El 6 de noviembre se celebra el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, con el objetivo de fomentar la protección del medio ambiente en situaciones de conflictos bélicos.

Sumario

 

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 6 de noviembre de 2001 como Día Internacional para la prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados en su (resolución 56/4). En una guerra, no solo hay heridos, muertes y destrucción humana y material, sino que, a veces, el medio ambiente es una víctima silenciosa. Se han justificado acciones como la contaminación de fuentes de agua, la destrucción de cultivos, la tala de bosques, la contaminación de suelos y el sacrificio de animales en aras de obtener ventajas militares.

 

La explotación del medio ambiente como motivo de conflictos armados

 

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), al menos el 40 % de los conflictos internos en los últimos 60 años han estado relacionados con la explotación de recursos naturales, ya sea debido a su valor como la madera, diamantes, oro, minerales y petróleo, o por su escasez, como la tierra fértil y el agua. El riesgo de recaída en conflictos de este tipo vinculados a recursos naturales es el doble en comparación con otros casos.

Ya que no puede haber una paz duradera si los recursos naturales que sustentan los medios de subsistencia y los ecosistemas son destruidos, el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados fomenta la idea de la preservación de nuestro entorno natural en los enfrentamientos bélicos. En medio de la devastación y el caos que conlleva un conflicto armado, la preservación del entorno natural a menudo pasa desapercibida. Sin embargo, este tema crítico no puede ser ignorado, no solo es esencial para el bienestar humano, sino que también juega un papel crucial en la construcción de un futuro sostenible y pacífico.

Un paso más allá para lograr este objetivo se produjo el 27 de mayo de 2016, cuando la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente aprobó una nueva la resolución UNEP/EA.2/Res.15, que reconoce que los ecosistemas saludables y la gestión de los recursos naturales de forma sostenible contribuyen a reducir el riesgo de conflictos armados. En esa misma resolución, la asamblea reiteró su firme compromiso con la completa implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como se establece en la resolución 70/1 de la Asamblea General, titulada "Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible".

En definitiva, la preservación del entorno natural en medio de la adversidad no es solo una cuestión ambiental, sino una cuestión de derechos humanos. El acceso a un ambiente sano está intrínsecamente ligado a los derechos fundamentales de las personas, desde el derecho a la vida y la alimentación hasta el acceso a agua potable. En tiempos de guerra, proteger y preservar el medio ambiente no es una opción, es una imperiosa necesidad.

 

Los graves efectos de las guerras en el medio ambiente

 

La guerra tiene un impacto devastador en el medio ambiente. No solo está en juego la supervivencia humana, sino también la de muchas especies. Sus principales consecuencias para nuestro entorno natural son:

  • Contaminación del agua: Los conflictos pueden resultar en la contaminación de fuentes de agua debido al vertido de productos químicos, petróleo y desechos industriales. Esto afecta la vida acuática y pone en peligro la salud humana.
  • Destrucción de ecosistemas: La guerra a menudo lleva a la destrucción directa de hábitats naturales, como bosques, humedales y arrecifes de coral. Esto resulta en la pérdida de biodiversidad y en la interrupción de los ciclos naturales.
  • Contaminación del aire: Los conflictos pueden generar grandes cantidades de humo, polvo y partículas en suspensión debido a la quema de combustibles fósiles, la explosión de municiones y la destrucción de infraestructuras. Esto tiene efectos perjudiciales para la calidad del aire y la salud respiratoria.
  • Emisiones de gases de efecto invernadero: La guerra puede aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero debido a la destrucción de infraestructuras y la quema de combustibles. Esto contribuye al cambio climático y sus efectos asociados.
  • Desplazamiento de poblaciones y presión sobre recursos naturales: Los conflictos desplazan a comunidades enteras, que a menudo se ven obligadas a refugiarse en áreas ya habitadas, lo que aumenta la presión sobre los recursos naturales locales.
  • Contaminación de suelos y acumulación de residuos tóxicos: La guerra puede resultar en la liberación de sustancias químicas tóxicas en el suelo y la acumulación de residuos peligrosos, lo que contamina la tierra y afecta la producción de alimentos.
  • Alteración de ciclos naturales: Las prácticas militares, como la detonación de explosivos y el despliegue de armas, pueden alterar los ciclos naturales de nutrientes y agua, lo que tiene un impacto a largo plazo en los ecosistemas.
  • Dificultades en la recuperación tras el conflicto: La restauración y rehabilitación ambiental después de un conflicto puede ser un proceso costoso y complejo, especialmente si se trata de áreas altamente contaminadas o degradadas.
  • Amenaza para la seguridad alimentaria: La destrucción de tierras agrícolas y la contaminación de recursos hídricos pueden llevar a la escasez de alimentos y a una mayor inseguridad alimentaria.

