La pasada primavera, los granjeros estadounidenses plantaron 388.000 quilómetros cuadrados de cultivos de maíz, la mayor extensión en los últimos 75 años. Los analistas predecían la mejor cosecha de la historia: se esperaban al menos 14,8 millones de bushels (unidad de volumen anglosajona para los granos). O lo que es lo mismo, unas 414.000 toneladas, un 20% más que el año anterior.

Estados Unidos es el mayor productor y exportador mundial de maíz, el cereal más cultivado del globo. Aunque sólo representa las cuatro quintas partes de su producción total de grano, el volumen del maíz norteamericano supera las cosechas sumadas de arroz y trigo de China, el país más poblado del planeta. La producción mundial de maíz es ya mayor que la de trigo, y casi duplica la de arroz.

Pero el maíz, un cultivo de gran rendimiento, es sin embargo muy sensible al calor. Y cuando llegó el verano, la temperatura subió demasiado. Entre finales de junio y primeros de julio, en el cinturón del maíz estadounidense, se encaramó hasta los 40 grados centígrados durante 10 días seguidos. Los maizales quedaron completamente deshidratados, con niveles de sequía en el suelo raramente alcanzados en la zona.

A finales de mayo, las autoridades estadounidenses esperaban que el 77% de la cosecha fuera "excelente". El porcentaje no dejó de bajar durante las siguientes ocho semanas, llegando a un paupérrimo 26%, mientras el resto de la cosecha, calificado como "de muy pobre a aceptable", seguía deteriorándose a causa del incesante calor. Desde comienzos de junio, el precio del maíz ha subido un 50%.

Los problemas de la cosecha de maíz norteamericana provocarán sin duda una disminución de las reservas mundiales de grano a finales de año y un fuerte incremento de los precios de los alimentos, lo que abocará a muchas personas a la malnutrición o al hambre, prevé Lester R. Brown, presidente del Earth Policy Institute (EPI) de Washington (Estados Unidos) y uno de los acuñadores del concepto de desarrollo ambientalmente sostenible.

Brown advierte de que "en un lapso de pocas semanas, hemos visto cómo los fenómenos meteorológicos extremos que llegan asociados al cambio climático pueden afectar a la seguridad alimentaria mundial".

Crisis del sistema

Pero el pensador –calificado por The Washington Post como "el gurú del movimiento medioambiental global"– sostiene que los efectos de una crisis del sistema alimentario mundial nada coyuntural ya empezaban a ser visibles en 2008, cuando se duplicaron repentinamente los precios mundiales de los cereales. El enorme consumo de China y la utilización de cientos de miles de hectáreas para cultivos destinados a biocombustibles provocaron la escasez.

Los países exportadores restringieron las ventas para evitar el alza de los precios alimentarios en el interior de sus fronteras. Eso provocó el pánico en los países importadores. Algunos gobiernos, recuerda Brown, se lanzaron a comprar o alquilar tierras en otros países para intentar producir alimentos para los suyos.

La consecuencia fueron problemas de desabastecimiento y hambre en países africanos, del Caribe o de Extremo Oriente en los que estallaron disturbios, huelgas y enfrentamientos con la policía que se saldaron con cruentos balances de muertos y heridos.

"El mundo está ante serios problemas en el frente alimentario. Pero no parece que los líderes políticos se hayan dado cuenta de lo que está sucediendo. El progreso en la lucha contra el hambre de las últimas décadas se está revertiendo. A menos que actuemos rápidamente para adoptar nuevas políticas sobre población, energía y agua, la erradicación del hambre seguirá siendo tan sólo un objetivo", advierte.

Los expertos del EPI ponen otros ejemplos. En 2010, una ola de calor en Rusia, además de provocar una enorme cantidad de incendios que causaron graves daños humanos, materiales y ambientales, hizo caer la cosecha anual rusa de grano en un 40%, desde los 100 hasta los 60 millones de toneladas. Los precios mundiales del trigo se dispararon un 60% durante dos meses. Y las reservas del mundo bajaron desde un stock para 79 días de consumo hasta los 72.

"Competencia con los coches"

Mientras en el mundo se reduce cada vez más la cantidad de tierra cultivable no utilizada, los acuíferos se vacían, los suelos se erosionan, los desiertos crecen y las cosechas aumentan cada vez a menor ritmo, cada día hay 219.000 nuevas bocas que alimentar, 3.000 millones de personas esperan enriquecer su dieta y el uso de biocombustible hace que "coches y personas compitan por las cosechas", señala el EPI.

El centro destaca la situación de Arabia Saudí, un país de altísimo nivel de consumo que se está quedando sin agua subterránea por el exceso de bombeo y en el que 30 millones de personas dependerán totalmente de las importaciones de grano en 2013. Pero entre los países que están alimentando a su población mediante la sobreexplotación de los acuíferos se hallan también Estados Unidos, China, India, México y España. El conjunto de naciones que están agotando sus reservas de agua subterránea suma ya 3.545 millones de habitantes.

Según Brown, "millones de personas en todo el mundo son alimentadas con burbujas alimentarias, niveles artificialmente altos de producción de alimentos que podrían caer de repente en cualquier momento, provocando alzas enormes de los precios, disturbios civiles y haciendo engrosar las filas de los hambrientos del mundo".

"Con el bombeo excesivo agotando los acuíferos, y el incremento de fenómenos meteorológicos extremos destruyendo cosechas, se hace cada vez más probable que la alimentación se convierta en el eslabón débil que puede derribar nuestra civilización global", sentencia el pensador norteamericano, quien sabe bien de lo que habla, no en vano empezó siendo granjero en Nueva Jersey.