Es febrero y el Sol matutino ilumina el patio de un colegio en el centro de la ciudad de Leópolis (Lviv), Ucrania. Los niños chutan divertidos el balón: centro, derecha, izquierda y vuelta al centro. Uno de ellos no consigue pararlo y este sigue rodando hasta chocar con los sacos blancos de arena que protegen las ventanas del edificio por si cae una bomba. 

Sumario

 

Suena una alarma y el sonido de esta provoca un sobresalto: avisa de que hay amenaza aérea sobre la región Ucrania en la que te encuentras. Pero se podría decir que casi que solo te sobresalta a ti, la extranjera recién llegada. Ellos se ríen ante tu asombro.

Llevan dos años viviendo esta realidad que ya forma parte de su cotidianidad hasta tal punto que muchos no van al búnker a salvaguardarse. El mercado ambulante no recoge, las mujeres mayores siguen sentadas cerca de las mesas donde exponen los productos que comercializan en el pequeño pueblo de Truskavets.

Precedentes del conflicto de Ucrania / Infografía: EA Precedentes del conflicto de Ucrania / Infografía: EA

Y en las calles hay generadores de electricidad cada 10 o 20 metros, puesto que los cortes de luz y de calefacción están ampliamente extendidos en el país después de que los bombardeos rusos destrozasen un tercio de la infraestructura crítica. En un país en el que el invierno es duro y las temperaturas pueden llegar a los -20 ºC en determinadas regiones, los generadores y los transformadores de energía empiezan a ser más necesarios que las armas, especialmente a las personas más vulnerables como los ancianos.

Además, muchas óblasts o provincias han normalizado los cortes de luz y las autoridades han instado a la población a disminuir el consumo de electricidad.

Desde el 24 de febrero de hace dos años la ciudad de Leópolis se ha convertido en un gran centro humanitario en el que encuentran refugio las personas que huyen de las regiones más afectadas por la guerra

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Desde el 24 de febrero de hace dos años la ciudad de Leópolis, tras 730 días de guerra, se ha convertido en un gran centro humanitario en el que encuentran refugio las personas que huyen de las regiones más afectadas por el conflicto. Leópolis es una ciudad en el oeste de Ucrania a unos 70 kilómetros de la frontera con Polonia que, hasta la fecha, ha recibido un millón ciento dos mil desplazados internos, cifra que constituye el 19% del total de desplazados.

Como consecuencia, no tan solo han aumentado los precios de los alquileres, sino que también se ha creado un estado de normalidad dentro de una situación anómala, fruto de la necesidad de supervivencia ante una guerra que todavía no cesa.

La guerra deforma los espacios de una manera insospechada, sorprendente y desgarradora hasta convertirlos en aquellos viejos conocidos con los que reencontrarse tras muchos años: se queda su esencia, pero nada más. Las escuelas están habilitadas con refugios antiaéreos, muchas casas siguen destruidas y otras en reconstrucción, muchos centros se han rehabilitado para acoger a desplazados internos y en los sótanos se opera. A los cambios físicos los acompañan unos mucho más profundos: los psicológicos.

Andriy, residente en Leópolis, cuenta cómo percibe qué impacto tiene en los ucranianos esta situación: “Mucha gente está desanimada, otra sigue con fe ciega en la victoria, pero hay una cosa común en todos ellos: la pérdida de seres queridos o el miedo a esta”. “Nos pasamos días enteros sin saber sobre aquellos que están en el frente o los que viven en la región del Donbás, con la esperanza de que estén bien”, añade.

Así pues, aunque exista este sentimiento constante en el subconsciente de aquellos que llevan prácticamente 10 años viviendo en la incertidumbre, su vida sigue. Y muchos no interrumpen su labor ante el sonido de las sirenas, pues ya forma parte de la banda sonora de su nueva normalidad. Se evacúan los edificios que puedan constituir un objetivo para los misiles.

Después de que la ofensiva de verano del 2023 no tuviera los resultados esperados, los ánimos de muchos empiezan a decaer, ya mellados por dos años de “conflicto a gran escala”

Aun así, es inexplicable ese miedo que vive latente debajo de los abrigos, esa incertidumbre en las miradas que baila con la esperanza de la victoria inminente que cada vez se disuelve más. Después de que la ofensiva de verano del 2023 no tuviera los resultados esperados, los ánimos de muchos empiezan a decaer, ya mellados por dos años de “conflicto a gran escala”.

El miedo a la guerra se ha perdido o parado por supervivencia, en cierta medida, después de tanto tiempo viviendo esta situación, puesto que, como bien explica la psicóloga sanitaria Blanca Inés Santamaría “ante una situación de amenaza, el cerebro, como cualquier órgano del cuerpo, pone sus funciones vitales en modo de supervivencia”.

Eso significa que el foco está puesto en sobrevivir, y nos alejamos de todo lo demás. “Es como si nos pusiéramos en una mirada de túnel en el cual estamos en estado de tensión, alerta y alarma, que se llama estado de estrés que nos genera la situación (o estrés postraumático si hay un impacto emocional que nos está afectando)”, explica Santamaría. De tal modo que nuestro ejecutivo central y todas las funciones superiores están centradas en sobrevivir: pasar esa situación.

Este fenómeno explicado por la psicóloga se intuye bien, por ejemplo, cuando se les pregunta cuál es el lugar más seguro para dormir en un edificio. La respuesta de muchos es de tremenda frialdad, como la de Igor, residente en Kiev: “No sé si es mejor dormir arriba o abajo del edificio en caso de que tiren un misil, quizá lo mejor es dormir tranquilo y suficiente”. "Cada año mueren miles de personas en accidentes de tráfico y no por eso la gente deja de conducir", concluye con una expresión que se mueve entre la resignación, el dolor y la tristeza.

Una de las principales preocupaciones de las autoridades ucranianas y de Volódimir Zelenski es la de caer en el olvido ante bloque occidental o autodenominado Mundo Libre, tras la ofensiva de Gaza por parte de Gobierno de Israel de Benjamín Netanyahu, con lo que muchos han denunciado ya como un claro genocidio de la población palestina. Este nuevo conflicto internacional, la guerra entre Israel y Palestina ha pulverizado el relato belicista a favor de la guerra de Ucrania y la ayuda militar por parte de Estados Unidos y la Unión Europea –que callan o justifican la barbarie de Gaza–. 