 

Tratados internacionales en defensa medio ambiente en tiempos de guerra

 

Además de la celebración de este día internacional, existen otros tratados internacionales que apoyan esta causa.

Uno de los tratados más influyentes en este ámbito es el Protocolo Adicional I a los Convenios de Ginebra de 1949. Este documento, adoptado en 1977, prohíbe el uso de métodos y medios de guerra que causen daños ambientales excesivos. Establece un marco claro para la protección de los ecosistemas y recursos naturales, reconociendo que la preservación del entorno es esencial para la supervivencia y el bienestar de las poblaciones afectadas por conflictos.

Además, la Convención sobre Armas Químicas (CAQ), adoptada en 1993, prohíbe el desarrollo, producción, adquisición, almacenamiento y uso de armas químicas y sus precursores. Esta convención no solo tiene implicaciones cruciales para la protección de la vida humana, sino que también evita la contaminación catastrófica del entorno natural.

Otro hito importante es la Convención sobre Municiones en Racimo, firmada en 2008. Este tratado prohíbe el uso, almacenamiento, producción y transferencia de municiones en racimo, las cuales representan una amenaza significativa para los ecosistemas y la salud humana debido a su capacidad para dejar zonas enteras contaminadas durante años.

Los convenios y tratados internacionales no solo prohíben prácticas perjudiciales en tiempos de conflicto, sino que también establecen un marco para la responsabilidad y la rendición de cuentas. Establecen estándares claros para la conducta de las partes involucradas en un conflicto. No solo establecen límites para la conducta en conflictos armados, sino que también reconocen la importancia vital de preservar los ecosistemas y recursos naturales para la supervivencia y el bienestar de las poblaciones afectadas. Son un faro de esperanza en medio de la adversidad, recordando al mundo que incluso en tiempos de guerra, la protección del entorno natural no puede ser olvidada.

 

El compromiso de las organizaciones no gubernamentales en la causa

 

Las organizaciones no gubernamentales también desempeñan un papel vital en este ámbito. Grupos como Greenpeace, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y Amnistía Internacional han dedicado recursos considerables a la defensa y preservación del medio ambiente en situaciones de conflicto. A través de la promoción de políticas, la investigación y la movilización de la opinión pública, estas organizaciones han logrado poner en el centro de la agenda global la importancia de proteger el entorno natural en tiempos de guerra.

Además, muchas ONGs despliegan equipos en el terreno para proporcionar asistencia directa a las comunidades afectadas. Desde la limpieza de áreas contaminadas hasta la distribución de suministros de emergencia, estas organizaciones desempeñan un papel crucial en la mitigación de los daños ambientales y la protección de las personas que dependen de estos recursos.

Un ejemplo claro de este compromiso es el trabajo de Médicos Sin Fronteras, que no solo brinda atención médica esencial en zonas de conflicto, sino que también aborda la intersección entre la salud humana y el medio ambiente, reconociendo la importancia de un entorno sano para la recuperación y la supervivencia.

El compromiso de la comunidad internacional y las ONGs en la protección ambiental en conflictos armados no solo es una cuestión de responsabilidad global, sino también una muestra de solidaridad y empatía hacia las comunidades que enfrentan adversidades inimaginables. Es una demostración poderosa de que, incluso en medio de la adversidad, la preservación del entorno natural es una prioridad inquebrantable para el bienestar humano y la construcción de un futuro sostenible.