La producción animal es una parte inherente de la actividad agraria. Ha servido desde la Antigüedad a los seres humanos para el abastecimiento de alimentos y ha permitido la tracción durante el laboreo y fertilización de los suelos.

Sin embargo, el avance de la historia ha modificado las tendencias alimentarias y la forma de trabajar el campo. ¿En qué situación nos encontramos en la actualidad?

 

El sector ganadero en España y Europa

 

En España y la Unión Europea, la contribución económica de la ganadería a la producción final agraria es menor que la de la producción vegetal. Sólo en algunas regiones muy especializadas en la producción de cárnicos o lácteos se produce un mayor desplazamiento de esta balanza hacia la producción animal.

En las dos últimas décadas, los censos ganaderos globales en la Unión Europea han disminuido casi un 10 %. El descenso más considerable se ha producido en el sector ovino. No obstante, en la actualidad, España es el primer productor de ganado porcino, ovino y cunícola. También es el primer productor de leche de oveja.

Producción ganadera en millones de cabezas de los diferentes países europeos. Eurostat

Por otro lado, España es el segundo productor de leche de cabra, de carne de pollo y de bovino joven (de menos de 1 año de vida). Además, es el tercer productor de huevos de consumo. Sin embargo, ocupa un lugar menos relevante en el sector bovino, tanto en producción de carne de animales de más de un año de vida (sexto lugar), como en producción de leche de vaca (séptimo lugar).

Estos productos abastecen a la población próxima. Sin embargo, en algunos sectores como el porcino, una gran parte se destina a la exportación, tanto de carne como, especialmente, de productos transformados como el jamón curado y otros embutidos, que gozan de un gran reconocimiento gastronómico en otros países del mundo.

 

Impactos y beneficios de la ganadería

 

La producción ganadera requiere población activa en el medio rural. No obstante, en las últimas décadas se ha producido una intensificación productiva que ha conllevado un aumento del rendimiento animal y una reducción del número de trabajadores por unidad de ganado. Esto se ha traducido, en algunas zonas, en una falta de complementariedad entre el censo ganadero y la evolución demográfica, distanciándose de la justicia social por la que aboga la transición ecológica.

Paralelamente, se le ha atribuido cierta contribución al fenómeno de calentamiento global, a la contaminación de aguas y del aire, a la competición de suelo para las deyecciones de la ganadería intensiva, a la pérdida de biodiversidad y a la competición con el uso del suelo destinado a cultivos para alimentación humana.

Por otra parte, han surgido consideraciones éticas entorno al bienestar animal y preocupaciones por los riesgos sanitarios de la administración de medicamentos como los antibióticos y la salubridad nutricional de los productos y también consideraciones ambientales para proteger la salud planetaria.

Estos efectos potenciales se han tratado, en muchas ocasiones, sin tener en cuenta los beneficios de la ganadería. Más allá de producir nutrientes esenciales de elevado valor para la dieta humana, puede ofrecer diversos servicios ecosistémicos de reciclaje y fijación de nutrientes para la mejora de la productividad vegetal.

La ganadería también permite el modelado del paisaje en zonas no cultivables, donde no compite con ninguna otra actividad agroindustrial. Además, mantiene tradiciones gastronómicas de muchos territorios, que formarán parte de la cultura popular de las generaciones futuras.

Diversos paneles de expertos mundiales han realizado propuestas de actuación para defender el papel de la ganadería en los sistemas agrarios del futuro. Sin embargo, su aplicación depende de la localización geográfica y del contexto ganadero de partida, puesto que existen regiones con aptitudes agroclimáticas y tipos de granjas que no podrían ser deslocalizadas con facilidad.

 

¿Cómo podemos mejorar su sostenibilidad?

 

La reducción del impacto ambiental de la producción animal se puede acometer mejorando la eficiencia productiva de las granjas (incluyendo entre otras, técnicas o procesos para mejorar la calidad de los residuos animales). En este sentido, existen diversas líneas de investigación para mejorar la capacidad de digestión de nutrientes y hacer frente a los factores antinutricionales de algunos ingredientes para alimentación animal y para reducir la producción digestiva de gases que contribuyen al efecto invernadero.

Otra de las estrategias planteadas para zonas con ganado herbívoro es la potenciación del aprovechamiento de pastos de los sotobosques forestales y de las cubiertas entre líneas en cultivos leñosos. Para mejorar la eficiencia productiva de esas granjas, también se ha propuesto la aplicación de sistemas de pastoreo mixto que implican el uso simultáneo o alternativo de diversas especies herbívoras sobre los mismos pastos.

Sin embargo, las estrategias anteriores no son aptas para regiones con elevada densidad de ganado porcino y avícola, que son especies más parecidas nutricionalmente al humano, y presentan una menor capacidad de digestión herbácea. En esos casos, se propone actuar sobre la eficiencia productiva aplicando principios de economía circular, tratando de reducir los residuos a lo largo de las cadenas de suministro de bienes y servicios.

Existen diversas acciones que tratan de mejorar el aprovechamiento de los subproductos generados en las industrias de alimentación humana para incorporarlos en la dieta animal. La Unión Europea ha aprobado, después de una serie de estudios que prueban su seguridad, la inclusión de productos derivados de animales (insectos y subproductos de mataderos de abasto) como ingredientes en alimentación animal para esas especies.

Por otro lado, los principios de la economía circular implican una integración óptima, en el espacio y el tiempo, de los cultivos agrícolas que sirven para alimentar al ganado, cuyas deyecciones sirven, a su vez, para mejorar la salud de los suelos y reducir la dependencia de los fertilizantes inorgánicos. Para evitar el impacto ambiental asociado al transporte de alimentos, esta aproximación requiere una correcta planificación de los tipos de cultivos y pastos, lo que obligará posiblemente a una redistribución territorial de la producción animal en algunas regiones concretas.

Los próximos años permitirán comprobar si las políticas agrarias, que deberían responder a las demandas de los consumidores, han promovido una producción ganadera revitalizada. Entre sus hitos se encontrará la mejora de los actuales estándares de bienestar animal y de calidad de sus productos, el desarrollo de sinergias con su entorno agrícola para la conservación del medioambiente, la creación de ecosistemas favorables que permitan fijar población en el medio rural y la dignificación del rol social de los profesionales dedicados a la producción de alimentos.The Conversation