 

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

 

Juguetes de niñas y niños que un día vivieron los edificios hechos escombros por los bombardeos y ataques sufridos en la ciudad de Bucha, donde se disputaron de las batallas más duras del inicio de la guerra en Ucrania con Kiev como objetivo / Foto: AG - EA Juguetes de niñas y niños que un día vivieron los edificios hechos escombros por los bombardeos y ataques sufridos en la ciudad de Bucha, donde se disputaron de las batallas más duras del inicio de la guerra en Ucrania con Kiev como objetivo / Foto: AG - EA

Según académicos universitarios, el conflicto entre Rusia y Ucrania se debe a intereses comerciales y geopolíticos, y ha representado un negocio para los Estados Unidos (EE UU).

Por un lado, el profesor de la Facultad de Ciencias Políticas, Filosofía y Letras y especializado en relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Federico José Saracho López, destaca que el conflicto tiene una gran complejidad y no se puede trazar fácilmente ya que hay grandes capitales y burguesías que obtienen ganancias; “la guerra entre Rusia y Ucrania ha sido utilizada abiertamente para el enriquecimiento de la burguesía tecno capitalista, militarista, del norte global y de Estados Unidos en particular”, alega.

Es necesaria una visión más neutral antes de decir que es la guerra de Vladimir Putin y que los Estados Unidos son 'los buenos. Hay que adoptar una visión multidimensional, preguntarse dónde está el discurso de paz de la Unión Europea

TALYA ISCAN, profesora de la UNAM

Por otro lado, la profesora especializada en relaciones internacionales de la UNAM, Talya Işcan, considera que “es necesaria una visión más neutral antes de decir que es la guerra de Vladimir Putin y que los Estados Unidos son 'los buenos. Hay que adoptar una visión multidimensional, preguntarse dónde está el discurso de paz de la Unión Europea".

Esta guerra no empezó en 2022, se anunció hace ocho años, como mínimo, si nos remontamos al 2014 cuando se dio el fenómeno del Euromaidán, la una serie de manifestaciones que comenzó a finales del año 2013 en Ucrania, cuando el ex presidente Victor Yanukovych declaró la suspensión de la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea

Esta guerra no empezó en 2022, se anunció hace ocho años, como mínimo, si nos remontamos al 2014 cuando se dio el fenómeno del Euromaidán, la una serie de manifestaciones que comenzó a finales del año 2013 en Ucrania, cuando el ex presidente Victor Yanukovych declaró la suspensión de la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Como resultado, miles de personas salieron a las calles de Kiev para mostrar su desacuerdo con la decisión del Gobierno.

De esta manera, el Euromaidán, que empezó siendo un movimiento social, acabó provocando una confrontación entre los ciudadanos y el Gobierno ucraniano, situación que derivó en un conflicto militar con Rusia en el este de Ucrania y que marcó el comienzo de la actual crisis política del país.

Işcan destaca que incluso se puede ir más atrás, en los tiempos de formación de nuevas repúblicas después de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y de conformación de élite políticas y económicas de cada país. Además, añade que teniendo en cuenta los antecedentes, el año 1991 –cuando se produjo la disolución de la URSS– es el principal antecedente del conflicto de estados separatistas que actualmente rodean Rusia.

Así pues, y también tal y como insisten distintos testigos en este reportaje, la guerra no empezó en 2022, sino que llevan años sufriendo sus consecuencias.

“Para mí la guerra comenzó en 2014, cuando empezaron los disturbios, las barricadas y los tiroteos”, explica Natalia, exresidente de Lugansk, una ciudad ucraniana en el Donbás. “Un día de junio nos despertamos con una explosión y dos días después nos fuimos a Odesa donde pasamos medio año hasta que empezó un alto el fuego y decidimos volver a Lugansk”, prosigue. Pero, tal y como Natalia cuenta, sólo unos días después de volver todo empezó de nuevo.

Mi hija iba al colegio bajo las explosiones de proyectiles y lloraba porque estaba harta de todo aquello, pero poco a poco nos fuimos acostumbrando al ruido; había agua por horas, a veces no había luz

NATALIA, exresidente de Lugansk

“Mi hija iba al colegio bajo las explosiones de proyectiles y lloraba porque estaba harta de todo aquello, pero poco a poco nos fuimos acostumbrando al ruido; había agua por horas, a veces no había luz”, relata la joven madre que en la actualidad se dedica a impartir clases de hipoterapia a soldados heridos en combate. “Un día, justo antes del armisticio, un obús cayó en nuestra casa y vivimos en una época convulsa todos esos años”. Natalia recuerda ese sentimiento conjunto que tenían muchos de los habitantes del Donbás en 2022; “ya esperábamos que empezara, era inevitable, comprendimos que no todo quedaría así y el conflicto continuaría, en una semana empezaron de nuevo las explosiones en la ciudad, era muy desagradable”.

Después de eso, narra para EcoAvant.com que una madrugada, la del 24 de febrero, se enteraron de que habían disparado cohetes contra Ucrania, es decir, que había comenzado la ofensiva “a gran escala”. “Nos preocupaba que empezara más guerra en nuestro territorio ocupado, pero la guerra vino del otro lado”, añade.

Recuerdo no entender lo que estaba pasando y como durante mucho tiempo nadie creyó en nada. Cuando empezó la guerra a gran escala yo estaba en Moscú, me desperté y leí en las noticias que había empezado una guerra a gran escala

DARIA, exresidente de Lugansk

Daria es programadora y, como Natalia, también ha vivido gran parte de su vida en Lugansk. Recuerda el momento en el que empezó todo como si fuera ayer: “Si hablamos de la fase inicial, que fue en 2014, en aquel momento era verano, yo estaba en casa y casi inmediatamente mis padres y yo salimos de la ciudad hacia otra casa que teníamos”. “Recuerdo no entender lo que estaba pasando y como durante mucho tiempo nadie creyó en nada. Cuando empezó la guerra a gran escala yo estaba en Moscú, me desperté y leí en las noticias que había empezado una guerra a gran escala”, añade. Confiesa haberse quedado paralizada frente al televisor todo el día, sintiendo estupor en medio del silencio sepulcral que gobernaba en su casa.

“Al día siguiente mi novio y yo decidimos irnos, vendimos el coche en un día, enviamos las cosas al almacén y tres días después del comienzo de la guerra volamos a Azerbaiyán para volver a Lugansk”, añade Daria. “Toda mi vida volvió a dar un vuelco en cuestión de segundos”, espeta.

