para que los actores de mayores ingresos —los primeros países en adquirir y disponer de vacunas, así como el sector privado y filantrópico— realicen donaciones con las que poder comprar y distribuir la vacuna entre los 92 países de muy bajos o medios ingresos que de otra forma no podrían acceder a ellas. Y otra prevista para los 50 países restantes, cuya compra de vacunas ha sido intermediada por COVAX, agregando la demanda para mejorar sus condiciones de negociación con la industria.

Cuando este mecanismo se diseñó la primavera pasada, tenía la vocación de convertirse en la herramienta global por excelencia para la adquisición de vacunas. Sin embargo, al final esta aspiración se ha limitado, convirtiéndose eso sí en la principal esperanza para un importante número de países de renta media, sobre todo en América Latina, que dependen de sus propios recursos para poder acceder a las vacunas en un horizonte temporal próximo y que, gracias a COVAX, han podido obtener mejores condiciones de negociación con la industria.

Si COVAX no se ha convertido en la herramienta de adquisición global a la que aspiraba ser ha sido porque los países más ricos y con mayor capacidad de negociación con la industria han antepuesto la inmunización de su población a la respuesta global que quería representar esta iniciativa. Habrá que esperar a finales de 2021 para ver cuánto nos alejamos de superar el desafío de la equidad que se marcaba como objetivo.