El barrio de Orba –también conocido como Parque Alcosa, por el acrónimo de Alfonso Corral S.A., empresa de su constructor– se encuentra en Alfafar, un municipio al sur del área metropolitana de Valencia, justo en la zona que un día fue la capital española del mueble y atrajo a decenas de miles de inmigrantes de Andalucía y Castilla para hacer funcionar las entonces boyantes fábricas y almacenes.

Es una historia conocida y repetida en la mayoría de capitales industriales en la época del desarrollismo: como en otros tantos sitios, se necesitaban casas baratas y funcionales para albergar de forma barata a la nueva clase obrera recién llegada. En Alfafar se encargó de ello Alfonso Corral, a base de edificar bloques exactamente iguales sobre terrenos que hasta el momento eran de fértil huerta valenciana.

Una iniciativa propone reconvertir un barrio dormitorio en uno ejemplar

Y así nació un nuevo barrio dormitorio en el que sus vecinos tuvieron que reclamar desde el sistema de alcantarillas hasta la escuela. Uno de esos asentamientos en los que la asociación de vecinos era el verdadero ayuntamiento y cada semáforo tenía su propia historia de niños atropellados y las consiguientes manifestaciones.

Después llegó la desindustrialización, la competencia china, el envejecimiento y el paro. Hoy, Orba es un barrio golpeado por la crisis, con un alto nivel de desempleo, frecuentes desahucios, muchos pisos vacíos y pensionistas manteniendo a familias enteras.

¿Es posible reconstruir un sitio así? ¿Reconvertir un barrio dormitorio en un barrio ejemplar? Pues esto es exactamente lo que propone el estudio de arquitectura Improvistos con su proyecto Recooperation, que acaba de ganar el Premio Internacional de Rehabilitación Urbana en Edificaciones Masivas concedido por ONU-Hábitat. Para conseguirlo, han tenido que imponerse a 751 proyectos de todo el mundo.

Participación vecinal

La iniciativa tiene su origen en un trabajo propuesto a los alumnos de un máster de las universidades politécnicas de Madrid y Valencia. Los diferentes grupos de estudiantes debían reflexionar sobre las posibilidades de reconstrucción de Orba y, para ello, ir hasta el barrio, conocer la zona y hablar con sus habitantes.

“La mayoría optaron por entrevistarse con el Ayuntamiento y oír su 'historia típica' –cuenta Julián Moyano, secretario de la Asociación de Vecinos Parque Alcosa-Los Alfafares– pero un par de grupos decidieron escuchar también nuestra versión y pasearse por el barrio con nosotros, que les enseñamos como se encuentra realmente”.

Uno de estos grupos fue el de Improvistos, integrado por María García y Gonzalo Navarrete, que posteriormente decidió presentar su trabajo a la convocatoria de la ONU con el resultado antes reseñado.

Los mapas incluyen la recuperación de parte de la huerta y una planta de biomasa

La ruta de la Asociación de Vecinos incluyó el antiguo colegio o el centro comercial, hoy abandonados y cayéndose a pedazos, y que los arquitectos proponen revitalizar para convertirlos en el centro de actividad asociativa, cultural y económica del barrio.

Desde Improvistos se insiste una y otra vez en que su proyecto es “un boceto” y “una propuesta” para discutir con los vecinos, sin cuya participación “nada tiene sentido”.

Este boceto, pero, está profundamente pensado e incluye diferentes aspectos que combina para tratar de recuperar el barrio de forma global, sin limitarse a aspectos puramente arquitectónicos o urbanísticos.

Así, el proyecto se divide en cinco campos: urbano (mejorar el espacio público y la movilidad y promover la viabilidad cultural); económico (revitalizar el tejido empresarial local, potenciar la agricultura y revalorizar nuevas áreas); social (igualdad de géneros, seguridad y derechos de las personas); medioambiental (sostenibilidad, eficiencia energética y promoción de un microclima a través de la vegetación y las actividades agrícolas) y de participación (promover la participación vecinal e involucrar a los ámbitos académico y empresarial).

Sus bocetos y mapas incluyen la recuperación de parte de la huerta sobre la que se asienta Orba, tanto para el consumo de productos locales y de calidad en el mismo barrio, como para la recuperación de espacios actualmente degradados y olvidados. Las aguas grises de las viviendas facilitarían el riego de estas parcelas. Los residuos agrícolas podrían servir, también, para alimentar una planta de biomasa que permitiera al barrio producir parte de su propia energía.

De hecho, el autoabastecimiento energético se encuentra presente en varias partes del proyecto, incluido el uso de las cubiertas para la instalación de paneles solares y de esta forma, aprovechando la oportunidad, renovar unos techos que en la mayoría de los casos tienen más de 50 años.

La instalación de aparcamientos en los perímetros del barrio para mantener los coches fuera del mismo y así liberar espacio urbano y mejorar el transporte público interno es otra de las prioridades medioambientales propuesta.

¿Más que un boceto?

Pero, seguramente, la parte más original y ambiciosa de Recooperation se encuentra en su apuesta por el co-housing. El propio diseño del barrio –conformado por bloques de pisos exactamente iguales en versiones de 60 o 90 metros cuadrados– ayudaría a ello.

La iniciativa propondría liberar zonas infrautilizadas dentro de los bloques –bien porque son pisos vacíos, bien porque las viviendas se han quedado demasiado grandes una vez los hijos se han emancipado– para rediseñarlas y obtener espacios comunes, como pueden ser lavanderías o zonas de estudio.

Para el Ayuntamiento de Alfafar la reforma de la barriada de Orba no es una prioridad

También se prevé mantener la estructura de los pilares que sostienen el edificio y jugar con los tabiques para adaptar los pisos a las necesidades familiares y colectivas, dejando atrás la actual uniformidad, cara en mantenimiento y espacio.

La primera pregunta que viene a la mente, tras leer una propuesta tan extensa y profunda es: ¿pero esto es posible?

Desde Improvistos se reconoce sin tapujos que “es difícil”. Para empezar –y constantemente se insiste en este punto– el proyecto está íntimamente ligado a la participación vecinal, sin la cual carece de sentido, y es el propio barrio el que debe hacerlo suyo modificando todo lo que quiera. Y, por ahora, apenas unos pocos vecinos vinculados a la asociación son conscientes de la propuesta.

Después está el tema de la financiación, ya que el premio de la ONU, si bien es un espaldarazo importante que saca el proyecto de la mera especulación académica para introducirlo en el terreno de lo posible, viene sin un pan bajo el brazo. En algún momento deberá empezar la ardua tarea de conseguir fondos.

Finalmente, está la imprescindible pata institucional. El reconocimiento internacional le llegó por sorpresa al Ayuntamiento de Alfafar, para quien la reforma de Orba –e incluso el barrio en sí– no son una prioridad. De hecho, Miguel Guillem, concejal de urbanismo, declaró que “estamos trabajando en temas menos utópicos, como la inauguración del Ikea”. No es descabellado pensar, pues, que todo esto les quede un poco grande.