La desconfianza acompaña a la llegada de las nuevas vacunas contra la COVID-19. ¿Hay motivos que la justifiquen? Los datos dicen que no. En concreto en España, los casos de reacciones adversas a las vacunas contra el coronavirus han sido muy reducidos, y en ningún caso graves.

Así se desprende del primer Informe de Farmacovigilancia sobre vacunas Covid-19, publicado el 25 de enero por la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS). A fecha de 12 de enero, se habían vacunado en España 494.799 personas y recibido 374 notificaciones de acontecimientos adversos. Los más frecuentes eran los relacionados con trastornos generales (fiebre, malestar), sistema nervioso central (cefalea, mareos) y aparato digestivo (náuseas, diarrea).

La AEMPS explicaba que las 374 notificaciones incluían 831 términos descriptores de acontecimientos adversos, «ya que un mismo caso puede contener varios términos, por ejemplo, una persona puede haber presentado dolor en el lugar de inyección y fiebre tras la administración de la vacuna».

De acuerdo al Registro de Vacunación del Ministerio de Sanidad, el 70% de los vacunados han sido mujeres. Y en cuanto a la distribución por grupos de edad, el 62% de los inmunizados tienen entre 18 y 64 años y el 38% son mayores de 65 años.

Once casos por millón

 

Desde el punto de vista de las reacciones de tipo alérgico, una revisión reciente del Center for Disease Control and Prevention de Estados Unidos estima una tasa de anafilaxia de 11.1 casos por millón de dosis administradas, en base a las notificaciones recibidas que cumplen con la definición de anafilaxia establecida (Brighton Collaboration). En España, durante el periodo analizado en este informe, se han identificado cuatro casos que cumplen estos criterios de anafilaxia. Todos ellos ocurrieron en mujeres que se recuperaron o estaban en recuperación tras recibir el tratamiento correspondiente. En tres de los casos constaban antecedentes personales de reacción alérgica.

Las autoridades británicas han atribuido en un primer momento la causa de las reacciones alérgicas a un excipiente de la vacuna del COVID, el polietilenglicol.

De momento sólo tenemos experiencia con la vacuna de Pfizer, que se compone de ARN del virus vehiculado en nanopartículas lipídicas de polietilenglicol o macrogol. Esta vacuna no contiene trazas de huevo ni antibióticos (como las de triple vírica o gripe). Las reacciones a esta sustancia, según apuntan desde la Sociedad Española de Alergia e Inmunología Clínica (SEAIC), son extremadamente infrecuentes.

Están descritas reacciones anafilácticas al macrogol y reactividad cruzada a Tween80/ polisorbato 80. Dentro de lo poco frecuente que es la presentación de alergia a esta sustancia, sí que se ha descrito algunos cuadros de dermatitis de contacto que afortunadamente no entrañan reacciones graves.

En la consulta de Alergia de nuestro Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid hemos preparado excipientes similares a los contenidos en la vacuna de Pfizer. En concreto hemos probado Moviprep, que se utiliza normalmente para preparar al intestino previamente a una colonoscopia, y que contiene macrogol.

¿Y qué pasa con las vacunas que vienen?

La vacuna de Moderna contiene trometamol, presente también en las ampollas de un antiinflamatorio llamado Ketorolaco, un derivado del ácido acético. Nos parece recomendable advertirlo a los pacientes sensibles a este grupo de analgésicos antiinflamatorios no esteroideos (AINES) que vayan ser vacunados con la de Moderna.

Con todo, parece que las reacciones a la vacunación frente a COVID-19 son anecdóticas, menores a las observadas con penicilinas, el 0,002%. La vacuna de Pfizer ha provocado reacciones en 11.1 casos por millón de dosis administradas, es decir un 0,001%. La vacunación ni siquiera está contraindicada en personas con alergias alimentarias, a medicamentos, animales, insectos, alérgenos del ambiente o látex.

Vacunas una vez pasada la enfermedad

 

Un factor a tener en cuenta es el posible incremento de reacciones adversas cuando se vacuna a una persona que previamente ha sufrido la COVID-19. Si hay un exceso de anticuerpos, esto es, los generados ante el virus por la infección más los generados por la vacunación, se puede desarrollar una reacción de hipersensibilidad tipo III.

En la hipersensibilidad tipo III se forman en la sangre complejos inmunes solubles, es decir, agregados de anticuerpos IgG e IgM, que son depositados en varios tejidos (piel, vasos sanguíneos, riñón, articulaciones, etc.). Una vez depositados, disparan una respuesta inmunitaria fundamentada en la vía clásica de la activación del complemento y pueden causar vasculitis, glomerulonefritis y artritis.

¿Por qué? Cuando los anticuerpos IgG e IgM se unen al antígeno viral, los complejos antígeno-anticuerpo se tornan de mayor tamaño y cuesta eliminarlos, por lo que acaban esparcidos y depositados en los tejidos mencionados. La reacción puede tardar desde varias horas hasta días en desarrollarse.

Posiblemente en este sentido han sido las recientes recomendaciones de retrasar la vacunación en pacientes que ya han sufrido la COVID.The Conversation