Los osos pardos descortezan los árboles para poner marcas y señalizar su ubicación, su tamaño y su estado de reproducción a otros osos y osas, según concluye un estudio internacional liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas que publica Scientific Reports.

El estudio se centra en analizar el comportamiento de descortezado de los troncos. Entre mediados de mayo y septiembre de 2020, durante el periodo de celo del oso pardo en la Cordillera Cantábrica, los investigadores/investigadoras manipularon las marcas que dejaban estos plantígrados en los árboles tapándolas con tiras de corteza.

El investigador del CSIC en el Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (INCAR-CSIC) y en la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad (UMIB-CSIC), Vincenzo Penteriani, ha señalado que la comprensión de las formas de comunicación animal está, a menudo, condicionada por ideas arraigadas en la literatura científica.

Así, precisa que la mayoría de las investigaciones sobre mamíferos se han centrado casi exclusivamente en la señalización química (excrementos, orina y secreciones de glándulas corporales) y acústica, pero la visual se puede haber pasado por alto.

De ese modo, los investigadores/as observaron que durante la temporada de celo retiraban las tiras de corteza. "Este hecho sugiere que el descortezado supone un canal de comunicación visual utilizado para la comunicación intraespecífica", comenta Penteriani, primer autor del trabajo.

 

Los osos descubrieron la manipulación

 

Durante la investigación, los científicos/as instalaron cámaras en la zona y grabaron cómo los osos descubrieron la manipulación y también que el lapso de tiempo más corto entre dicha manipulación y la visita de un oso por primera vez fue de siete días.

"Por lo tanto, las manipulaciones siempre desencadenaron una respuesta rápida cuando los machos adultos, probablemente los mismos que marcaron los troncos, regresaron y revisaron los árboles marcados", apunta el científico.

Hasta ahora, las marcas que hacían los osos en los árboles desconcertaban a los investigadores/as. "Detrás de los mordiscos y arañazos sobre los árboles -apunta Penteriani- había muchas teorías, la mayoría relacionadas con la deposición glandular de olor".

En ese sentido, el científico explica que las especies solitarias, como los osos, con interacciones directas poco frecuentes entre sí pueden beneficiarse de este tipo de marcas visuales para dar a conocer a otros/otras su ubicación, tamaño y estado reproductivo.

"Son más duraderas porque la probabilidad de que factores ambientales, como la lluvia, afecten a su detectabilidad es menor y funcionan de forma remota, incluso cuando el individuo que deja la señal se encuentra lejos", apunta.

En el estudio han participado también otras investigadoras del Grupo de Investigación del Oso Cantábrico de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad, (CSIC/UO/PA), así como personal de la Guardería del Principado de Asturias (Patrulla Oso) y del Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS).