El Día Internacional de los Bosques se celebra cada año el 21 de marzo y fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2012 para destacar la importancia de los bosques en la vida de las personas y el planeta en su conjunto. El objetivo de este día es crear conciencia sobre la necesidad de proteger, restaurar y gestionar de manera sostenible los bosques del mundo para las generaciones presentes y futuras. Cada año se elige un tema diferente para destacar aspectos específicos relacionados con los bosques y su importancia en nuestras vidas.

La ONU propone como tema para 2023 para el Día Internacional de los Bosque son los  “bosques y salud” tal como apunta en su informe Los bosques para la salud y el bienestar de los seres humanos (1) Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el que destaca que de manera directa e indirecta “aportan beneficios importantes para la salud de todas las personas, no solo de aquellas cuyas vidas están estrechamente entrelazadas con los ecosistemas forestales, sino también de las personas que viven lejos de los bosques, como las poblaciones urbanas”. 

En el mismo trabajo de las Naciones Unidas asegura que si bien el reconocimiento de la importancia de los bosques para la seguridad alimentaria y la nutrición ha aumentado notablemente en los últimos años, su función para la salud del ser humano ha recibido menos atención. La nutrición y la salud están intrínsecamente relacionadas: no puede lograrse una buena nutrición si no se goza de buena salud, y viceversa”.

 

Sumidero de carbono del planeta

 

La superficie terrestre, incluidas las montañas, colinas, mesetas y llanuras, proporciona servicios vitales, como oxígeno, alimentos y agua, que son esenciales para la vida. Además, la tierra alberga gran parte de la biodiversidad del planeta.

La tierra “desempeña una función fundamental en el sistema climático”, puesto que actúa como un sumidero de carbono, ya que sus superficies, como los bosques, regulan la temperatura del planeta y ayudan a almacenar el carbono. Solo en la última década, los ecosistemas terrestres absorbieron alrededor del 30 por ciento de las emisiones de carbono producidas por las actividades humanas como la quema de combustibles fósiles.

No obstante, nuestra tierra está sometida a una presión cada vez mayor debido a la deforestación, la urbanización, el desarrollo industrial, la expansión de la agricultura y las prácticas agrícolas insostenibles, que están socavando su capacidad para sustentar la producción de alimentos, mantener los recursos de agua dulce y forestales, así como para regular el clima y la calidad del aire.

Además, el cambio climático agrava, a su vez, la degeneración de la tierra a través de la sequía, la desertificación y otros fenómenos meteorológicos extremos que aumentan en frecuencia e intensidad a medida que el planeta se calienta.

 

El estado de nuestra tierra

 

En la actualidad, se ha deteriorado hasta el 40 por ciento de la superficie terrestre del planeta, incluidos el 30 por ciento de las tierras de cultivo y el 10 por ciento de los pastos.

En los últimos cincuenta años, la superficie de zonas áridas en situación de sequía ha aumentado una media de más de un 1 por ciento al año, lo que ha afectado, sobre todo, a países de África y Asia. Si continuamos abusando de nuestra tierra, para el año 2050 se habría deteriorado una superficie tan grande como el tamaño de Sudamérica.

Cuando la tierra se deteriora, esta acción repercute en la seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua y la salud de los ecosistemas, lo que afecta, de forma directa, a la mitad de la humanidad y provoca una pérdida de servicios ambientales por valor de unos 40 billones de dólares cada año, lo que representa casi la mitad del PIB mundial de 93 billones de dólares de 2021.

Asimismo, la degeneración de la tierra se considera “la mayor causa de pérdida de biodiversidad terrestre", que provoca la destrucción de los hábitats de muchos animales y plantas. Del mismo modo, las situaciones de degeneración grave, como la sequía y la desertificación, pueden asolar a las comunidades, lo que provoca cierta inestabilidad social y económica. Hasta 250 millones de personas tendrían que desplazarse de aquí a 2050 como consecuencia de la desertificación provocada por el cambio climático.

 

Tierra y cambio climático

 

¿Cómo afecta el deterioro de la tierra al cambio climático? El deterioro de la tierra disminuye la capacidad del suelo para almacenar carbono. Además, cuando se talan o queman los bosques, se libera el carbono que han almacenado. Un informe de las Naciones Unidas de 2018 reveló que la deforestación, por sí sola, representaba alrededor del 10 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el ser humano.

Entre 2000 y 2009, las emisiones anuales de gases de efecto invernadero procedentes de tierras degradadas representaron hasta 4400 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono (CO2); si se comparan, se considera que las emisiones mundiales de CO2 relacionadas con la energía alcanzarán su nivel más alto en 2021, con 36.300 millones de toneladas.

A medida que el planeta se calienta, los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías más largas e intensas, lluvias más fuertes que provocan inundaciones y desprendimientos, así como tormentas tropicales más frecuentes e intensas, empeoran la degeneración de la tierra.

Referencias