Los incendios precisan oxígeno, combustible y una fuente de ignición. Son procesos naturales, que han estado siempre ahí, originados por un rayo o por las propias actividades humanas. Aunque siempre hemos convivido con ellos, hoy en día los incendios son más grandes, más impredecibles y destructivos que hace tan solo unas décadas. Su comportamiento errático y su severidad desconcierta a los servicios de emergencia de todo el planeta, a pesar de su alto nivel de preparación. Dejan tras de sí miles y miles de hectáreas quemadas y, en muchos casos, también vidas.

 

¿Por qué han cambiado los incendios?

 

En los años 60, teníamos incendios de categoría 1 y 2, pero con el paso del tiempo, estos incendios han ido incrementando en categoría y ya, en las últimas décadas, sufrimos incendios muy severos de quinta y sexta generación.

Los de quinta generación pueden provocar diferentes focos simultáneos, como ocurrió en Grecia en el 2007.

Los de sexta generación liberan tal cantidad de energía que son capaces de desarrollar un comportamiento propio e, incluso, generar vientos erráticos que les posibilite propagarse en direcciones, velocidades y sentidos imprevisibles.

Fue lo que sucedió en el incendio de Portugal en 2017 o en el de Chile, también el mismo año, en el que, en apenas una noche, el fuego arrasó más de 100.000 hectáreas.

 

¿Podemos combatir incendios de esta magnitud?

 

En la extinción de estos grandes incendios se depende totalmente de los factores meteorológicos, de que cambie la dirección y la intensidad del viento, de que empiece a lloverEs lo único que puede frenarlos. Además, estos megaincendios se convierten en fenómenos globales, cuyo impacto puede producirse también a miles de kilómetros de distancia.

Por ejemplo, el humo de los incendios de California y Oregón del pasado verano llegó hasta Europa. Y los incendios de los suelos de turba de Indonesia o de Siberia están acabando con uno de los principales sumideros de carbono del planeta.

 

¿Por qué hay más incendios y son más peligrosos?

 

Ahora hay más incendios debido al cambio global que incluye factores tan determinantes como el cambio climático y el cambio en la gestión del suelo. Por un lado, vivimos olas de calor más intensas en verano y periodos de sequía más prolongados, que hacen que la vegetación esté más seca.

Por otro, cada vez viven menos personas en el entorno rural, se utilizan menos los recursos naturales y decae el pastoreo y los herbívoros, que son quienes desde siempre nos han ayudado a consumir y controlar la vegetación, es decir, el combustible.

Además, la agricultura ha disminuido también, provocando una variación en nuestros paisajes que han dejado de ser un mosaico de teselas a ser más homogéneos. Las masas forestales arboladas, los bosques, se están recuperando rápidamente, desaparecen los espacios abiertos, disminuye la transitabilidad, se pierde biodiversidad a nivel de paisaje y se acumula mucha más biomasa combustible.

Y a todo ello, le sumamos la pasión del ser humano por vivir rodeado de naturaleza, sin pensar en que un incendio se puede llevar por delante todo…

Todos tenemos en mente urbanizaciones como las que se dan en las zonas costeras mediterráneas o en nuestros archipiélagos, en las que las viviendas están rodeadas de bosques y densos pinares. Me imagino que una persona que se va a vivir a una casa perdida en el monte o a una urbanización pensará que, si se produce un incendio, tendrán que ir enseguida a rescatarle.

 

¿Nos podemos permitir esta situación?

 

Difícilmente. Los incendios actuales superan muchas veces nuestra capacidad de extinción, pero también nuestra capacidad de predicción: no es posible predecir hacia dónde van a ir, o cuántos focos se van a producir, lo que dificulta planificar una evacuación. Además, en lugares poco poblados, podemos organizar evacuaciones en plazos de tiempo muy cortos, como ha ocurrido en el norte de Canadá o en Oregón, pero un megaincendio en zonas con mayor densidad poblacional es complejísimo.

O se trabaja en protección civil, o se trabaja en extinción y control del incendio. No se llega a todo. Europa está muy poblada y los riesgos asociados a un incendio de estas características se multiplican. La gente está acostumbrada a sentirse protegida y no se da cuenta de que las cosas, quizá, no siempre van a ser así.

 

¿Cómo combatir este fenómeno?

 

Tenemos que prevenir gestionando el paisaje más humanizado. El riesgo para nosotros mismos, la especie humana, es muy alto si se abandona nuestro entorno rural y natural. Es vital mantener paisajes en mosaico, aprovechar sosteniblemente los recursos maderables, pastables, etc. En definitiva, crear paisajes resilientes a los megaincendios y al cambio climático, dos grandes amenazas interconectadas.

Gestión implica humanos (guardianes) viviendo en un entorno rural y aprovechando y gestionando sosteniblemente los recursos que ese entorno les ofrece. La solución pasa por recuperar el medio rural, el aprovechamiento forestal, la agricultura, la ganadería y, en el entorno de las áreas urbanas, crear cinturones verdes de muy baja carga combustible.

 

¿Existe conciencia en la sociedad de este peligro?

 

Falta mucho camino por recorrer porque somos una sociedad eminentemente urbana y muy desconocedora de nuestro entorno natural. Aunque nos gusta disfrutarlo, no entendemos su funcionamiento, su dinámica, su ecología… La Unión Europea conoce el grave riesgo de los megaincendios favorecidos por el cambio climático y por el cambio de usos del suelo y está apostando cada vez más por la investigación aplicada y la tecnología destinada a enfrentarnos a este riesgo.

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