Mañana de domingo de primavera en Málaga. Brilla un sol radiante y la temperatura, cálida sin ser calurosa, invita a disfrutar del aire libre y la naturaleza. Es lo que hacen un puñado de personas que suben y bajan por el cauce del Arroyo de los Ángeles, un riachuelo ahora seco que discurre entre vegetación salvaje hasta desembocar en el Río Guadalmedina.

De vez en cuando se agachan, y al levantarse, muestran algo que no debería estar ahí: un trozo de plástico; una rueda de bicicleta; un tubo de plástico. “Venimos para que esto no termine en el mar”, resume Antonio Martín, fundador de Amigos del Mar. Terminarán la jornada tres horas más tarde, con una foto grupal junto a decenas de bolsas de basura y chatarra.

Su actividad, altruista y voluntaria, limpia las playas, cauces y montes de la capital de la Costa del Sol, pero sirve también de doble llamada de atención: a quienes siguen utilizando los espacios naturales como vertedero, y a las administraciones que incapaces de lograr lo que ellos sí consiguen: limpiar. ¿Están haciendo el trabajo de las instituciones?

Su actividad, altruista y voluntaria, limpia las playas, cauces y montes. ¿Están haciendo el trabajo de las instituciones?

“Es que si no viene nadie a limpiarlo se va a quedar como estaba: con años y años de basura acumulada”, lamenta Gerardo González, de la asociación Andalimpia, que añade un matiz: “La administración tiene que mantenerlo limpio, pero si la gente no lo tirara no habría que limpiarlo después”.

Cuatro miembros de Andalimpia retiran un residuo voluminoso y pesado de la naturaleza / Foto: Andalimpia Cuatro miembros de Andalimpia retiran un residuo voluminoso y pesado de la naturaleza / Foto: Andalimpia

El de esta asociación es solo un ejemplo. Los voluntarios de la limpieza se extienden por toda España. De Canarias a Euskadi, pasando por Andalucía, asociaciones, grupos de Whatsapp o personas con conciencia ecológica llegan donde a las administraciones ya no se las espera.

El día contra la basuraleza, celebrado el pasado 12 de junio auspiciado por el Proyecto Libera (una iniciativa de Seo/Birdlife y Ecoembes), fue el punto álgido a nivel mediático. Reunió, según sus organizadores: unos 1.100 voluntarios en toda España recogieron 114 toneladas de residuos. Pero las iniciativas más modestas se suceden.

 

La importancia de las redes sociales

 

En Málaga, Andalimpia es pionera del fenómeno. Cada vez que salía a pasear por la playa, Jonas Laveyne recogía la basura que se encontraba. Una mañana puso un mensaje en Facebook. “Mañana iré a limpiar el Monte Gibralfaro. Si alguien más se apunta, es bienvenido”, venía a decir.

En verano de 2018 constituyeron la asociación Andalimpia. Las redes sociales y el boca a oreja hizo el resto: hoy son unos sesenta asociados

Se presentaron una decena de personas, congeniaron y empezaron a quedar para limpiar. En verano de 2018 constituyeron la asociación. Las redes sociales y el boca a oreja hizo el resto: hoy son unos sesenta asociados, pero están abiertos a la participación de cualquiera. La asociación, puramente local, supera los 2.200 seguidores en Facebook.

Algunas de sus quedadas ha superado las 150 personas, como cuando organizaron una limpieza con Ocho Tumbao, la asociación de Dani Rovira. Aquel día sacaron más de 1.400 kilos de basura de las playas de Málaga. En apenas tres años de existencia, quedando cada fin de semana, están a punto de llegar a los 10.000 kilos.

Restos retirados del medio ambiente frente a voluntarios de Andalimpia y Amigos del Mar tras un día de recogida de basuraleza /Foto: Andalimpia y Amigos del Mar Restos retirados del medio ambiente frente a voluntarios de Andalimpia y Amigos del Mar tras un día de recogida de basuraleza / Foto: Andalimpia y Amigos del Mar

El sistema es sencillo: quedan, recogen, amontonan y se van, después de llamar a los servicios municipales de recogida de basuras indicándoles dónde les han dejado el “regalo”. Un día recogieron 350 botellas de cristal; otro, localizaron una montaña de cables pelados y enterrados durante años en el Parque Natural de Los Montes de Málaga.