Daria relata que la guerra ha implantado en ella un miedo constante a volver a tener que huir, escapar o que alguno de sus seres queridos muera. A su vez, relata cómo, a partir de la ofensiva de 2014, se encerró mucho más en sí misma. Un hecho que, según Blanca Inés Santamaría, psicóloga, es frecuente como respuesta al trauma.

El 24 de febrero de 2022 la guerra se extendió al resto de los óblasts de Ucrania y la vida dio un giro no sólo para los 41 millones de personas que vivían en Ucrania, sino también para todos sus seres queridos de todo el mundo. En Europa se vivió un sentimiento de solidaridad hacia los miles de personas que atravesaban la frontera a diario, un movimiento no tan recurrente cuando los refugiados provienen de otros continentes. Un conflicto que se prolonga con el continuo envío de armas a Ucrania por parte de occidente y Estados Unidos para quién es un gran negocio, apunta la académica Talya Işcan. “La ayuda a este país y las sanciones hacia Rusia intentan ejercer presión y provocar que el conflicto se siga alargando, y no sabemos cuándo va a terminar” explica Işcan.

 

Claves de la guerra en Ucrania: qué intereses que hay detrás

 

Las consecuencias de la guerra en Ucrania / Infografía: EA Las consecuencias de la guerra en Ucrania / Infografía: EA

Para entender este conflicto hay que tener en cuenta tres elementos principales: el despliegue estratégico militar, es decir, la alta tecnología militar y el desarrollo de armas; la salvaguarda de la seguridad e infraestructura energética en Eurasia, haciendo referencia a que Rusia es el octavo país en reservas probadas de petróleo y primer productor a escala mundial, además ser el primero en reservas probadas de gas natural; y la parte social y cultural, es decir, la configuración socio espacial del dominio ruso mediante la memoria histórica, la lengua, medios de comunicación, cultura y religión.

Los datos de esta guerra son difíciles de verificar. Del bando ruso, fuentes oficiales del gobierno hablan de 6.000 soldados caídos en el frente de batalla, pero fuentes estadounidenses calculan 100.000. Del bando ucraniano, el gobierno reconoce 13.000 abatidos, mientras que fuentes de los Estados Unidos hablan de cerca de 100.000

Los datos de esta guerra son difíciles de verificar. Del bando ruso, fuentes oficiales del gobierno hablan de 6.000 soldados caídos en el frente de batalla, pero fuentes estadounidenses calculan 100.000. Del bando ucraniano, el gobierno reconoce 13.000 abatidos, mientras que fuentes de los Estados Unidos hablan de cerca de 100.000.

¿Y qué papel juega Estados Unidos? La pandemia dejó al país en condiciones económicas difíciles, con una deuda interna y externa enorme. Para poder salir de esa situación, aprovecharon el conflicto para alimentar al complejo militar estadounidense con la venta de armas. La ayuda militar recibida por Ucrania que proviene de Estados Unidos es la mayor y equivale a unos 44.200 millones de dólares desde el inicio de la guerra, según fuentes del mismo Departamento de Estado. Otras fuentes, estiman que entre EE UU y Europa ya habrían gastado en su apoyo a Kiev un total de 200.000 dólares; tres veces el presupuesto militar de Rusia en 2022

De momento, los paquetes de ayuda proporcionados a Kiev se han "detenido por completo" por la falta de acuerdo en el Congreso entre republicanos y demócratas, tal como afirmó el portavoz en asuntos de seguridad de la Casa Blanca, John Kirby. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pide que se aprueben 55.586 millones de euros adicionales en ayuda a Ucrania.

Seymour Hersh señaló a la Marina de Estados Unidos como responsable de las explosiones ocurridas en los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2 en septiembre de 2022. Es una victoria completa para Estados Unidos, ya que ahora vende el gas hasta un 40% más caro del que lo pagaban los países de Europa

Estados Unidos sacó del mercado del gas europeo a Rusia. Alemania era el principal comprador de gas ruso, pero al no tener gas barato, numerosas fábricas alemanas se han ido a territorio americano ante la falta de energía. Es una victoria completa para Estados Unidos, ya que ahora vende el gas hasta un 40% más caro del que lo pagaban los países de Europa.

El reconocido periodista y ganador de un premio Pulitzer, Seymour Hersh, a escasos días del primer aniversario de la guerra de Ucrania, señaló (1) a la Marina de Estados Unidos como responsable de las explosiones ocurridas en los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2 en septiembre de 2022.

Según Hersh, los perpetradores de este presunto sabotaje serían buzos pertenecientes a la Marina estadounidense, quienes habrían colocado explosivos durante las maniobras denominadas Baltops 22, llevadas a cabo por la OTAN.

El periodista señaló directamente a las autoridades noruegas como responsables de activar las cargas explosivas meses más tarde. En sus propias palabras, Hersh afirmó: "Tres meses después, destruyeron tres de los cuatro ramales del gasoducto".

Según la versión del periodista, el 26 de septiembre de , un avión de la Marina noruega habría lanzado una boya hidroacústica que detonó los artefactos explosivos. Hersh explicó que la decisión de hacerlos estallar se habría tomado nueve meses después de un "debate secreto" llevado a cabo por las agencias de seguridad nacional estadounidenses.

Leon Panetta, ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y secretario de Defensa durante el gobierno de Obama, reconoció que la guerra en Ucrania era una “proxy war” de los Estados Unidos. Dicho de otra forma, Estados Unidos –respaldados por la OTAN– están en una guerra por encargo contra Rusia, con Ucrania como campo de batalla

Leon Panetta, ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y secretario de Defensa durante el gobierno de Obama, reconoció que la guerra en Ucrania era una “proxy war” de los Estados Unidos. Dicho de otra forma, Estados Unidos –respaldados por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)– están en una guerra por encargo contra Rusia, con Ucrania como campo de batalla. El papel de los americanos es proporcionar cada vez más rápido y más armas mientras Ucrania ejecuta la lucha y que es reforzada por mercenarios extranjeros.

Washington brindó un fuerte apoyo militar a Kiev, con un valor aproximado de 3.800 millones de dólares entre 1991 y 2014, y de 2.400 millones entre 2014 y 2021. Estados Unidos estaba militarizando rápidamente a Ucrania; Reino Unido y Canadá entrenaron unos 50.000 soldados ucranianos, sin contar los entrenados por los americanos; la CIA preparó al Batallón Azov y a los paramilitares de la derecha.

