Durante el mes de agosto los incendios forestales han devastado España, especialmente la zona noroeste del país.
La terrible concentración de grandes fuegos ha desbordado los medios disponibles para su extinción y ha traído a primer plano los niveles de emergencia de incendios forestales ante la polémica política por la solicitud o no de la declaración del nivel 3 de emergencia.

Los niveles de alerta más moderada
El sistema de alerta ante incendios se estructura en cuatro niveles de creciente gravedad que oscilan según la intensidad del siniestro, el peligro para infraestructuras y vidas humanas y el tipo de respuesta a aplicar.
El de menor gravedad es el nivel 0 ó de precaución. En este tipo de siniestros el riesgo es bajo, sin afectación a infraestructuras o personas. En este caso sólo se ve implicado terreno forestal y su control se realiza exclusivamente con los medios autonómicos, sin necesidad de refuerzos de otro tipo.
En un paso superior de la escala se encuentran los incendios de nivel 1, ya considerados como de prealerta. En este tipo de siniestros el riesgo empieza a ser moderado, con una posible afectación sobre bienes materiales o infraestructuras, lo que supone un aumento de la vigilancia y los medios de lucha contra el mismo. Puede llegar a darse cierta situación de peligro para zonas habitadas o incluso realizarse alguna evacuación preventiva para reducir riesgos.
A pesar de su mayor entidad y necesidad de recursos, el despliegue es exclusivamente autonómico, todavía sin ningún tipo de participación estatal.
La ola de incendios actual: nivel 2
En este mes de agosto se ha declarado la alerta de nivel 2 en varios incendios, lo que supone un paso más en la escala. En este tipo de siniestros ya se considera que el fuego implica un alto riesgo para la vida humana, propiedades o entornos naturales de gran valor. Suele tratarse de incendios descontrolados, como ha ocurrido en varios de los sufridos durante estos días, y la evacuación de poblaciones es mucho más habitual.
El despliegue de medios de extinción resulta más exhaustivo aunque, cuando acontecen varios de estos siniestros a la vez como en las últimas semanas, puede haber escasez de medios. Este tipo de siniestros supera los cauces de respuesta autonómicos, por lo que se ofrecen refuerzos de tipo estatal para su extinción. Entre estas ayudas destaca la actividad de la UME (Unidad Militar de Emergencias) o las brigadas BRIF del Ministerio. A pesar de estos refuerzos, el liderazgo y el mando de las labores de extinción continúa bajo competencia autonómica.
El nivel 3: emergencia nacional
Este nivel de alerta debe ser declarado directamente por el Gobierno si afecta a todo el país, aunque también existe la posibilidad de que lo solicite una Comunidad para ella misma en el caso de ser la única o principal afectada. En este caso estaríamos ante una situación de riesgo extremo que supondría una grave amenaza para vidas humanas y bienes materiales a gran escala.
Este peligro global supone que el Estado lidera y coordina todas las labores de lucha contra el peligro bajo un mando centralizado en el Ministerio del Interior. Esto puede suponer la toma de medidas excepcionales para proteger a la población y los recursos afectados o incluso la movilización de recursos extraordinarios como el Ejército. También se realiza la movilización de todos los medios disponibles, tanto nacionales como autonómicos, para la lucha contra el incendio.
En esta dramática ola de incendios se ha dirimido una disputa política sobre la declaración o no de una alerta de nivel 3 y sus consecuencias sobre la lucha y extinción de los incendios. Aquellas Comunidades que no quisieron solicitar el nivel 3 alegaron que dicha decisión no supondría la disposición de más medios, ni autonómicos ni estatales. Por su parte, fuentes del Gobierno afirmaron que el Estado ya tenía movilizados todos sus recursos disponibles en la lucha contra los incendios. A la vez, invitaron a las Comunidades a solicitar el nivel 3 si no se veían capaces de asumir el control de las labores de extinción de una ola de incendios que, según las últimas estimaciones, podría haber calcinado casi 400.000 hectáreas en los peores incendios forestales de nuestra historia.
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