Cuando Halima (nombre ficticio) tenía ocho años, fue sometida a la mutilación genital femenina de manos de su madre, una partera tradicional. "El procedimiento fue doloroso, sin anestesia. Sangré durante días", recuerda. "Estuve en cama más de tres meses y se me hacía difícil orinar".

Cuando llegó a la adolescencia, el paso de la sangre menstrual era difícil. Como recién casada, el sexo con su marido también era doloroso; y como embarazada, el parto era una experiencia terrible, pues, peligrosamente, el trabajo de parto duraba días.

 

Era impura

 

A pesar de su sufrimiento, permitió que se mutilara a su primera hija. "Mi hija fue sometida a la mutilación genital femenina del tipo sunna -extirpación de parte del clítoris o de todo el clítoris-, y sintió todo el dolor que he sufrido", admite Halima. Sin embargo, debido a que no fue mutilada mediante el tipo faraónico, más severo -pues implica coser para cerrar la abertura-, la gente las insultaba argumentando que su hija era impura.

Halima, de 50 años, madre de cinco hijas y cinco hijos, vive ahora en un campamento de desplazados internos en las afueras de la capital, donde conviven 280 hogares que huyeron de la aldea de Danunay, a casi 250 kilómetros de distancia, debido a la violencia insurgente. También es guardiana del campamento, o influyente integrante de la comunidad, lo que la hizo la persona ideal para ayudar a terminar con la práctica dañina que ella y su hija tuvieron que soportar.

 

99% de las mujeres somalíes

 

Según la Encuesta de Salud y Demografía de Somalia de 2020, el 99% de las mujeres de entre 15 y 49 años han sido sometidas a mutilación genital femenina, la mayoría entre los cinco y nueve años. La encuesta también informa de que el 72% de las mujeres creen que se trata de un requisito islámico, aunque algunos líderes religiosos han planteado que el Islam lo condena.

La COVID-19 ha elevado el riesgo de que las niñas se sometan a la práctica, al interrumpir los programas preventivos, o bien a partir de los cierres escolares, que los padres pueden utilizar para dar a sus hijas más tiempo para sanarse.

En 2020, el UNFPA proporcionó a 52.225 mujeres y niñas somalíes servicios de protección, prevención o atención relacionados con la mutilación genital femenina. Si bien no hay legislación nacional que prohíba la práctica, el estado de Puntlandia aprobó el año pasado un proyecto de ley de tolerancia cero a la mutilación genital femenina.

 

La campaña Estimada hija

 

Como parte de la campaña Estimada hija del UNFPA y de la Fundación Ifrah, Halima y otras mujeres influyentes en el campamento se enteraron de los efectos nocivos de la mutilación genital femenina y compartieron sus experiencias personales en talleres. "Durante todo el curso de capacitación, tuve recuerdos de cómo la mutilación genital femenina ha afectado seriamente mi vida", dijo.

Hace tres años, una joven del campamento murió como resultado de la mutilación genital femenina. Ahora Halima se dedica a unir a la comunidad para que nunca se repita la tragedia. Entretanto, la fundación, en asociación con la Campaña Mundial de Medios para Poner fin a la Mutilación Genital Femenina, distribuyó transmisores de radio suministrados por el UNFPA a 100 hogares, para que los residentes pudieran escuchar las campañas de sensibilización.

"Ha sido un sueño muy anticipado trabajar para salvar a las niñas del dolor y sufrimiento innecesarios que sufrí como resultado de la mutilación genital femenina", revela la superviviente Ifrah Ahmed, iniciadora de la fundación homónima. "Halima es un ejemplo de cómo podemos cambiar el futuro de todas las niñas somalíes".

La campaña, presentada el otoño pasado, "está acelerando las voces de mujeres y hombres por igual para poner fin a la mutilación genital femenina en Somalia", afirma Nkiru I. Igbokwe, especialista en violencia de género del UNFPA en Somalia. "Está dirigida a personas y comunidades rurales y urbanas que están emprendiendo acciones extraordinarias dentro de su esfera de influencia para cambiar la narrativa en torno a la mutilación genital femenina".

 

Guardar silencio sobre la violación por temor a la estigmatización

 

Las acciones de defensa de Halima se han extendido más allá de la mutilación genital femenina, ya que anima a las embarazadas y lactantes a visitar centros de salud y conciencia en torno a los casos de violencia sexual y de género. Igualmente señala que los y las integrantes de la comunidad solían guardar silencio sobre la violación por temor a la estigmatización, pero ahora buscan ayuda.

Debido a su liderazgo, casi 100 madres, entre ellas la madre de Halima y otras parteras tradicionales, han prometido no practicar la mutilación genital femenina, preservando así a unas 200 niñas en el campamento. "No quiero que mis otras hijas y otras jóvenes padezcan el dolor que hemos sufrido", concluye.