El pintoresco, aunque paupérrimo, barrio de pescadores de Makoko, un asentamiento de palafitos nacido a finales del siglo XIX que se eleva sobre la laguna costera que rodea Lagos, la enorme y superpoblada ciudad nigeriana (puede tener 25 millones de habitantes), cuenta desde hace un año con la que podría ser la primera escuela flotante del mundo.

En Makoko, al que llaman la Venecia de África, viven cerca de 150.000 personas en unas condiciones de pobreza y falta de higiene más que deplorables. Habitan en casas de madera y uralita y se desplazan en piraguas sobre unas aguas fuertemente contaminadas por vertidos fecales, combustibles y otros productos tóxicos. Y eso que la mitad del pescado ahumado que consume la megaurbe procede de comunidades como Makoko.

El Gobierno nigeriano considera "ilegal" la estructura del nuevo centro educativo

El Gobierno de Nigeria, el mayor productor de petróleo de África y el catorceavo del mundo, tiene en marcha un proyecto de reurbanización de la zona, situada junto a la isla Victoria, la parte más exclusiva de la ciudad y pretende desalojar, incluso por la fuerza, a sus residentes, en un proceso de desmantelamiento de Makoko iniciado en 2012. 

Tras declarar Makoko como un asentamiento “ilegal” e “insalubre”, ha adjudicado a un promotor inmobiliario nigeriano-libanés la construcción en el lugar de un barrio de rascacielos con viviendas de lujo y oficinas y un puerto deportivo con 250 amarres, todo ello sobre terrenos ganados al mar. El nuevo distrito Eko Atlantic se articulará alrededor de un bulevar central donde se instalarán las grandes marcas internacionales de productos de consumo.

Nada más alejado del actual Makoko y de las necesidades de sus habitantes, entre las cuales, junto a la inexistencia de suministro de agua potable y electricidad, no es la menor la falta de centros educativos.

Para hacer frente al problema, el estudio de arquitectura y urbanismo NLÉ, con sede en Amsterdam (Países Bajos) y Lagos, y especializado en proyectos innovadores adaptados a las ciudades de países en desarrollo, diseñó una escuela de madera y bambú que flota sobre una plataforma de barriles de plástico reciclados

El equipo dirigido por el arquitecto local Kunlé Ayedemi, que es además el promotor del proyecto, enmarca la escuela en el contexto de un ambicioso proyecto para el barrio, el Lagos Water Communities Project, que pretende reproducir el modelo de edificio de la escuela para dotar de cientos de viviendas y otras infraestructuras a sus habitantes.

Barato y sostenible

La escuela, que fue financiada por el arquitecto, aunque recibió más tarde ayudas de la Fundación Heinrich Böll Stiftung y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se acabó de construir en marzo de 2013 y se inauguró un mes más tarde. Puede atender las necesidades educativas de un centenar de niños y niñas. Sin embargo, su futuro puede verse comprometido porque el Gobierno nigeriano la ha considerado “una estructura ilegal construida sin el permiso del Estado".

Se trata de una estructura triangular de 220 metros cuadrados en tres niveles que cuenta con un área de juegos en la planta baja, cuatro aulas cerradas en la primera planta y dos zonas de trabajo al aire libre en la parte superior. Sus dimensiones son de 10 por 10 metros de planta y 10 metros de altura y se sostiene sobre las negras aguas de Makoko gracias a 256 bidones de plástico azul reutilizados.

El proyecto del estudio NLÉ fue nominado para los premios al mejor Diseño del Año

Ésta no es la única aportación medioambiental del proyecto. En la construcción se han utilizado materiales locales para reducir los costes y el impacto ambiental del transporte de los mismos, y durante el proceso se aplicaron criterios de sostenibilidad como la baja emisión de carbono, la reducción de residuos y el uso de energías renovables.

El edificio flotante dispone de paneles solares para proporcionarle electricidad y cuenta con un sistema para la recolección del agua pluvial que facilita el uso de unos inodoros de compostaje instalados para suplir la falta de un sistema de alcantarillado en el barrio. Un sobrante de agua recogida puede ser almacenado provisionalmente en algunos de los bidones que permiten flotar al edificio.  

Su estructura abierta y los materiales de la cubierta permiten una ventilación constante de los distintos espacios, y en la planta baja de ubica una pequeña zona verde. Un sistema de persianas orientables protege las aulas de la fuerte pegada del sol ecuatorial. El proyecto fue nominado para los premios al mejor Diseño del Año que convoca el Museo del Diseño de Londres.

La extensión de este modelo a la construcción de viviendas permitiría ganar a los residentes en calidad de salubridad y al mismo tiempo evitarles los inconvenientes derivados del clima de la zona, con fuertes lluvias estacionales e inundaciones, y el previsible incremento de la incidencia de estos fenómenos y del nivel de las aguas a causa del cambio climático. Un proyecto arquitectónico barato y sostenible que podría mantener a flote la Venecia africana.