Para entender la estrategia imperial de los Estados Unidos, es necesario remontarse hasta los años ochenta. En ese momento hay dos puntos clave en esta gran estrategia militar: por un lado, encontramos la expansión y el posicionamiento geopolítico y la ampliación de la OTAN; por otro lado, está la campaña por la supremacía nuclear de los Estados Unidos.

 

La expansión geopolítica

 

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, con la bandera de la Alianza Atlántica de fondo / Foto: EP El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, con la bandera de la Alianza Atlántica de fondo / Foto: EP

En 1992, meses después de la disolución de la URSS, la estrategia imperial adoptada tenía que ver con el avance geopolítico de los Estados Unidos hacia territorios de la antigua Unión Soviética. La idea era evitar que Rusia resurgiera como una gran potencia, y para ello, el proceso de expansión de Estados Unidos y OTAN comenzó de inmediato: con guerras que han tenido lugar en las tres últimas décadas en Asia, África y Europa.

La guerra en Yugoslavia de los años noventa fue particularmente importante: mientras se producía esa separación de Yugoslavia, los estadounidenses aprovecharon para comenzar el proceso de ampliación de la OTAN hacia el este, con el fin de abarcar todos los países del antiguo Pacto de Varsovia y partes de la antigua URSS.

El objetivo principal era Ucrania, y se hizo oficial en 2008. No fue hasta noviembre de 2021, con el gobierno de Joe Biden en Washington y el de  Volodímir Zelenski en Kiev, que se acordó que el objetivo inmediato era incorporar a Ucrania a la OTAN

El objetivo principal era Ucrania, y se hizo oficial en 2008. No fue hasta noviembre de 2021, con el gobierno de Joe Biden en Washington y el de  Volodímir Zelenski en Kiev, que se acordó que el objetivo inmediato era incorporar a Ucrania a la OTAN.

Entre finales de 2021 y principios de 2022, Estados Unidos se movilizó rápido para militarizar a Ucrania y consumarlo como un hecho. Una vez Ucrania estuviera asegurada como parte de la OTAN, Rusia sería vencida. La proximidad de Moscú con Ucrania como miembro de la OTAN, le daría a la organización una frontera de unos 1.900 kilómetros, y de esta manera Rusia se enfrentaría a la mayor alianza nuclear del mundo. Esto supondría un cambio de todo el mapa geopolítico y daría a occidente el control de Eurasia.

 

El Euromaidan: la polarización de Ucrania y el auge las fuerzas ultranacionalistas y neonazis

 

Un vehículo blindado del Batallón Azov, con su bandera identificativa durante un desfile en 2021 en la ciudad portuaria de Mariupol en el óblast de Donetsk, en Ucrania / Foto: Wikimedia Un vehículo blindado del Batallón Azov, con su bandera identificativa durante un desfile en 2021 en la ciudad portuaria de Mariupol en el óblast de Donetsk, en Ucrania / Foto: Wikimedia

Pero esta guerra por encargó no empezó hasta 2014, con el golpe de estado del Maidan en Ucrania: se destituyó al presidente elegido democráticamente y se dejó a los ultranacionalistas tomar el control de gran parte del país, y como consecuencia Ucrania comenzó a dividirse.

En el este de Ucrania, la población rusa fue objeto de represión por parte de las fuerzas ultranacionalistas y neonazis de Kiev; iniciaron la rusofobia y la represión extrema de las poblaciones de habla rusa del este. Uno de los hechos más destacados fue el caso de los neonazis asociados con el Batallón Azov que hicieron estallar a 40 personas en un edificio público. Originalmente hubo una serie de repúblicas separatistas con poblaciones de habla rusa, pero solo sobrevivieron dos las repúblicas de Donetsk y Lugansk, la zona de Donbás.

El origen de las consecuencias psicológicas del conflicto, sobre todo en el este del país, no puede situarse en febrero de 2022, como tantos residentes ucranianos insisten en subrayar a los medios internacionales. El país sufre ahora una segunda fase de la guerra, la guerra “a gran escala”, que sólo hace agudizar a los problemas que había cosechado Las heridas de la invasión rusa se superponen a las cicatrices de la guerra del Donbás. Son muchas las personas, como Natalia, quien residía en Lugansk con su marido y su hija Yaroslava, a las que se les truncó la vida:

“En 2014 me encontraba en el mejor momento de mi vida”, cuenta Natalia. “De repente perdí mi pequeño negocio debido a la guerra, empecé uno nuevo y con la nueva fase de la guerra vuelve a estar casi destruido”, añade. Desolada, se pregunta si es vida esperar a que llegue la paz durante ocho años. “No quisimos hacer nada, ni planes de futuro; estuvimos esperando, esperando y esperando a que llegara la paz y pensábamos, ingenuamente, que haríamos planes para el futuro”.

El conflicto comenzó justo después del golpe de Estado prohibiendo el idioma ruso, atacando a la lengua y cultura rusa. Fue entonces cuando surgió esta guerra civil entre Kiev y Donbás, siendo una guerra subsidiaria con el apoyo de Estados Unidos y la OTAN a Kiev, y de Rusia a Donbás

El conflicto comenzó justo después del golpe de Estado prohibiendo el idioma ruso, atacando a la lengua y cultura rusa. Fue entonces cuando surgió esta guerra civil entre Kiev y Donbás, siendo una guerra subsidiaria con el apoyo de Estados Unidos y la OTAN a Kiev, y de Rusia a Donbás.

Con los Acuerdos de Minsk de 2014 y 2015 se consiguió un alto al fuego, gracias a la mediación de Francia y Alemania, y el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Gracias a los acuerdos, Lugansk y Donetsk obtuvieron autonomía dentro de Ucrania, pero los ucranianos siguieron atacando a las repúblicas del Donbás, aunque a menor escala; mientras los estadounidenses continuaron enviando armas y entrenando a los militares.

Rusia intervino principalmente para liberar la zona del Donbás, que en gran parte estaba ocupada por fuerzas de Kiev. La prioridad fue obtener el control de Mariupol, el principal puerto ucraniano ocupado por el Batallón Azov. Este batallón ahora controla menos del 20% de la ciudad, escondiéndose en viejos búnkeres soviéticos; la milicia popular de Donetsk y los rusos controlan el resto. Rusia, además de obtener el control del Donbás, busca obligar a Ucrania a desmilitarizarse y a aceptar el estatus neutral, mientras permanezca fuera de la OTAN.

