Muchos lugares que vivieron de la minería hoy sufren un declive silencioso. Calles antes llenas de vida se vacían: el fin de la actividad minera está haciendo migrar a sus poblaciones en busca de oportunidades, borrando parte de la identidad local. No obstante, una minería más sostenible ofrece la opción de pensar un nuevo futuro y mantener la herencia que dio esencia a estas comunidades.
Un ejemplo de este escenario es el municipio de Almadén, en Ciudad Real, donde se encuentra la explotación de cinabrio más antigua del mundo. Esta explotación, ya fue mencionada por los romanos en el siglo III a. e. c. y llegó a su auge en la Edad Moderna. Del cinabrio se obtiene mercurio, un metal singular y apreciado, ya que es el único líquido a temperatura ambiente. Además, es muy denso: un litro pesa más de trece kilos y medio.
Si bien durante la Edad Media los musulmanes ya trabajaban este mineral, la conquista de América cambió todo. La técnica de amalgamar plata y oro con mercurio hizo de Almadén un enclave estratégico para el cinabrio, que durante el siglo XVII llegó a estar bajo control de la Corona de Castilla.

La singularidad minera de Ciudad Real
Como Almadén, en Ciudad Real hubo otros enclaves mineros, entre los que destacan las minas de San Quintín, situadas en Cabezarados y Villamayor de Calatrava, en el Valle de Alcudia. Allí se extrajeron galena y esfalerita, minerales de los que se obtiene plomo y zinc.
Estos lugares atrajeron a muchos trabajadores y generaron núcleos de población en los municipios vecinos. Gracias a ello, surgieron servicios pioneros, como el Hospital de Mineros de San Rafael, fundado en el siglo XVII. Convertido hoy en un museo, fue uno de los primeros hospitales laborales de Europa.
Esta fuerte dependencia económica de la minería fue la que condicionó el desarrollo comarcal. Por lo que, tras el cierre de la actividad, resultó necesario buscar alternativas. En San Quintín se logró gracias a la cercanía con Ciudad Real y Puertollano, así como por las actividades agrícolas y ganaderas. Pero en Almadén no ocurrió lo mismo.

El cierre de la mina fue un golpe duro para su economía, que obligó a la población a buscar alternativas en el turismo o la agroindustria para subsistir. Sin embargo, la toxicidad debido a la absorción y acumulación del mercurio en los tejidos del cuerpo humano y su dispersión agravaron los problemas de salud y medioambientales, y hoy su economía sigue muy limitada.
¿Una oportunidad para el desarrollo de proyectos mineros más sostenibles?
En los últimos años, en todo el mundo ha crecido el uso de energías renovables como la solar y la eólica, así como de baterías en coches eléctricos. Esta nueva tecnología ha impulsado la demanda de metales poco concentrados, a veces presentes solo en lugares específicos.
Entre ellos destacan las llamadas “tierras raras”, conformadas por 17 elementos químicos. 15 pertenecen a los lantánidos, un grupo con propiedades electrónicas y físicas únicas, a los se suman el escandio y el itrio, esenciales en la tecnología moderna.
Su curioso nombre tiene origen en la dificultad para aislarlos en los siglos XVIII y XIX, así como en sus propiedades extraordinarias, ya que el término “raro” no hace referencia a escaso. El cerio, por ejemplo, se encuentra en la corteza terrestre en concentraciones similares a las del cobre.
En el 2024, la Unión Europea declaró las tierras raras como materias primas críticas. Estas son esenciales para la economía, pero su disponibilidad puede verse interrumpida debido a su escasez, concentración en pocos países o dificultades de acceso, lo que motivó la búsqueda de nuevos yacimientos. La empresa Quantum Minería S.L. propuso investigar la monacita gris en el Campo de Montiel (Castilla La Mancha), mineral rico en neodimio, un metal que se usa en aerogeneradores, motores eléctricos y dispositivos electrónicos y con un valor aproximado de 77,5 €/kg ultrapuro.
No obstante, el proyecto aún no ha demostrado viabilidad. La separación de estos elementos puede generar residuos radiactivos y causar impactos en la salud humana y en el medio ambiente suficientes para cuestionar la idoneidad de esta propuesta. Un estudio reciente se ha llevado a cabo sobre los sedimentos de un río en el noroeste de Tailandia señalando el peligro en caso de superar unos valores umbral de 0.24 μg/kg/dia para adultos y 0.95 μg/kg/dia para niños.
Además, la asociación vecinal “Plataforma Sí a la Tierra Viva” se opone de forma frontal a la minería de tierras raras en España.
Una situación que contrasta con la de Kíruna, en Suecia. Allí se descubrió hace poco un gran yacimiento con más de un millón de toneladas del mineral y sus habitantes aceptaron incluso trasladar la ciudad para permitir la explotación del recurso.
Un ejemplo llamativo de este fenómeno fue el traslado que se llevó a cabo de una iglesia de 672 toneladas. Un tráiler gigante la movió cinco kilómetros en dos días. El coste de la operación, junto con el del resto de edificios que también fueron trasladados, fue asumido por la empresa minera.

Alternativas de recuperación secundaria de tierras raras
Entre las alternativas a la extracción directa de estos elementos se encuentra la recuperación secundaria de metales, aquella que busca la extracción de estos compuestos en lugares contaminados promoviendo además su recuperación ambiental
Entre las alternativas a la extracción directa de estos elementos se encuentra la recuperación secundaria de metales, aquella que busca la extracción de estos compuestos en lugares contaminados promoviendo además su recuperación ambiental.
En el laboratorio de tecnologías integradas de recuperación medioambiental (EARTH) de la Universidad de Castilla-La Mancha hemos conseguido recuperar metales de tierras raras mediante la aplicación de tecnologías sostenibles con el medio ambiente. En este caso se ha realizado mediante un proceso de fitorremediación (uso de plantas para la extracción de contaminantes en suelos) utilizando la arenaria roja (Spergularia Rubra), la misma planta que crece de forma espontánea en terrenos contaminados de San Quintín. Esta especie vegetal fue utilizada por su gran potencial para acumular metales pesados.
Transformar un problema ambiental en una oportunidad de recuperación de recursos estratégicos
En este caso se ha realizado mediante un proceso de fitorremediación (uso de plantas para la extracción de contaminantes en suelos) utilizando la arenaria roja (Spergularia Rubra), la misma planta que crece de forma espontánea en terrenos contaminados de San Quintín
Esta tecnología ha permitido la recuperación de alrededor de 20 mg de metales de tierras raras por kg de planta recolectada, lo que demuestra la posibilidad de transformar un problema ambiental en una oportunidad de recuperación de recursos estratégicos.
Un avance que no sólo contribuye a la descontaminación de suelos afectados por la actividad minera, sino que abre la puerta a modelos más sostenibles de abastecimiento de tierras raras. Por otro lado, soluciona también la gran problemática de tantas regiones que eran antiguos territorios mineros. Hoy estas regiones se enfrentan al reto de revitalizar sus economías y su densidad poblacional sin perder su identidad.
Apostar por estas alternativas significa apoyar un futuro en el que la innovación científica y el cuidado del entorno vayan de la mano, un reto que nos interpela a todos como sociedad.
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