El pasado fin de semana, una treintena de ciudadanos conocedores de primera mano de las prácticas de la multinacional estadounidense de agroquímicos y biotecnología Monsanto se reunieron en La Haya (Países Bajos) para relatar sus experiencias. Los testimonios fueron escuchados por cinco jueces de renombre internacional, quienes ahora deliberarán para emitir el próximo 10 de diciembre una “opinión consultiva” sobre los presuntos daños causados por la compañía al medio ambiente y la salud.

El Tribunal Internacional Monsanto es una iniciativa ciudadana sin capacidad de imponer sanciones que tiene por objetivo juzgar a la compañía por crímenes de lesa humanidad y ecocidio. Está inspirado en el Tribunal Russell, impulsado en los años 60 por el filósofo Bertrand Russell para juzgar crímenes de guerra. Sus impulsores consideran a Monsanto el símbolo de una agricultura química, industrial y contaminante de efectos ambientales y sanitarios devastadores. La propuesta de la organización de este juicio a la multinacional se presentó en París en diciembre pasado coincidiendo con la celebración de la Cumbre del Clima.

El tribunal busca incluir el delito de ecocidio
en el derecho penal internacional

El tribunal también busca poner de manifiesto la necesidad de incluir el delito de ecocidio en el derecho penal internacional a fin de permitir el enjuiciamiento de las personas físicas y jurídicas que presuntamente destruyan el medio ambiente. Además, las sesiones proporcionarán un extenso archivo legal que podrá ser utilizado en demandas judiciales efectivas en contra de Monsanto o de otras empresas.

Los testigos acusaron al gigante del agronegocio de comercializar productos altamente tóxicos para el medio ambiente y de causar enfermedades y hasta la muerte de miles de personas. Entre esos productos se incluyen los PBC (policlorobifenilos), que forman parte de la lista de los 12 contaminantes orgánicos persistentes y que afectan a la fertilidad humana y animal; el 2,4,5-T, uno de los componentes del Agente Naranja usado en la Guerra del Vietnam para deforestar la selva –que ha estado causando malformaciones y cáncer hasta hoy– y el Lasso, un herbicida ahora prohibido en Europa, por el cual Monsanto fue declarada responsable de envenenamiento hace un año en Francia.

Y también está el famoso glifosato, el principio activo del herbicida Roundup (nombre comercial producido por Monsanto, cuya patente expiró en 2000), protagonista de una de las polémicas sanitarias y ambientales más importantes de los últimos años. Se trata de un producto altamente tóxico asociado a monocultivos transgénicos como la soja y el maíz, que pueden resistir sus efectos. La francesa Sabine Grataloup fue la primera en dar su testimonio: tras pasar todo su embarazo expuesta al glifosato, su hijo Theo nació con malformaciones en el esófago y la tráquea. El pequeño tiene nueve años y ya ha tenido que someterse a 50 operaciones.

Amenaza a la soberanía alimentaria  

El abogado Timothy Litzenburg, que representa a 1.000 estadounidenses con linfoma no hodgkiniano (un tipo de cáncer que surge en los linfocitos) supuestamente causado por el citado herbicida, explicó cómo combate a Monsanto en los tribunales estadounidenses mediante la presentación de demandas individuales, la única vía posible para actuar contra la multinacional. “Estos procedimientos son una carrera de obstáculos para las víctimas, que dudan a la hora de invertir tiempo y dinero en un proceso de final incierto. Asimismo, cuando una empresa como Monsanto está a la defensiva, trata de llegar a una solución amistosa, a fin de evitar que se cree una jurisprudencia desfavorable”, afirman los impulsores de la iniciativa.

Tan sólo tres grandes multinacionales controlarán la mayor parte de las semillas

Pero además, para los participantes, Monsanto, que posee más del 90% de las patentes de semillas transgénicas del mundo, representa un modelo agroindustrial que amenaza la soberanía alimentaria de los pueblos. Por ejemplo, Farida Akhter, analista política y portavoz del movimiento de agricultores Nayakrishi Andolon, reveló cómo la multinacional está tratando de imponer en Bangladesh el cultivo de su berenjena transgénica, Bt Brinjal, con la complicidad de la administración y sin el consentimiento y ni tan siquiera el conocimiento de los agricultores.

Monsanto rechazó participar en la audiencia al considerarla “un truco organizado y apoyado por la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM, por sus siglas en inglés), que se opone fundamentalmente a la agricultura moderna” y que parte con un “resultado predeterminado”. Asimismo, en una carta publicada en su página web, los responsables de la compañía dicen dar la bienvenida a "una verdadera conversación constructiva con diversas ideas y perspectivas sobre la producción de alimentos y la agricultura" para ayudar a encontrar soluciones sostenibles al reto de alimentar a una población mundial en continuo aumento.

La multinacional estadounidense está a un paso de ser adquirida por 66.000 millones de dólares (unos 60.000 millones de euros) por el fabricante alemán de medicamentos y productos químicos Bayer, lo que daría lugar a una de las mayores compañías de semillas y fertilizantes del mundo. La fusión, o absorción, se sumaría a la de Dow Chemical y Dupont y a la de Syngenta y la empresa paraestatal ChemChina. Estas tres grandes compañías (ahora se espera un movimiento de la otra grande del sector, BASF) controlarán más de la mitad de las semillas convencionales y el 100% de las transgénicas: nuestros alimentos están cada vez en menos manos. Y no siempre limpias.