Analizando la situación desde el punto de vista de los acuerdos de paz, Kiev ha aceptado, provisionalmente, la neutralidad y será supervisada por garantes de occidente como Canadá. Aun así, el punto conflictivo en las negociaciones se trata de Donbás y la guerra civil: Ucrania insiste en que Donbás es parte de su territorio soberano, independientemente de los deseos de la población de Donetsk y Lugansk; mientras que la gente de esa zona y los rusos no pueden aceptar eso. Este es el principal problema de las negociaciones y se remonta a la guerra civil en Ucrania.

 

La campaña hacia la supremacía nuclear

 

El conflicto se remonta atrás en décadas y, como todos, tiene múltiples vértices que analizar. En 1979, Estados Unidos decidió seguir una estrategia de contrafuerza de supremacía nuclear, y eso implicaba colocar misiles nucleares en Europa. En los años sesenta, la URSS logró la igualdad nuclear con los Estados Unidos: si una nación atacara la otra, ambas serían completamente destruidas.

La estrategia de contrafuerza implica destruir las fuerzas nucleares del enemigo antes de que puedan lanzarse. En 1979, los estadounidenses decidieron colocar misiles en Europa, lo cual llevó al surgimiento del movimiento europeo de desarme nuclear. En ese momento los peligros de una guerra nuclear aumentaron de manera exponencial. Tras la disolución de la URSS, los americanos decidieron dar continuidad a la estrategia de contrafuerza con su campaña hacia la supremacía nuclear.

En 2006, Estados Unidos estaba cerca de la supremacía nuclear, gracias también a la ampliación de la OTAN en Europa, porque parte de la estrategia de contrafuerza era acercar más armas a Rusia con el fin de disminuir el tiempo que los rusos tendrían para lanzar una respuesta.

Rusia era el principal objetivo, y seguidamente China. Con la entrada de Donald Trump en el gobierno, se buscó la distensión con Rusia, desestabilizando la gran estrategia de los Estados Unidos y la OTAN de conseguir esa supremacía nuclear. Posteriormente, con Biden al frente, se hicieron intentos para recuperar el tiempo perdido reforzando a Ucrania.

En 2007, Putin declaró que el mundo unipolar era imposible, que los Estados Unidos no serían capaces de lograr la supremacía nuclear. Fue entonces cuando Rusia y China empezaron a desarrollar armas que evitarían la estrategia de contrafuerza de los estadounidenses

En 2007, Putin declaró que el mundo unipolar era imposible, que los Estados Unidos no serían capaces de lograr la supremacía nuclear. Fue entonces cuando Rusia y China empezaron a desarrollar armas que evitarían la estrategia de contrafuerza de los estadounidenses: desarrollaron misiles hipersónicos maniobrables, por lo que no pueden ser detenidos por los sistemas de misiles antibalísticos.

Otro aspecto a tener en cuenta es el dominio de los Estados Unidos y la OTAN en los satélites. Es por eso que la ubicación de los objetivos del Pentágono es tan precisa. Por lo tanto, los rusos y chinos se han centrado mucho en armas antisatélite, para quitarles esa ventaja.

 

¿Cuál es la situación de Ucrania en la actualidad?

 

Estructura calcinada de un vehículo de transporte colectivo, detrás las ruinas de un edificio destruido a causa de la explosión de una bomba en Irpin en el noreste de Ucrania / Foto: AG - EA Estructura calcinada de un vehículo de transporte colectivo, detrás las ruinas de un edificio destruido a causa de la explosión de una bomba en Irpin en el noreste de Ucrania / Foto: AG - EA

Según el informe mensual con datos actualizados de febrero de la guerra en Ucrania elaborado por las Naciones Unidas, desde finales de diciembre, Ucrania ha sufrido algunos de los peores ataques de la guerra. Estos ataques intensificados de Rusia, incluso en Kiev, han matado a más de 90 civiles, herido a más de 400 y dejado a millones sin calefacción, electricidad o agua.

El mismo documento expone que, hasta ahora, se han registrado más de 30.000 víctimas civiles, entre ellas más de 10.000 muertos de los cuales más de 575 son niños, según la Oficina de Derechos de las Naciones Unidas (OACDH). Aunque, desde la institución alertan que estas son sólo las cifras confirmadas por la ONU (2) y es muy probable que la cifra real sea mayor.

Desde la Organización de las Naciones Unidas se estima que más de 14,6 millones de personas –40% de la población ucraniana– necesitarán ayuda humanitaria en 2024. Más de 6,3 millones de refugiados han huido a países vecinos. 3,7 millones de personas son desplazados internos. La guerra ha provocado la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, con casi un tercio de la población obligada a huir de sus hogares, incluidos más de la mitad de los niños ucranianos. Casi 10 millones de personas, incluidos niños, corren el riesgo de sufrir un trastorno de estrés postraumático agudo.

El día 24 de febrero de 2022 sentí miedo al ver las explosiones cada vez más cerca, en el momento en el que el olor de la pólvora empezó a ser perceptible decidí cargar el coche de cuatro bolsas e ir a buscar a mi madre al pueblo de al lado

NADIA, exresidente de Irpin

“Es un momento de mucho miedo”, explica Nadia, exresidente de Irpin, que huyó a España con su marido, su madre y sus hijos cuando el conflicto empezó y, tras poco más de un año de guerra volvió a su ciudad. “El día 24 de febrero de 2022 sentí miedo al ver las explosiones cada vez más cerca, en el momento en el que el olor de la pólvora empezó a ser perceptible decidí cargar el coche de cuatro bolsas e ir a buscar a mi madre al pueblo de al lado”. Aún y haber vuelto confiesa seguir teniendo miedo: “de salir a la calle y que pase algo, de hablar, de que le pase algo a mis hijos, mi madre, mi marido…”. Y entonces, ¿por qué muchos vuelven o ni siquiera se llegan a ir?

Blanca Inés Santamaría, psicóloga sanitaria, cuenta que el miedo es un factor por el que mucha gente no se va, pero también existen otros motivos que hacen que la gente se quede o vuelva. “Muchas personas no se van por miedo a ser capturados al irse y también a lo desconocido; aquí tienen sus pertenencias, sus trabajos, su casa…no saben lo que se les depara fuera de Ucrania.

”Además, la terapeuta añade que, sobre todo las personas mayores, tienen un sentimiento de pertenencia, de arraigo, de haber cosntruido toda la vida ahí, la sociedad y el país, por no hablar de la mayor dificultad que tiene la gente mayor de adaptarse por sus condiciones físicas y de movilidad.