Además, de Andalimpia surgió Voluntarios Amigos del Mar. Un grupo informal con más de 150 miembros. “Nuestra prioridad son los sitios donde hay basura que puede acabar en el mar”, resalta Antonio Martín. Todos los días, alguien del grupo sale a recoger basura, solo o acompañado.

 

Ruedas, carritos y basura que lleva años enterrada

 

A todos les sirve también para pasar unas horas en un entorno natural con personas que comparten una misma inquietud por el medio ambiente. “Prefiero gastar mi tiempo libre en esto que en otras cosas”, señala Valentina, mientras se afana por desenterrar una garrafa de plástico.

Una voluntaria de Amigos del Mar extrae basura enterrada para que no llegue al mar / Foto: Néstor Cenizo Una voluntaria de Amigos del Mar extrae basura enterrada para que no llegue al mar / Foto: Néstor Cenizo

Carmen Moreno y Laura Velasco son madre e hija y este domingo han venido juntas a limpiar. “Los conocí a través del Instagram. Te sirve para verte con más gente. Además, esto es al aire libre y no hay miedo al contagio”, señala Carmen, que no ha fallado a ninguna quedada semanal desde que los conoció: “Me gusta la naturaleza, y esto te hace sentirte muy bien. Empiezas a recoger cosas, cuando lo ves todo agrupado y en una montaña, te sorprendes”.

“Este río es un vertedero: hemos sacado electrodomésticos, sillones, bicicletas, carros de la compra, colchones, plásticos de todo tipo…”, señala Valentina

Mientras hablan, estos voluntarios no paran. A veces necesitan un pico o una pala, y sacan una cuerda enterrada. En otro momento aparece una rueda de bicicleta. “Este río es un vertedero: hemos sacado electrodomésticos, sillones, bicicletas, carros de la compra, colchones, plásticos de todo tipo…”, señala Valentina.

Es la cuarta vez que visitan esta zona, y sigue habiendo basura, aunque casi toda está ya semi-enterrada, de modo que hay que venir equipado: guantes, tijeras, herramientas. Hoy, el trabajo es duro.

El cauce del arroyo lleva las cicatrices de años de incivismo colectivo y dejadez institucional. En una de las primeras veces recogieron una “montaña de latas”. “Salimos en los medios y las administraciones dijeron que justo entonces estaban definiendo a quién correspondía limpiar esa zona”, señala Gerardo González.

 

Más olas y menos plásticos

 

La labor de estos guardianes de la naturaleza malagueña es similar al que hacen, a mil kilómetros de distancia, voluntarios en Euskadi o en Canarias. La web Ocean Initiatives, auspiciada por Surfrider Foundation, ofrece un mapa donde se actualiza a diario la previsión de acciones de limpieza de ríos o playas en varios países de Europa, con el horario para la recogida de residuos y el contacto de los organizadores.

Varios voluntarios con camisetas de Ocean Initiatives recogen elementos contaminantes de una playa / Foto: Limpiaventura Varios voluntarios con camisetas de Ocean Initiatives recogen elementos contaminantes de una playa / Foto: Limpiaventura

Raquel, Majo y Laura son tres jóvenes del País Vasco que hace dos años empezaron a acompañar su pasión por el surf con la recogida de plásticos que veían en sus salidas al mar.

“Estás en el agua y te encuentras con plásticos flotando: estás pendiente de las olas y de recoger lo que vas encontrando" explica la surfista Raquel Clemente

“Estás en el agua y te encuentras con plásticos flotando: estás pendiente de las olas y de recoger lo que vas encontrando. Así que decidimos concienciar a gente que practica surf o que va a la playa habitualmente para que recogiera”, explica Raquel Clemente. Por eso fundaron Olas sin Plástico, con la que organizan quedadas para recoger residuos del mar y trabajan también en promover la reducción del consumo de plásticos.

La joven cuenta que, a pesar del beneficio común que supone su tarea, se han topado con la incomprensión de las administraciones. La Dirección General de Costas, de la que dependen las playas, les ha llegado a exigir que pidan un permiso con meses de antelación y que paguen una tasa: la misma que para realizar actividades lúdicas en la playa. “Somos una asociación pequeña, no tenemos recursos y no queremos destinarlos a ese pago. Es una cosa de cuidado de la naturaleza que deberían asumir las administraciones”, protesta.

