La demanda de salmón en el mundo no para de crecer, sobre todo en los Estados Unidos y la Unión Europea, donde los consumidores se han acostumbrado a comer salmón barato. También han aumentado las ganas por comerlo, ahumado o crudo en sushi, en los países de Oriente Medio y en el este y sudeste asiáticos. Pero la conquista de las dietas por parte de los salmónidos no habría sido posible sin el impulso de la acuicultura, que ha conseguido aumentar su producción y disminuir su precio. Eso sí, a costa de un gran impacto medioambiental.

La cría y producción comercial del salmón nació en los años 70 del pasado siglo. Desde entonces, oferta y demanda han experimentado un auge imparable. Sin embargo, en los últimos meses, la producción se ha resentido –se prevé una caída del 7% para 2016–, con el consiguiente aumento de los precios, debido principalmente a los problemas medioambientales que sufre Chile, el segundo mayor productor y exportador estos peces.

La industria piscícola chilena emplea 500 veces más antibióticos que la noruega

En el sur de Chile, en la región de Los Lagos, la proliferación de algas tóxicas registrada en marzo asfixió a millones de salmones, que malvivían sin apenas espacio en más de 400 piscifactorías. Según la Asociación de la Industria del Salmón de Chile, se perdieron 39.000 toneladas de salmón. De ellas, 35.000 fueron procesadas como harina de pescado o acabaron en vertederos y otras 4.000 toneladas se vertieron al mar, a 130 kilómetros de la costa.

Los científicos consideran que la expansión de las algas fue consecuencia del fenómeno climatológico de El Niño, que ha provocado el aumento en un par de grados de la temperatura de las aguas marinas y la escasez de lluvias. Por su parte, ecologistas y pescadores achacan el desastre a la contaminación que desde hace años sufre el mar por la sobreproducción acuícola en la zona –cada jaula tiene el doble de ejemplares de los permitidos en la Unión Europea–. Ésta provoca que en los fondos marinos se registre una elevada acumulación de heces, antibióticos y restos de los piensos que se proporcionan a los salmones (compuestos de harina de pescado y harina de semillas oleaginosas).

Hace un mes, a petición de la organización ecologista Oceana, la justicia chilena ordenó hacer públicos la cantidad y el tipo de antibióticos utilizados por la industria del salmón en el último año, como un primer ejercicio de transparencia. El uso de los mismos no ha dejado de aumentar: en la última década, 2010 fue el año con menor uso de medicación, con 143,2 toneladas de antimicrobianos para 466.857 toneladas de pescado, hasta que en 2015 se utilizaron 557,2 toneladas en una producción de 846.163 toneladas, según el informe difundido por el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura.

Según Oceana, en el país suramericano se emplean 500 veces más antibióticos que en Noruega, primer productor y exportador mundial de salmón de piscifactoría, para controlar agentes patógenos. Los ecologistas alertan de que el uso intensivo de estos productos puede generar bacterias resistentes en el medio ambiente que luego pueden afectar a los humanos, lo que daría lugar a epidemias incontroladas de infecciones bacterianas imposibles de tratar.

Inventando nuevas jaulas

Actualmente, el sur de Chile está sufriendo otro brote de algas nocivas: una marea roja que afecta a los mariscos y que tiene consecuencias fatales también para los peces, pájaros y otros animales marinos. Para los ambientalistas, parte de la culpa la tiene el vertido de ejemplares de salmón muertos. Desde el sector desmienten categóricamente esta relación.

No es la primera vez que la industria chilena del salmón es duramente criticada por sus prácticas. En 2010, el documental alemán Salmonopoly, la fiebre por el salmón revelaba como la laxa legislación del país lo ha convertido en un paraíso para los inversionistas, sobre todo para la compañía del sector más grande del mundo, Marine Harvest, y cómo la actividad está destruyendo la zona.

Por todo ello, la industria noruega se frota las manos. El salmón escandinavo ha triplicado su precio desde 2011 hasta alcanzar el pasado junio el récord de 69,44 coronas noruegas (7,43 euros) por kilo. Pero, su crecimiento está limitado por los brotes de piojos de mar: se prevé que la producción noruega caiga un 5% en 2016.

Las granjas marinas contribuyen a la proliferación de los piojos de mar

Los piojos de mar son unos pequeños artrópodos marinos que se enganchan a muchas especies diferentes de peces salvajes, como en los ejemplares adultos de salmón, y se alimentan de ellos. Las granjas son el ambiente propicio para su propagación: los parásitos se adhieren en grandes cantidades a los juveniles y acaban con sus vidas. De esta forma, favorecen  brotes de piojos que se expanden por la costa y erosionan la capacidad del ecosistema para mantener poblaciones de salmón silvestre.

La industria creía tener el problema bajo control, pero los piojos de mar se han vuelto resistentes a los tratamientos estándares. Noruega desarrolla casi toda su producción de salmones en mar abierto, por lo que tiene problemas para controlar la plaga: sólo el año pasado, el sector destinó más de 500.000 euros a intentar erradicar los parásitos. Para frenarlos, las autoridades del país nórdico han establecido unas normas más estrictas para otorgar licencias para abrir piscifactorías.

El sector busca nuevos tipos de granjas que no estén en contacto directo con el océano, ahora más que nunca que pueden beneficiarse de los altos precios. La corporación Marine Harvest ha propuesto criar peces en jaulas en la orilla del mar o en unas balsas dentro de un buque de la clase Panamax hasta ahora destinado al transporte de carbón y acero

Todo para sacar tajada de los suculentos beneficios de la acuicultura, un negocio que va viento en popa. El consumo mundial de pescado superó por primera vez los 20 kilogramos por persona anuales en 2014, el doble que en la década de 1960, gracias a un intenso crecimiento de la cría en cautividad, que en la actualidad proporciona la mitad de todo el pescado destinado al consumo humano, según la última edición de El estado mundial de la pesca y la acuicultura (SOFIA, por sus siglas en inglés) de la FAO. La mayor parte de los peces en el mercado ya provienen de una jaula.