Pequeñas, torcidas, de proporciones irregulares, con manchitas o lesiones en la piel, las frutas u hortalizas con la menor imperfección estética son apartadas del circuito comercial ya desde el inicio de la cadena. Nunca llegarán a los mostradores de las tiendas o los supermercados. En el mejor de los casos, serán empleadas para producir zumos, cremas o mermeladas. O para alimentar animales. Aunque su calidad alimentaria sea óptima.

Cerca de un tercio de los alimentos producidos en el planeta para el consumo humano –unos 1.300 millones de toneladas anuales– se pierde o desperdicia, según datos de la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Algunas estimaciones hablan de 41.000 kilos desperdiciados ¡cada segundo!

Un tercio de los alimentos producidos para consumo humano se pierde o desperdicia

Con la cuarta parte de ellos se podría acabar con el hambre en el mundo. Y no es sólo una lacra del mundo desarrollado: cada consumidor de Europa y América del Norte desaprovecha de 95 a 115 kilogramos de alimentos al año, pero en el África subsahariana y en Asia meridional y sudoriental la cifra es de 6 a 11 kilogramos anuales.

El 19 de enero de 2012, el Parlamento Europeo, con la resolución Cómo evitar el desperdicio de alimentos: estrategias para mejorar la eficiencia de la cadena alimentaria en la Unión Europea, instó a los estados miembros y a los agentes de la cadena agroalimentaria a frenar la cifra anual de pérdidas y desperdicios, unos 89 millones de toneladas, 179 kilos por habitante, según la Comisión Europea.

En Francia, el volumen de alimentos vegetales frescos desechado por este motivo puede alcanzar hasta el 40% de la producción. Cada año se tiran unos tres millones de toneladas. Coincidiendo con el Año Europeo contra el Despilfarro de Alimentos, declarado por la UE, Intermarché, la tercera mayor cadena de supermercados francesa, ha lanzado su iniciativa Les fruits & légumes moches (Las frutas y legumbres feas). 

Durante varios días, una tienda de la cadena puso estos productos menos agraciados, pero tan buenos o mejores desde el punto de vista nutricional que los estéticamente perfectos, a disposición del público a un precio un 30% más bajo.

 

Un gran éxito

 

Así, las zanahorias feas se vendían a 0,83 euros el kilo, las manzanas a 1,39 y las naranjas a 1,04. Una manzana grotesca al día también mantiene alejado al médico; La patata ridícula, elegida Miss patata para puré 2014; Una naranja horrible hace un bello zumo; El limón fracasado, del creador del limón; La berenjena desfigurada, tan barata que podría estar aún más desfigurada fueron algunos de los lemas de la campaña, que recomendaba el consumo de Cinco frutas o verduras feas al día.

Para acabar de convencer a los más reticentes, la tienda de la localidad de Provins, de 12.000 habitantes, situada al sureste de París, ofreció en un stand de degustación 160 litros de crema de zanahorias feas y 500 kilos de zumo de naranjas feas.

El éxito fue mayor de lo esperado. Los clientes arramblaron con todo. Se vendieron 1,2 toneladas de vegetales poco agraciados durante los dos primeros días de la campaña, incrementando un 24% las ventas. Al cabo de un mes, más de 13 millones de personas se habían informado sobre el tema en las redes sociales. Para contribuir a la sensibilización, se enviaron paquetes de frutas feúchas pero deliciosas a un buen número de periodistas y blogueros, en una acción que logró despertar la atención hacia el problema por parte de los medios.

Durante los dos primeros días de la campaña, las ventas aumentaron un 24% 

No se trata de la única iniciativa ambiental de la marca de supermercados francesa (con implantación también en otros países europeos. En España sus 53 tiendas fueron compradas en 2009 por el grupo catalán Bonpreu, que revendió las 21 situadas fuera de Cataluña a Carrefour y Lidl).

Según su web, Intermarché, que da empleo a 86.500 personas en Francia, comercializa 2.315 clases de productos bio o ecológicos, no vende ninguno que contenga transgénicos, apoyan a los pequeños y medianos productores locales (y, en general, a la industria francesa) y el 57% de sus productos están etiquetados con el Ecolopass, que explica cómo separar correctamente los componentes del envase para su reciclaje, al que anima al comprador.

Las frutas o verduras imperfectas se ofrecían ya desde hace tiempo en cestas de verduras para sopas o de frutas para compota. Pero en la lucha contra el desperdicio de comida se ha ido más allá: los huesos y subproductos de carne descartados por los carniceros son vendidos a 2,50 euros el kilo a los propietarios de perros u otros animales. El pan seco del día anterior (que representa el 14% del total de residuos de alimentos en Francia) también se vende para el consumo de animales a cinco euros la bolsa de veinte barras.

Para reducir el despilfarro (y el volumen de envases), en algunas tiendas ya se pueden comprar pastas, arroz, cereales, legumbres o café a granel y se incentiva al cliente a adquirir quesos, carnes o embutidos al corte. Y, como no podría ser de otra manera, toneladas de productos no vendibles pero en buen estado se entregan a los bancos de alimentos. Para que toda la comida acabe donde debe: en un estómago.