Son seres vivos con derechos y no cosas, como acaba de legislar el Congreso de los Diputados. Pero, al igual que nosotros, empiezan a ser demasiados, y el planeta pronto no se lo podrá permitir. Si los perros y gatos domésticos de Estados Unidos vivieran en un país aparte, este sería el quinto mayor consumidor de carne de la Tierra, solamente por detrás de los propios Estados Unidos, China, Brasil y Rusia. Su enorme consumo de recursos es el causante de un volumen de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera equivalente al de 13,6 millones de vehículos de motor. Nada más y nada menos.

Porque en los hogares de los 50 estados de la Unión, en los que habitan 321 millones de personas, viven con ellos la colosal cifra de 163 millones de canes y felinos convertidos en mascotas, que ingieren el 19% del total de calorías consumidas en el país (dado que su dieta predominantemente carnívora es más calórica que la media de la de los humanos, que entre los estadounidenses ya lo es bastante). O lo que es lo mismo, tantas calorías como consumen todos los franceses. 

El volumen de gases que provocan equivale al de 13,6 millones de vehículos de motor

Y producir todas esas calorías a través de la cría de ganado genera unas emisiones de unos 64 millones de toneladas de CO2 al año, que contribuyen al calentamiento global del planeta. Lo ha calculado el profesor de Geografía del Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) Gregory Okin, que publicó el resultado de sus investigaciones en la prestigiosa revista científica PLOS (siglas en inglés de Biblioteca Pública de Ciencias).

En España, en 2015 había 5.147.980 perros y 2.265.980 gatos, según datos del Informe de análisis y caracterización del sector de los animales de compañía del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. La cifra no deja de aumentar a un ritmo inquietante: respecto a 2012, eran un 10,37% más de perros y un 9,01% menos de gatos. El gasto medio anual en un perro oscila en España entre los 700 y los 1.500 euros, lo que ha generado un enorme volumen de negocio.

Hace tiempo que sabemos que la ganadería, que ocupa directa o indirectamente, por medio de la agricultura que produce alimentos para el ganado, ya casi un tercio de la superficie productiva del planeta, es una enorme fuente de cambio climático. Y una buena parte de esa producción ganadera se destina en el mundo rico a alimentar a animales de compañía. Del 25 al 30% del impacto ambiental del consumo de carne en Estados Unidos se debe a esas bocas no humanas nutridas con productos de origen animal, estima el investigador de la UCLA.

Okin tomó como base de sus cálculos un estudio aparecido en 2013 en la revista Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS, en sus siglas en inglés) en el que se concluía que producir un kilo de pollo emite casi 3,7 kilos de dióxido de carbono, mientras que un kilo de cerdo genera 24 kilos y la misma cantidad de carne de vacuno puede llegar hasta los 1.000 kilogramos de CO2.

Más que un ciudadano vietnamita

A similares conclusiones llegaron En su libro ¿Hora de comerse al perro? La guía real para una vida sostenible Robert y Brenda Vale, una pareja de especialistas en sostenibilidad de la Universidad de Victoria (Nueva Zelanda), quienes calcularon que para alimentar a un perro mediano hacen falta 0,84 hectáreas de terreno. Para compensar las emisiones de un Toyota Land Cruiser que recorriera 10.000 kilómetros al año bastarían 0,41 hectáreas. De acuerdo con sus estimaciones, un gato casero tendría el mismo impacto ambiental que un Volkswagen Golf, con 0,15 hectáreas. Con datos de 2004, un ciudadano vietnamita podía mantenerse con 0,76 hectáreas, y un etíope con 0,67.

Además de las emisiones, hay otros costos ambientales derivados de la producción de carne en forma de consumo de tierra, agua y energía, erosión, contaminación por pesticidas y desechos. Y uno más derivado directamente de la posesión de mascotas: los perros y gatos estadounidenses generan 5,1 millones de toneladas de excrementos al año.

Se trata de un volumen equivalente al de los residuos de todo tipo de la población humana de un estado como Massachussets, donde viven 6,8 millones de personas. Semejante cantidad de residuos, además de generar un problema de higiene pública en las calles, cuando son recogidos es por medio de bolsas de plástico en lugar de ser tratados como las heces humanas, lo que suma a la lista otro severo impacto ambiental (esas bolsas de polietileno usadas no se pueden reciclar y tardan una media de 150 años en descomponerse).

Los animales de compañía generan 5,1 millones de toneladas de excrementos al año

Okin confirmó durante su investigación que los llamados alimentos premium para mascotas contienen cada vez más carne de calidad, a la que tantos humanos no tienen acceso. “Un perro no necesita comer carne, puede comer cosas que un ser humano no podría. Son omnívoros y pueden digerir almidones. ¿Y si pudiéramos convertir parte de esa comida para mascotas en comida para la gente?”, se pregunta. El volumen de carne que ingieren los perros y gatos podría alimentar a una población humana de 26 millones de personas, equivalente a la de un estado como Texas, apunta.

El problema se expande a nivel mundial. Conforme aumenta su nivel de vida, en países emergentes como China, la India o Brasil la gente consume cada vez más carne... y ansía poseer más mascotas, un elemento del consumismo más que caracteriza a las sociedades acomodadas. “A medida que aumenta la cantidad de animales domésticos en ciertos países en desarrollo, especialmente en China, y las tendencias de los alimentos para ellos aumentan la cantidad y calidad de la carne, tener mascotas agravará los impactos ambientales de las dietas humanas a nivel mundial”, advierte el científico.

Medio en serio medio en broma, Okin apunta la posibilidad de dar el salto a mascotas vegetarianas, como aves o hámsters. "Tal vez todos podríamos tener pequeños ponis, haríamos más ejercicio llevándolos a caminar, y además también nos cortarían el césped", plantea.

"No soy vegetariano, pero comer carne tiene un coste, y aquellos de nosotros que estamos a favor de seguir haciéndolo necesitamos tener información adecuada a la hora de tomar nuestras decisiones, y eso incluye la elección de nuestras mascotas", justificó el origen de su investigación, desarrollada mediante complejos cálculos matemáticos y que dijo nació una noche de insomnio de hace cinco años.

Con su consumo de recursos, los animales domésticos contribuyen a la destrucción de hábitats y la desaparición de numerosos animales salvajes. Pero también los eliminan directamente: la asociación suiza ProNatura, principal entidad conservacionista del país, ha calculado que, en un mes de primavera, los gatos domésticos de aquel país pueden matar a un millón de ratones, 400.000 insectos, 350.000 pájaros y 50.000 ranas y sapos. En Australia, las autoridades estiman que 75 millones de pequeños animales endémicos mueren cada día en las garras de unos 20 millones de gatos domésticos.