“Mientras venga sano, lo demás no es tan importante”. Estas suelen ser nuestras primeras palabras como madres o padres. Y se sustentan en un historial médico del tamaño de un libro con ecografías, analíticas y pruebas múltiples que nos indican que todo se desarrolla según lo previsto. No escatimamos tampoco en preparaciones para el día del parto y sus posteriores cuidados: clases, libros y charlas, cualquier información es poca.

Luego, una vez nace, los nuevos padres entran en una vorágine de preocupación constante. Pero, ¿y los pies? ¿Quién se acuerda de ellos? Los primeros pasos como padres ya están establecidos, pero no los del bebé. Y la realidad es que nadie nos enseña a afrontarlos.

 

Las patologías del pie pueden empezar pronto

 

El pie es la parte fundamental de la anatomía humana para ser independientes en nuestro desplazamiento. Los bebes empiezan usando los pies para jugar en el patio del recreo o en el parque. Y luego, cuando llegan a adultos, se mueven con ellos para recoger su título en la Universidad o correr una maratón.

Sin embargo, en los primeros años de vida pocos hablamos de los pies. Quizá es porque están demasiado lejos de nuestra cabeza. Hasta que un día nos duelen, nos impiden el movimiento y entonces se convierten en un verdadero problema.

Las patologías del pie se pueden empezar a desarrollar en nuestros primeros meses de vida. Una correcta prevención en ese primer gateo, en las primeras pisadas y las posteriores zancadas puede resultar fundamental en su desarrollo.

Para ello es importante saber que cuando el bebé nace no tiene huesos en los pies, aún están formados por cartílago. Cada hueso empieza y termina de osificarse en un tiempo, siendo el más tardío a los 10 años.

Los bebés no tienen huesos en los pies. The Conversation

En esta evolución, el pie pasa por diferentes etapas y necesidades. Lo más importante es permitir el desarrollo fisiológico del pie y evitar errores frecuentes desde los primeros pasos. ¿Cómo? Siguiendo una serie de recomendaciones:

  1. Evitar el uso de portabebés

    La mochila portabebé sirve para llevar al bebé pegado al cuerpo y a la vez llevar los brazos libres. Este elemento es muy útil para los adultos, incluso se puso de moda hace unos años. Sin embargo, en el caso de los portabebés no ergonómicos, los bebés lo sufren porque les obliga a llevar las piernas totalmente abiertas. Además de prohibirles su total libertad de movimiento y desarrollo, forzamos una apertura de cadera elevada y producimos rotaciones en el fémur.

  2. Gateo, sí, gracias

    Siempre se ha dicho que el gateo retrasa el inicio de la marcha, pero evitar el gateo nos traería múltiples problemas. El gateo es un proceso natural que el bebé realiza para desplazarse y, en ese movimiento, los músculos adquieren la fuerza para seguir con el proceso de la marcha e ir adaptando fuerza y coordinación. Además, la posición del gateo hace que nuestra espalda adquiera la curvatura necesaria para la posición erguida.

  3. Tacatá, no, por favor

    El tacatá o andador es un mecanismo que mantiene una posición forzada para el bebé que es perjudicial para su desarrollo. La cadera se coloca en una posición abierta con posibles problemas rotacionales en los miembros inferiores. Además, el bebé no llega bien al suelo y se tiende a una marcha de puntillas, y es la causa de muchos de los accidentes entre 5 y 8 meses de edad.

  4. No forzar al bebé a caminar

    Es muy común intentar animar al bebé a caminar. Pero los huesos y músculos podrían no estar preparados y estarían soportando una carga mayor de la que son capaces. Forzar a caminar al bebé antes de tiempo solo le producirá mayores caídas.

  5. Pisar suelos irregulares

    Ni siquiera en los primeros meses dejamos a nuestros hijos e hijas ir descalzos. Cuando lo hacen, suele ser en casa con un suelo totalmente liso. Esto carece de estimulación sensorial y desarrollo muscular intrínseco del pie. Para aumentar este estímulo, existen alfombras o discos sensoriales, y cojines o bolas de equilibrio. Con estos elementos pueden jugar y a la vez desarrollar su función del pie con completa naturalidad.

  6. Bicicleta sin pedales

    Las bicicletas sin pedales han sustituido a las antiguas bicicletas con “ruedines” por tener más beneficios. En los primeros años de vida, niña y niño aprende mejor la coordinación motora necesaria. Aumenta su equilibrio sobre la bicicleta en marcha, coordinando los dos pies para no caerse. Con el tiempo cogerá más velocidad y los pies pasarán menos tiempo en el suelo. Se adquiere mayor confianza y seguridad a la hora de cambiar a una bicicleta con pedales. Las habilidades sensorio-motoras adquiridas con la bicicleta de equilibrio tienen más eficacia.

  7. ¡Mucho ojo con el calzado!

    Todos, niñas y niños tienden a quitarse los zapatos. No les gusta tener los pies encerrados en sus zapatos, y con razón. El zapato debe respetar la fisiología y evolución del pie y no estar sometido a la estética de la industria del calzado infantil. Hasta que el bebé no empiece a andar es aconsejable no calzarlo. Después, el calzado cumplirá la función de protección y debe ser lo más flexible posible, sin que haya ningún elemento rígido o semirrígido en la parte trasera. La suela debe ser fina y sin altura en el talón. Por último, hay que tener presente que en el calzado no sólo es importante el largo sino también el ancho. Debe tener espacio suficiente para no oprimir los dedos.

The Conversation

Nos preocupamos mucho por estos primeros pasos, pero no tanto por los segundos y los terceros. La evolución de la pisada de los niños será lo que les lleve a caminar y correr correctamente.

Las pautas podológicas suelen ser sencillas y están en continua actualización, pero falta mucha divulgación científica al respecto. Tener cultura sobre nuestros pies es clave, con mensajes precisos, claros y consistentes. Y puede ser un pequeño paso para un bebé, pero un gran paso para el futuro adulto en el que se convertirá.


La versión original de este artículo fue publicada en Sapiens.The Conversation