Los grandes carnívoros siempre han tenido un fuerte valor simbólico en las sociedades humanas. Desde los lobos, retratados como astutos o malvados en cuentos como Caperucita Roja, hasta los osos, que adornan los escudos de ciudades como Berlín, Berna o Madrid, estos animales han formado parte de nuestra cultura durante siglos. Hoy, en Europa, se han convertido además en piezas del tablero político, utilizadas como armas simbólicas y como chivos expiatorios en un contexto cada vez más polarizado.

Durante muchos siglos, los grandes carnívoros europeos estuvieron en declive debido a la persecución y destrucción de sus hábitats, sobreviviendo solo en refugios remotos. En las últimas décadas, especies como el lobo, el oso pardo y los linces –ibérico y euroasiático– están regresando gracias a la protección legal y el abandono rural, que favorece la recuperación de hábitats y de presas naturales.

Este resurgimiento ha despertado entusiasmo, pero también críticas, sobre todo relacionadas con la seguridad de las personas y las pérdidas económicas causadas por sus ataques en comunidades rurales.

 

Un debate que ignora las evidencias científicas

 

El debate público, sin embargo, cada vez más sensacionalista y más dominado por el miedo, se está radicalizando y dejando de lado la evidencia científica.

Algunos partidos y grupos de presión han utilizado la conservación de estas especies para impulsar agendas contrarias a las políticas ambientales, presentando el conflicto como un enfrentamiento entre “élites urbanas” y comunidades rurales. Una narrativa simplista que poco ayuda a encontrar soluciones reales.

La percepción de que los lobos se han multiplicado hasta convertirse en una plaga es otra idea errónea. Aunque sus poblaciones han aumentado en algunas regiones, la recuperación ha sido gradual y desigual. Por ejemplo, el censo español 2021–2024 identificó 333 manadas, solo 36 más que en 2014, lejos de las 500 necesarias para garantizar su viabilidad genética. Pese a esta evidencia, el Congreso español ha permitido nuevamente la caza de lobos al norte del río Duero.

Los osos pardos también generan controversia. Un ejemplo emblemático es el de los Alpes italianos, donde los crecientes conflictos con los humanos amenazan la conservación a largo plazo de la población local de osos, aún pequeña y genéticamente aislada. En 2023, un ataque mortal en Italia protagonizado por una osa con crías volvió a encender el debate sobre la gestión y la coexistencia con los osos y, más en general, sobre los compromisos que conlleva la reintroducción de grandes carnívoros en zonas altamente frecuentadas por el ser humano.

Un tractor con una pancarta que dice en alemán 'el lobo está subvencionado, el granjero está arrunidao' es seguido por otros tractores por una carretera
Pancarta que dice ‘el lobo está subvencionado, el granjero está arruinado’ en una protesta de agricultores en Alemania. Conceptphoto.info/Flickr, CC BY

 

Medidas no letales para evitar daños

 

No obstante, la ciencia es clara: la coexistencia entre humanos y grandes carnívoros es posible y necesaria. Así como las comunidades rurales tienen derecho a mantener su medio de vida, todos tenemos la responsabilidad de conservar los ecosistemas que nos sostienen. Ecosistemas que también dependen de los grandes carnívoros para mantenerse sanos y resilientes.

Las estrategias no letales para controlar las posibles acciones negativas de estas especies son eficaces y, en muchos casos, más efectivas que las letales. Estudios sobre lobos muestran que las eliminaciones generalizadas o aleatorias, cuando no se dirigen a individuos conflictivos, no reducen la depredación y, a veces, incluso la aumentan.

Medidas como cercados eléctricos, presencia humana en los pastos, perros guardianes y resguardo nocturno del ganado han demostrado reducir los ataques y favorecer la convivencia. Su implementación puede ser costosa o poco conocida, por lo que los gobiernos deberían promoverla mediante ayudas económicas, apoyo técnico y participación comunitaria.

En casos específicos, la eliminación selectiva de individuos conflictivos puede ser necesaria y compatible con la conservación a largo plazo, restaurando la confianza de las comunidades locales.

Un oso observa sobre unas rocas
Oso pardo. Vincenzo Penteriani, CC BY-SA

 

Los ataques son raros, pero hay que proteger a las personas

 

Otro mito común es que los grandes carnívoros representan una amenaza grave para los humanos. Los ataques son muy raros en Europa y suelen derivarse de conductas humanas de alto riesgo. Campañas de información dirigidas a turistas y a quienes viven en zonas con grandes carnívoros pueden enseñar conductas más seguras y ayudar a prevenir accidentes.

No obstante, en los casos de individuos que repetidamente generan conflictos que pueden poner en riesgo vidas humanas, las decisiones sobre gestión no pueden basarse prioritariamente en buscar compromisos con las opiniones de grupos o activistas que, sin conocimientos técnicos, tienden a priorizar al animal de manera estricta. Proteger a un oso que ha causado un ataque mortal sin considerar la seguridad de las personas puede generar rechazo en las comunidades locales y, a la larga, poner en riesgo a más osos si las autoridades no actúan de manera adecuada.

De cara al futuro, la conversación sobre grandes carnívoros debe guiarse por la ciencia y la empatía. La gestión basada en evidencia solo funciona si reconoce a quienes se ven más afectados. Construir confianza requiere políticas transparentes, compensaciones adecuadas y herramientas no letales accesibles.

También es necesario cambiar la narrativa mediática, que a menudo presentan la información sobre los grandes carnívoros de manera exagerada o sesgada, dificultando la convivencia.

Los grandes carnívoros no deberían ser tratados como marionetas políticas entre lo urbano y lo rural o entre la Europa de izquierdas y la de derechas. La verdadera amenaza al medio de vida rural suele encontrarse en la marginación económica y la presión de la agricultura industrial. Sin embargo, los grandes carnívoros se convierten en chivos expiatorios. Si basamos nuestras decisiones en ciencia, equidad y empatía, es posible imaginar una Europa donde humanos y grandes carnívoros coexistan de manera sostenible.The Conversation

Martín Boer-Cueva, Universidad Autónoma de Madrid; Giulia Bombieri, Museo delle Scienze di Trento (MUSE); Marco Salvatori, Museo delle Scienze di Trento (MUSE); University of Florence y Vincenzo Penteriani, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)  /   The Conversation