El Fondo Global de Pensiones noruego (GPFG), el mayor del mundo en su género, que gestiona 752.000 millones de euros procedentes de los enormes ingresos petroleros y gasísticos del país en previsión del día en que éstos se terminen, ha retirado sus inversiones en 114 empresas cuyas actividades comerciales son dañinas para el medio ambiente o contribuyen al cambio climático, según anunció a través de su Primer Informe sobre Inversión Responsable

El fondo estatal noruego, conocido popularmente en el país como Oljefondet (el fondo del petróleo), fue creado en 1990 y desde entonces se ha convertido en un gigante financiero cuya cartera controla más del 1% de los mercados bursátiles globales. Noruega, uno de los países con más elevado nivel de vida y mejores servicios sociales del mundo, es el catorceavo mayor productor de petróleo. La producción descendió a 1,46 millones de barriles diarios en 2013, gravados con un 78% de impuestos estatales sobre los beneficios. El petróleo proporciona al estado noruego la cuarta parte de sus ingresos.

El fondo de pensiones estatal noruego deja de apoyar a 40 empresas contaminantes

Entre las empresas en las que, según el informe, dejó de invertir el fondo estatal el año pasado hay 32 compañías mineras que extraen carbón, cinco que explotan arenas bituminosas, una productora de electricidad a partir del carbón y dos cementeras. A todas ellas se les retiró la inversión a causa de sus elevados niveles de emisiones.

En la lista también hay otros 16 grupos mineros del carbón vinculados con la deforestación masiva en países como Indonesia o India, dos mineras estadounidenses relacionadas con diversas destrucciones ambientales y también empresas dedicadas a la extracción de oro. El fondo estatal noruego no ha informado ni de los nombres de las compañías ni del monto de la desinversión.

Pero su portavoz Marthe Skaar sí admitió que la decisión de retirar las inversiones viene motivada, más que por consideraciones puramente ecológicas, por el hecho de que el futuro de estas empresas altamente contaminantes “está en riesgo ante la posibilidad de cambios en las regulaciones ambientales u otros”. Es decir, que se ha recuperado el dinero básicamente por miedo a perderlo, y no tanto porque estuviera apoyando actividades que contribuyen al cambio climático.

Unas semanas antes de la presentación del informe, el mayor fondo privado de pensiones del país escandinavo, KLP, había anunciado que dejaba de invertir en 27 empresas relacionadas con la minería de carbón atendiendo al llamamiento del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés) de la ONU y el Banco Mundial a la desinversión en combustibles fósiles.

La edad de la jubilación

En este caso, se trataba de una desinversión que obedeció principalmente al rechazo a su actividad perjudicial para el medio ambiente, no al temor a sus posibles problemas financieros futuros. En el contexto de una campaña internacional en auge, unas 180 sociedades han retirado más de 44.000 millones de euros del capital de empresas relacionadas con el carbón, el combustible fósil más contaminante, un eficaz agente causante de calentamiento global. Así, por ejemplo, la Universidad Nacional Australiana (ANU) anunció el mes pasado que vendería sus acciones por valor de unos 885 millones de euros en siete empresas mineras y extractivas de combustibles fósiles.

Tras el anuncio de KLP, organizaciones como Greenpeace Noruega o la ONG ambientalista alemana Urgewald habían criticado al GPFG por no ser capaz de hacer lo mismo que tantos fondos privados, considerando el mantenimiento de su apuesta por los combustibles fósiles –de los que, por otra parte, provienen sus cuantiosos recursos financieros– como “una vergüenza”.

"El fondo de pensiones se invierte actualmente en empresas responsables de 42% de la producción mundial de carbón. Con la compra de nuevas acciones de la minera Coal India o de los bonos emitidos por Sinopec para financiar 10.000 millones de dólares (8.850 millones de euros) para la instalación de nuevas plantas de carbón, el fondo de pensiones del Gobierno noruego está ayudando a ponernos a todos en la carretera al infierno", afirmó Heffa Schücking, directora de Urgewald. La respuesta del Gobierno noruego no se ha hecho esperar.

La medida se debe más al temor sobre el riesgo futuro de la operación que al ecologismo

“Una de las mayores instituciones inversoras del mundo está dando el portazo a sus intereses en el carbón. Está claro que el negocio del carbón ya no tiene futuro en los mercados occidentales, y hay signos de que la demanda china ya ha alcanzado su cúspide”, se felicita James Leaton, director de investigación en la Carbon Tracker Initiative (Iniciativa Rastreador de Carbono), un colectivo de expertos que trabajan por la reducción de las emisiones. En enero, la banca de inversiones Goldman Sachs manifestaba en un informe que “al carbón le ha llegado la edad de la jubilación” y auguraba una caída de sus precios a largo plazo de al menos el 18%.

El ex alcalde de Seattle (Estados Unidos) Mike McGinn, un convencido ecologista cuya gestión se vio marcada por una apuesta en favor de la lucha contra el cambio climático, aconsejaba recientemente en un artículo en la prensa dejar de invertir en combustibles fósiles: “Los valores en bolsa de este sector (que se basan en el supuesto de que las empresas podrán extraer y consumir todas las reservas conocidas) caerán en picado. Así que invertir en estas compañías es extremadamente arriesgado”. "Deberíamos dejar el carbón en la tierra, a la que pertenece", opina.

En efecto, la quema de apenas una cuarta parte de las reservas de combustibles fósiles conocidas nos situaría ya por encima del límite de elevación en dos grados de la temperatura media global considerado irreversible por los científicos. Pero parece que la creciente concienciación sobre los peligros del cambio climático, que debería plasmarse en diciembre en un nuevo acuerdo mundial de reducción de inversiones que sustituya al obsoleto Protocolo de Kioto, se lo está poniendo cada vez más negro a la industria del carbón y del petróleo. Sus consejos de administración deben echar humo.