 

Cuidando las playas de Fuerteventura

 

A 2.500 kilómetros de distancia, Alina Kunz entiende bien el problema. “La política depende de burocracias y jerarquía, pero el pueblo se la puede saltar. Tú y yo nos podemos ver y limpiar, pero si fuéramos políticos tenemos que escribir una justificación, estudiar cómo gastar el dinero”, observa.

Ella es la más veterana de los voluntarios contra la basuraleza consultados para este reportaje. Empezó a recoger basura de las playas de Lanzarote en 2015. “En aquella época no estaba de moda limpiar la playa, era algo alternativo”, recuerda.

“Paseando al perro con el niño me di cuenta de que estaba hecho una mierda. Te vas dando cuenta al ir caminando lentamente” explica Alina Kunz

Como también señala Laveyne, al ojo acostumbrado a la basura le cuesta reparar en ella. Kunz tuvo que fijarse, y entonces descubrió que aquel entorno estaba, en realidad, lleno de objetos extraños. “Paseando al perro con el niño me di cuenta de que estaba hecho una mierda. Te vas dando cuenta al ir caminando lentamente”, explica. Había una rueda, una camilla, plásticos de todo tipo Lo juntó, se sacó una foto y se la envió a sus amigas, anunciándoles que volvería. A la siguiente ocasión se juntaron siete. Entonces fundó Limpiaventura. De aquello hace seis años, mucho más de lo que podía prever.

Alina Kunz de Limpiaventura reencuadra su mirada en la composición de la imagen capturada tras un escombro recogido frente al mar / Foto: Limpiaventura Alina Kunz de Limpiaventura reencuadra su mirada en la composición de la imagen capturada tras un escombro recogido frente al mar / Foto: Limpiaventura

En este tiempo, ha encontrado de todo: colchones, trozos de sofá, electrodomésticos, baterías, vibradores, y, sobre todo, redes de pesca que el mar devuelve a la orilla. “Es el asesino de los mares, proviene de la pesca en alta mar, y son artes de pesca que acaban con la vida marina y llenan de plástico los océanos”.

Hoy, Limpiaventura tiene 60 socios, pero su poder de convocatoria es mucho mayor. Además, a Kunz, maestra de formación, se le ocurrió acompañar la actividad de recogida con otras orientadas a crear conciencia en los niños. Lleva dos años y medio yendo a las escuelas a realizar un taller: cuenta un cuento, preparan una obra de teatro, pintan y, como colofón, salen a combatir a los zombies de plástico.

 

Un trabajo que empodera

 

A pesar de todas las horas dedicadas a limpiar, el mar sigue escupiendo basura y seguirá haciéndolo por mucho tiempo. Los días de luna llena y marea alta son los peores. “Cuando llevas tanto tiempo limpiando te preguntas qué se puede hacer, porque la basura siempre vuelve”, dice Kunz.

En España se recogieron un total de 485,9 kilogramos de residuos urbanos por habitante en 2020, un 0,4% más que en el año anterior

En España se recogieron un total de 485,9 kilogramos de residuos urbanos por habitante en 2020, un 0,4% más que en el año anterior, según la Estadística sobre Recogida de Residuos Urbanos del Instituto Nacional de Estadística. A ello se suma lo que no se recoge y acaba en la naturaleza. Un chicle puede tardar hasta cinco años en degradarse; una colilla, hasta diez; una bolsa de plástico, 500 años; una botella de plástico, en torno a otros 500 años. Los mares están atiborrados de plástico y pasarán siglos sin que eso cambie.

Alina Kunz de la asociación Limpiaventura junto a diferentes residuos náuticos frente al mar / Foto: Limpiaventura Alina Kunz de la asociación Limpiaventura junto a diferentes residuos náuticos frente al mar / Foto: Limpiaventura

Sin embargo, ella, como el resto de los protagonistas de este reportaje, va más allá del utilitarismo de la limpieza: vienen a decir que la limpieza empodera. “Yo no espero que el Gobierno solucione todas las cosas de mi vida”, dice: “Pero el ser humano, el ciudadano de a pie sí puede conseguir un montón de cosas si se junta: necesitamos soluciones más humanas, no tan burocráticas”.

Coincide el malagueño Gerardo González: “Somos gente comprometida con el medio ambiente cansados de quejarnos desde el sillón”. Dice que acciones como estas prenden la llama de quienes todavía dudan. “Creo que la responsabilidad empieza y termina con el ciudadano”, añade Laveyne. “Se puede hacer mucho por uno mismo. Una persona despierta, actúa”, concluye Kunz.