Otros muchos se sienten unos “traidores” fuera de su país, mientras otra gente vive ahí la guerra. Sea como sea, Blanca Inés apunta que se trata de “una situación muy difícil, una decisión muy personal”, en la que cada cual hace lo que puede.

Entre tantos sentimientos contradictorios y la lucha contra ellos, en Ucrania se trabaja para reconstruir todo aquello que la guerra destruye, para tratar de volver a la cotidianidad que baila con la destrucción en cada escena. Dos enamorados que pasean cogidos de la mano en la plaza Mykhailivska donde exhiben tanques de guerra para pedir ayuda internacional, una mujer que pasea a su perro en frente del centro comercial bombardeado o los cientos de coches que siguen su trayectoria –sin apenas inmutarse– dejando atrás un edificio derruido.

El pavor se inmiscuye entre los escombros de los edificios, queda relatado en las libretas calcinadas y chirría en los oídos de los ciudadanos a cada pitido de sirenas antiaéreas. No deja a nadie indiferente, puesto que se cuela sigilosamente en las almas de todos aquellos que conviven con la brutalidad hasta el punto de “normalizarla”. Normalizan los toques de queda, la ley seca y el mercado negro o las fiestas clandestinas que emergen en un intento de recuperar un pedazo de su vida.

Una evaluación conjunta del Gobierno de Ucrania, el Grupo del Banco Mundial, la Comisión Europea y la ONU, estima que el coste de la reconstrucción y la recuperación ha crecido hasta los 411.000 millones de dólares. Además, el 30% de los puestos de trabajo anteriores a la guerra han sido suprimidos.

 

Crímenes de guerra, violación de los derechos humanos y otros impactos de la guerra

 

Gimnasio en un hotel de Bucha, ciudad al noreste de Ucrania donde el ejército ruso entró abruptamente tiroteando y golpeando todo aquello que encontraron / Foto: AG - EA Gimnasio en un hotel de Bucha, ciudad al noreste de Ucrania donde el ejército ruso entró abruptamente tiroteando y golpeando todo aquello que encontraron / Foto: AG - EA

Se determinó que las fuerzas armadas rusas cometieron diversos crímenes de guerra y las correspondientes violaciones de derechos humanos, como homicidios intencionados, ataques contra civiles, confinamiento ilegal, tortura, violaciones y otros actos de violencia sexual, así como traslados y deportaciones ilegales de adultos y niños. También, se documentó violaciones cometidas por las fuerzas armadas ucranianas

La Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre Ucrania, nombrada por el Consejo de Derechos Humanos, determinó que las fuerzas armadas rusas cometieron diversos crímenes de guerra y las correspondientes violaciones de derechos humanos, como homicidios intencionados, ataques contra civiles, confinamiento ilegal, tortura, violaciones y otros actos de violencia sexual, así como traslados y deportaciones ilegales de adultos y niños.

Asimismo, también documentó un número de violaciones cometidas por las fuerzas armadas ucranianas, entre ellas ataques probablemente indiscriminados, así como dos incidentes relacionados con prisioneros de guerra rusos que pueden calificarse de crímenes de guerra.

Cabe destacar también que Ucrania se ha convertido en uno de los mayores campos de minas del mundo. La amplia presencia de restos explosivos de guerra y minas está teniendo un impacto significativo en la población civil y en sus medios de vida. La retirada de minas terrestres, tarea en la que están colaborando conjuntamente las Naciones Unidas y el Gobierno de Ucrania, impulsará la recuperación económica y social de la guerra.

Dará seguridad a las comunidades y ayudará a los ucranianos a reconstruir sus vidas. Despejará tierras de cultivo, lo que es importante a escala mundial, ya que Ucrania es un actor vital en el mercado agrícola mundial.

 

La orfandad social: un problema en aumento

 

Un niño ucraniano con paquetes de papel higiénico de un convoy de ayuda humanitaria, en la ciudad de Stryi situada en la orilla izquierda del río con el mismo nombre, en el óblast de Leópolis, Ucrania / Foto: AG - EA Un niño ucraniano con paquetes de papel higiénico de un convoy de ayuda humanitaria, en la ciudad de Stryi situada en la orilla izquierda del río con el mismo nombre, en el óblast de Leópolis, Ucrania / Foto: AG - EA

Todas las situaciones en la vida tienen sus causas y sus consecuencias y, más allá del conflicto, en Ucrania afloran males sociales endémicos como es la orfandad social, los más de 100.000 menores acogidos en instituciones heredadas del sistema post-soviético.

Los huérfanos sociales son aquellos niños que no cuentan con sus figuras paternas debido a la negligencia de estas y no por su fallecimiento. Alrededor de 160.000 niños y niñas viven bajo la tutela del Estado en Ucrania y, según confirma la Organización de las Naciones Unidas, casi 100.000 estaban repartidos en los más de 600 orfanatos del país

Los huérfanos sociales son aquellos niños que no cuentan con sus figuras paternas debido a la negligencia de estas y no por su fallecimiento. Problemas de abuso de alcohol, con la justicia o una economía general en el país cada vez más debilitada son algunos de los motivos por los que los niños son sustraídos de las manos de sus progenitores por los servicios sociales. Un problema que, con el conflicto armado iniciado en 2014, parece ser cada vez más evidente.

Alrededor de 160.000 niños y niñas viven bajo la tutela del Estado en Ucrania y, según confirma la Organización de las Naciones Unidas (3), casi 100.000 estaban repartidos en los más de 600 orfanatos del país cuando estalló la guerra. Ucrania tiene el mayor número de niños internados en Europa en una vasta red, opaca y a menudo disfuncional de orfanatos, internados o instituciones para discapacitados. La ONU además alerta en su último informe que la mitad de estos menores tienen algún tipo de discapacidad.

También, y según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), muchos de estos niños son considerados huérfanos sociales. Una problemática que puede deberse a distintas razones. Una de las principales es la inestabilidad económica y social que ha experimentado Ucrania desde que se independizó de la Unión Soviética en 1991.

Esta inestabilidad ha llevado a altos niveles de pobreza, desempleo y desigualdad social, lo que ha dificultado que muchas familias puedan salir adelante. Otros factores incluyen el inadecuado sistema de protección infantil del país, la falta de acceso a la educación y la atención médica, y una alta prevalencia de abuso de sustancias y violencia doméstica.

Además, el conflicto en curso en el este de Ucrania también ha tenido un impacto significativo en el número de huérfanos sociales. Desde que comenzó el conflicto en 2014, miles de personas han sido asesinadas y muchas más han sido desplazadas de sus hogares, lo que ha provocado un aumento en el número de niños que se han quedado sin padres o cuidadores.

