La cornisa cantábrica alberga un gran número de hábitats con una increíble biodiversidad tanto en flora como en fauna. La mayoría son bien conocidos. Sin embargo, uno de estos hábitats, peculiar e importante para la lucha contra el cambio climático, había pasado desapercibido hasta el momento: las turberas.

Las turberas son un almacén de carbono que tiene milenios de antigüedad. Además de esta función, también pueden retener carbono a través de su particular vegetación. Además de plantas algodoneras y brezo, uno de los grupos más comunes son los esfagnos o musgos de turbera, capaces de atrapar grandes cantidades de carbono de la atmósfera ayudándonos a combatir el cambio climático de forma natural.

Aunque cubren menos del 3 % del territorio en nuestro planeta, estos ecosistemas almacenan más del 20 % del carbono total almacenado en los suelos.

Dentro de las turberas, hay un tipo muy específico llamado turberas cobertor. Este hábitat muy húmedo se da principalmente en zonas oceánicas y cubre extensas áreas de Reino Unido, Irlanda y Noruega. Es raro encontrarlo en otros países europeos como España.

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Plantas de algodón características de las turberas / The Conversation

Un hábitat poco conocido en España

 

En España, las turberas cobertor conocidas y protegidas se encuentran principalmente en Galicia y en el País Vasco, aunque diversos autores habían subrayado la necesidad de completar el inventario de estos ricos ecosistemas.

Nuestra investigación describe y localiza por primera vez un total de 14 turberas cobertor ubicadas en la cornisa cantábrica. El hallazgo completa el inventario y resalta el valor de este raro tipo de hábitat en la península ibérica, que representa el límite sur de este tipo de turbera en Europa.

A pesar de su enorme valor, el desconocimiento de este hábitat ha provocado en muchos casos su destrucción tanto a causa de explotaciones mineras (por ejemplo, en Puerto de Tornos, Cantabria) como para su uso como pastos, provocando continuas quemas en un hábitat de naturaleza húmeda. Estas actividades reducen la presencia de los esfagnos y afectan negativamente a su función de sumidero de carbono. De esta manera, estos ecosistemas pueden llegar incluso a convertirse en fuentes de gases de efecto invernadero.

Las presiones antropogénicas ejercidas sobre las turberas identificadas y descritas en nuestra investigación son abundantes. Si bien estas sufren erosión de manera natural a causa del viento, la lluvia y el hielo, aquellas sometidas a ganadería intensiva en los montes cántabros pierden entre cuatro y seis veces más carbono que las protegidas.

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Las turberas son un elemento clave en la mitigación del cambio climático / The Conversation

Los parques eólicos amenazan las turberas

 

Sin embargo, hay una amenaza aún más problemática y que puede afectar de manera irreversible a las turberas y a su función de sumidero de carbono: los parques eólicos.

Los parques eólicos producen energía limpia y, en teoría, nos ayudan a combatir el cambio climático. Pero ¿qué pasa si las construimos en hábitats que de forma natural no solo almacenan carbono, sino que también atrapan carbono ayudando a combatir el cambio climático? El resultado puede ser variable, pero por lo general, negativo.

Los parques eólicos no están compuestos solo por las turbinas, sino que también necesitan pistas de acceso. Si estas son construidas sobre turberas, pueden afectar a la capacidad de retención de agua de este hábitat, modificar la vegetación que ayuda a atrapar el carbono o incluso afectar por completo a la morfología de la turbera dividiéndola en dos unidades, tal y como hemos comprobado en nuestra investigación.

Así, los diversos planes de expansión de parques eólicos propuestos en estas áreas entre Cantabria y Castilla y León podrían afectar de manera irreversible a este hábitat único.

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Turbera dividida por una pista de acceso en un parque eólico / The Conversation

Esperanza para las turberas cobertor

 

Afortunadamente, no todo está perdido. Las buenas prácticas en conservación y restauración de este hábitat en otras regiones como Bizkaia demuestran la capacidad de las turberas cobertor para recuperarse y ejercer su función de sumidero de carbono si los gobiernos invierten en su restauración y garantizan su protección.

Por tanto, para estas turberas cobertor, un hábitat de obligada protección aplicando las regulaciones europeas, no es demasiado tarde. Tanto el Gobierno de Cantabria como el de Castilla y León deben proteger este hábitat para reducir las presiones a las que están expuestos estos ecosistemas del límite sur de Europa. Una vez protegidas, podrán acceder a fondos europeos de restauración para restituir y preservar el aliado natural contra el cambio climático a largo plazo.