Los incendios forestales han vuelto, un estío más, a copar los titulares informativos en España con un importante número de focos en las comunidades de Galicia, Castilla y León y Extremadura.

Tal vez el fuego pueda parecer la consecuencia inexorable de vivir en entornos mediterráneos o atlánticos, que son zonas con mucha vegetación y una larga sequía estival. Pero ¿es esto realmente así? ¿Podríamos haber evitado por lo menos parte del daño que están infligiendo las llamas?

 

Extinción vs. prevención

 

La respuesta al problema de los incendios forestales se ha centrado en fortalecer la extinción, pero responder a un problema no es lo mismo que solucionarlo. Responder es hacer algo, cualquier cosa, independientemente de su efectividad o eficacia. Solucionar un problema, sin embargo, implica abordar las causas estructurales con el fin de evitar aquellos daños que sean evitables y de aprovechar las oportunidades que nos pueda brindar la eventualidad.

Algunas estimaciones indican que el 75 % de las descargas aéreas, por poner un ejemplo, son inútiles

Aumentar los recursos para la extinción es una medida populista, que goza de aceptación popular, pero que no soluciona el problema. Algunas estimaciones indican que el 75 % de las descargas aéreas, por poner un ejemplo, son inútiles.

¿Cómo solucionamos el problema, entonces? La clave yace en pasar de apagar incendios a gestionar el fuego.

 

¿En qué consiste gestionar el fuego?

 

El fuego, junto con los herbívoros y algunos microbios, se encarga de reciclar la biomasa en los ecosistemas.Tras el abandono rural, la actividad de los herbívoros ha pasado a ser anecdótica, dejando a los incendios como el principal encargado de reciclar ese exceso de biomasa

Para entender cómo gestionar el fuego, debemos antes comprender su papel ecológico y social. El fuego, junto con los herbívoros y algunos microbios, se encarga de reciclar la biomasa en los ecosistemas. Esto es, las plantas crecen continuamente, pero la biomasa no se acumula indefinidamente porque los incendios la queman, las herbívoros la comen y los microbios la descomponen.

Muchos de nuestros ecosistemas tienen ahora una carga de biomasa que ya no es natural. Tras el abandono rural, la actividad de los herbívoros ha pasado a ser anecdótica, dejando a los incendios como el principal encargado de reciclar ese exceso de biomasa. Los incendios actuales son particularmente voraces porque se encuentran con unas acumulaciones de combustible exageradas.

Gestionar el fuego, por tanto, no quiere decir únicamente apagar las llamas tan pronto como salta la primera chispa. Gestionar el fuego consiste, ante todo, en gestionar ese exceso de biomasa, de manera que entendamos el papel ecosistémico del fuego y que lo aprovechemos a nuestro favor.

En algunos casos, la gestión del fuego implicará que podamos dejar que algunos incendios ardan, siempre que se pueda garantizar la seguridad. También debemos introducir el fuego a través de quemas prescritas, que consumen la biomasa de forma segura para la población, a la par que contribuyen al reciclaje de nutrientes.

Otras medidas incluyen favorecer la ganadería extensiva, que disminuya el combustible, reducir la espesura de los bosques, que se encuentran en los niveles más altos de los últimos 100 000 años, y fortalecer la actividad agrícola.

 

Los incendios como problema político

 

Aunque actualmente se llevan a cabo algunas estrategias para la prevención de incendios en España, estas son escasas y no de la magnitud necesaria. Las competencias están actualmente transferidas a las comunidades autónomas.

En contra de lo que se considera tradicionalmente, la principal limitación a la gestión del fuego y a la prevención no es pecuniaria. Desde el Grupo de Refuerzo de Actuaciones Forestales de Bombers de Catalunya han estimado que la extinción cuesta unas 19 000 €/ha, mientras que la prevención se sitúa en los 3 000 €/ha cuando hablamos de claras (cortar árboles) o desbroces, o en los 300 €/ha en el caso de las quemas prescritas.

La extinción cuesta unas 19 000 €/ha, mientras que la prevención se sitúa en los 3 000 €/ha cuando hablamos de claras (cortar árboles) o desbroces, o en los 300 €/ha en el caso de las quemas prescritas

Tampoco se trata de una limitación científica, ya que los estudios existentes apuntan a cómo abordar el problema. Y desde el punto de vista técnico, ingenieril, también sabemos qué debemos hacer. Se trata, principalmente, de un problema político. Porque para abordar plenamente la gestión del fuego y de los ecosistemas se necesitan políticos valientes.

En la cabeza de muchos legisladores planean ideas románticas sobre la naturaleza, que confunden ecologismo con edenismo. Esto es, se pretende proteger a la naturaleza anulando la intervención humana, o llevándola a su mínima expresión. El caso más acusado lo encontramos en las áreas protegidas, que actualmente se queman de forma desproporcionada.

 

El fuego en las áreas protegidas

 

Los incendios en Las Médulas (León) o Tres Cantos (Madrid), por ejemplo, ocurrieron en zonas protegidas. Las estadísticas revelan que estas áreas pueden llegar a arder hasta 17 puntos por encima de lo que les correspondería. Además, la severidad del incendio, o su intensidad, es un 20 % mayor que en los bosques no protegidos y la exposición de la población que vive en estos espacios, o en su periferia, es un 900 % mayor.

Las causas las encontramos en las grandes acumulaciones de biomasa resultantes de la escasa actividad forestal, junto con el bajo número de accesos y factores topográficos y meteorológicos.

Fuera de las áreas protegidas también nos encontramos con problemas serios. El agricultor que pretenda recuperar tierras abandonadas hace unas décadas para su cultivo, por poner un ejemplo, se topará con una legislación que le obligará a realizar una evaluación de impacto ambiental incluso si solo pretende recuperar una hectárea de terreno. Esto supone un coste muy elevado y desincentivará la inversión, y la ley de deforestación que está preparando la Comisión Europea podría agravar aún más la situación.

Recordemos que llamamos hogar a nuestra casa. Hogar viene de hoguera, de estar cerca del fuego, socializando y cocinando. Debemos recuperar la gestión del fuego para vivir tranquilos en nuestros hogares.The Conversation