 

El blanqueo de la mercantilización de los cuerpos por necesidad

 

En 2020, las clínicas de vientres de alquiler sufrieron su primer obstáculo debido a la pandemia global de la COVID-19. Durante el mes de mayo de ese mismo año, una imagen publicada por la BBC conmocionó al mundo: decenas de recién nacidos esperaban la llegada de sus padres en habitaciones de hotel.

Tres años después, la industria de la gestación subrogada en Ucrania debe hacer frente a una nueva coyuntura. La guerra ha añadido más inseguridad para las mujeres y los bebés, pero el negocio sigue en pie pese al conflicto armado. Las clínicas disponen de refugios antiaéreos para las gestantes y cada vez se contempla como mejor opción de obtener beneficios subrogar un vientre debido a la coyuntura económica del país y la necesidad.

Ucrania es uno de los siete países europeos, –junto a Rusia, Bielorrusia, Georgia, Grecia, Reino Unido y Portugal– en el que desde el 2002 la gestación subrogada está reglamentada por ley. De hecho, ha sido durante años uno de los destinos más asequibles en comparación con otros que duplican sus precios, como EE UU (desde 120.000 euros) o Canadá (entre 50.000 y 90.000 euros). Sólo las parejas heterosexuales que no pueden quedarse embarazadas por razones médicas son susceptibles de acceder al "servicio".

Las personas homosexuales y las solteras están vetadas, aunque la falta de supervisión y la corrupción tan presentes en Ucrania diluyen habitualmente la legalidad. La predilección por un hijo biológico es el sustento de este negocio, admiten Iryna Shlapack e Igor Petrovich, directores de las clínicas BiotexCom i Parens Fertility.

A su vez, la problemática del tiempo queda resuelta; una queja habitual de los padres que visitan las clínicas de gestación subrogada es la lentitud del proceso de adopción, que en España, si se trata de un niño nacional, puede prolongarse hasta nueve años. En cambio, en Ucrania, las parejas extranjeras pueden llevarse al recién nacido tras apenas un mes de estancia en el país e incluso menos, ahora que existe un contexto excepcional debido a la guerra.

"Las tarifas oscilan entre los 39.000 y los 50.000 euros, dependiendo del tipo de tratamiento que requiera la pareja", relata el director de BioTexCom. De esta cantidad, las madres gestantes reciben menos de la mitad. "Obtienen entre 15.000 y 25.000 euros", explica el doctor Petrovich. Muchas mujeres repiten el programa por necesidad

"Las tarifas oscilan entre los 39.000 y los 50.000 euros, dependiendo del tipo de tratamiento que requiera la pareja", relata el director de BioTexCom. De esta cantidad, las madres gestantes reciben menos de la mitad. "Obtienen entre 15.000 y 25.000 euros", explica el doctor Petrovich. Muchas mujeres repiten el programa por necesidad. El límite de embarazos depende de la edad y del estado de salud”, explica Igor Petrovich.

La mujer que alquila su vientre debe tener entre 18 y 35 años y haber sido madre al menos una vez, "para garantizar que todo vaya lo mejor posible". Por lo general, las gestantes tienen pocos recursos económicos y utilizan el dinero para hacer reformas en casa, atender a sus hijos o simplemente salir adelante.

 

La afectación de la guerra a los mercados de la energía y los alimentos

 

Evolución del precio de la electricidad en España / Gráfico: EA Evolución del precio de la electricidad en España / Gráfico: EA

La guerra no sólo se ha cobrado vidas y ha causado una inmensa destrucción, sino que además el conflicto ha tenido enormes repercusiones sobre los mercados de la energía y los alimentos. Rusia y Ucrania se encuentran entre los principales productores de materias primas agrícolas del mundo. Ambos países son de los mayores exportadores globales de cereales (trigo, maíz y cebada), aceites vegetales (aceite de girasol) y fertilizantes (en el caso de Rusia). 

Ucrania es uno de los proveedores fundamentales de trigo del Programa Mundial de Alimentos, que proporciona asistencia alimentaria a 115,5 millones de personas en más de 120 países. Rusia es uno de los tres mayores productores de crudo del mundo, además del segundo productor —y el principal exportador— de gas natural

Aportan el 90% del suministro de trigo en Armenia, Azerbaiyán, Eritrea, Georgia, Mongolia y Somalia. Además, Ucrania es uno de los proveedores fundamentales de trigo del Programa Mundial de Alimentos, que proporciona asistencia alimentaria a 115,5 millones de personas en más de 120 países. Y Rusia es uno de los tres mayores productores de crudo del mundo, además del segundo productor —y el principal exportador— de gas natural.

Con la escasez de suministros por parte de estos países en conflicto, se ha producido un aumento de los precios hasta niveles récord. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) a fecha 29 de diciembre del 2023, la inflación anual estimada del IPC era del 3,1%. El principal canal de impacto es a través del fuerte incremento de los costes de producción, que ya estaría afectando a la actividad en el sector primario de forma palpable, es decir, a la agricultura, la ganadería, la pesca, la minería y la explotación forestal (el valor añadido bruto del sector descendió un 2,6% interanual en el primer semestre de 2022 –se contabilizan estos datos debido a que en el 2023 los costes de la materia prima se han visto también afectados por la sequía–).

Evolución del precio de los alimentos en España / Gráfico: EA Evolución del precio de los alimentos en España / Gráfico: EA

El alza de los costes de producción está afectando a todos los eslabones de la cadena alimentaria (producción, transformación, distribución y transporte) y se está trasladando a los precios de los alimentos que paga el consumidor final, lo que está provocando un aumento del gasto en alimentación, que notan especialmente las familias de rentas más bajas. El costo del combustible para el transporte se ha incrementado todavía más desde el inicio de la guerra.

 

Las cicatrices invisibles de la guerra

 

Un miembro del ejercito ucraniano con una extremidad amputada en un establo de hipoterapia para veteranos de guerra en Sukhodilska, Ucrania / Foto: AG - EA Un miembro del ejercito ucraniano con una extremidad amputada en un establo de hipoterapia para veteranos de guerra en Sukhodilska, Ucrania / Foto: AG - EA

Según el informe mensual del estado de la guerra en Ucrania elaborado por las Naciones Unidas (2) en febrero, se han producido más de 1.500 ataques verificados contra la asistencia sanitaria, incluidos contra instalaciones médicas, pacientes, transportes, suministros y personal. Actos que constituyen una violación del Derecho Internacional Humanitario.

El riesgo de brotes de enfermedades, como el cólera y el sarampión, ha aumentado debido a la falta de agua potable, las condiciones de hacinamiento en el interior de los centros y los refugios antiaéreos, además de las bajas tasas de vacunación. El acceso a la atención reproductiva, materna y prenatal, así como a la atención de salud mental, está gravemente restringido.

Por otro lado, la guerra también ha dejado cicatrices invisibles, y 10 millones de personas en Ucrania corren el riesgo de sufrir estrés agudo, ansiedad, depresión, consumo de sustancias y trastorno de estrés postraumático.

La normalización de la anomalía por parte de sus habitantes sigue zarandeando como el primer día. Psicológicamente es atroz para muchos el juego mental que supone oír una alarma antiaérea y no modificar la ruta –porque forma parte ya de la banda sonora de cada ciudad–, pero sí pensar que por no hacerlo podría ponerme en peligro. También porque esta normalidad aberrante, ya pasados dos años del inicio de la invasión rusa “a gran escala”, significa entrar en una nueva fase: la de la resistencia como algo cotidiano. Una resistencia obligada y que abarca todas las esferas: la militar, la nacional y, sobre todo, la psicológica.

La adaptación a estímulos agresivos como la guerra es un hecho común entre las personas que sufren traumas y se trata de un método adaptativo de supervivencia, tal y como cuenta la psicóloga sanitaria Blanca Inés Santamaría anteriormente en este reportaje. “Ante hechos traumáticos muchas personas consideran que están bien, pero pasados unos meses, cuando ya están más tranquilos o bien porque la situación se ha normalizado o están fuera de ese peligro (esa amenaza física o psicológica) es cuando le vienen los síntomas: estrés postraumático, ansiedad, depresión”, explica.

Son muchos los refugiados en España que tratan, sin éxito, de explicar a sus familiares en la guerra que aquello que han normalizado es violencia, como la represión y que estarían más a salvo en otro país

“Yo en la consulta lo veo mucho: ahora mismo estoy bien, pero me encuentro deprimido, triste, ansioso…Y claro muchas veces el trauma o herida emocional no es de ese momento, sino que viene de la anterioridad, lo que pasa es que en ese momento el cerebro puede hacerse cargo o digerir lo que ha pasado”, prosigue. Son muchos los refugiados en España que tratan, sin éxito, de explicar a sus familiares en la guerra que aquello que han normalizado es violencia, como la represión y que estarían más a salvo en otro país.

La terapeuta explica que el tipo y el tiempo de respuesta ante estímulo tendrá que ver con la estructura de personalidad y su capacidad de adaptarse al entorno. “Ante amenazas psicológicas y físicas las respuestas suelen ser: huida, lucha o congelación, que es bloqueo y también existen otras que tienen que ver con sumisión, complacencia”, ilustra Blanca Inés. Así pues, cada persona actuará en base a su estructura de personalidad, sus recursos personales, su sistema de apoyo familiar y social, el contexto –no es lo mismo estar en primera línea de guerra que en ciudades liberadas o consideradas “más seguras”– y su historia de vida.

 

"La guerra ha cambiado a todo el mundo"

 

Una mujer cruza la calle y, detrás un puente destruido en reconstrucción en Irpin, Ucrania / Foto: AG - EA Una mujer cruza la calle y, detrás un puente destruido en reconstrucción en Irpin, Ucrania / Foto: AG - EA

Natalia, exresidente en Lugansk, explica que, aunque es difícil aceptar la guerra en general, no le pilló de sorpresa: “Ya estábamos moralmente 'preparados' para ella, no nos sorprendían las explosiones, ya no teníamos ese miedo primerizo”. “Durante ocho años hemos vivido aquí como en una jaula, aislados de todo el mundo civilizado, algo denigrante, pero como criaturas resistentes que somos intentamos adaptarnos a esta situación”, cuenta con pena.

A ella la guerra le ha endurecido, según explica, la ha hecho más hermética y más consciente del presente: “En 2014, cada día parecía maravilloso si todo el mundo estaba vivo”, manifiesta. “En realidad, la guerra ha cambiado a todo el mundo; vivimos ocupados por otro país y eso nos presiona moralmente, tenemos que tomar decisiones bajo presión, pensar cómo sobrevivir, pero aun así tenemos que sobrevivir”, añade Natalia.

¿Y cómo afecta esta normalización de la anomalía a las personas? Según Blanca Inés, estar expuesto a estrés de manera crónica y permanente tiene consecuencias para el estado de salud del individuo. Además, en un estado de hostilidad, miedo, agresividad como es un estado de guerra, estas personas “generan un estado de hipervigilancia y estrés en el organismo porque hay una amenaza real en el entorno”.

La psicóloga explica que esto acaba generando ansiedad, problemas emocionales, síntomas de depresión, sensación de indefensión por no poder salir o hacer la vida que se tenía antes. Sea como sea, la psicóloga explica que estar expuesto a esa situación pasa factura, “no es neutro, por resiliente que sea la persona”, prosigue. 

Es por eso que muchas personas refugiadas en países que no están en guerra, por ejemplo, sufren estrés postraumático. “Cuando tomamos distancia y tenemos otras perspectivas y vivencias nuestro cerebro puede empezar a asimilar o digerir lo que ha pasado; a darle un significado que quizás no podríamos darle si estamos en primera línea”, sugiere Blanca Inés. “Las personas que están en otros países que no son Ucrania donde hay una tranquilidad y paz ciudadana pueden percibir el horror, lo puede percibir cualquiera, pero no es lo mismo poder intuirlo que vivirlo en primera persona, ya que muchas veces no se puede asimilar”. Por eso muchos refugiados de guerra se desmayan al oír fuertes sonidos como el motor de una moto arrancando, sufren pesadillas o se sienten deprimidos, ansiosos y con ganas de llorar constantes.

Es febrero y el Sol matutino ilumina el patio de un colegio en el centro de la ciudad de Leópolis, Ucrania. Los niños chutan divertidos el balón: ¡gooool! Vuelta al inicio del partido. La pelota sale del campo imaginario y esta sigue rodando hasta chocar con los sacos blancos de arena que protegen las ventanas del edificio por si cae una bomba. Las ventanas siguen intactas, igual que el edificio, pero han añadido pequeñas reformas a modo de seguridad. La mutación de los espacios no es más que un símbolo de la metamorfosis de la psique.

Referencias