En una tierra con una larga tradición vitivinícola, la comarca alicantina de l'Alcoià-el Comtat, nació la bodega el Celler de la Muntanya, un proyecto empresarial que desde 2003 elabora vinos de forma ética y sostenible. El respeto al entorno, el pago de un salario justo a los productores locales y la reivindicación de la cultura minifundista definen el modelo productivo de esta empresa, impulsora también del sello Microvinya.

Juan Cascant, uno de sus dos copropietarios, está empeñado en contradecir a la Real Academia de la Lengua Española, que en su diccionario define el término minifundio como "finca rústica, que por su reducida extensión, no puede ser objeto en sí misma de cultivo en condiciones remuneradoras".

En opinión de este emprendedor alicantino, "ese modelo de agricultura terriblemente denostado y sinónimo de pobreza" no sólo es rentable económicamente, sino generador de riqueza social, medioambiental y cultural. Su empresa, así lo está demostrando desde hace algunos años, con hechos y con cifras.

 

Siete exclusivos vinos

 


Los siete exclusivos vinos que elabora en el Celler de la Muntanya proceden todos de microvinyas: pequeños bancales –algunos nuevos, otros recuperados– de poblaciones como Muro, Beniarrés o Gaianes donde hoy vuelven a cultivarse las mismas variedades de uva que hace siglos, entre ellas malvasía, monastrell, garnacha o verdil.

Las tierras pertenecen a arquitectas, abogados, electricistas, carniceros, profesoras, amas de casa y algún que otro agricultor. En total, 28 microvinyers participan del proyecto y cada uno mantiene con la bodega un acuerdo de remuneración distinto. "Esto no es una cooperativa" explica Cascant. "Aquí uno quiere cobrar en vino, otro quiere poder decir que este vino es suyo. Cada uno hace una interpretación distinta del proyecto".


"Lo que nuestra etiqueta acredita" continua el principal responsable de la bodega, "es que al productor se le ha pagado de forma justa". Para poder reproducirla –ya hay otras dos bodegas que aspiran a ello– se tiene que poder constatar además "que se trabaja con respeto a la Madre Tierra y con variedades autóctonas; que hay una intención de formar parte del entorno y generar una actividad social vinculada al campo y por último, que la promoción del producto se realiza mediante nuestra cultura".

Con esta filosofía, que antepone la ética, la sostenibilidad y la ecología, al beneficio financiero y que entronca directamente con la Economía del Bien Común que promueve Christian Felber, el Celler de la Muntanya ha conseguido entrar con muy buen pie en el mercado norteamericano y el alemán, donde algunos de sus caldos, como Celler de la Muntanya-Negre o Lliure Albir pueden degustarse en restaurantes y adquirirse en tiendas gourmet.

 

 

Reconocida en todas las guías internacionales

 


"Por supuesto que el concepto ético reporta beneficios", remarca Cascant, mientras recuerda que ni él, ni su amigo Toni Boronat, pretendían hacer ningún negocio cuando comenzaron su aventura, con varias cepas y una barrica. El vino les salió mejor de lo que esperaban y al no disponer de tierras ni recursos para comprarlas, proposieron a sus vecinos plantar uva "para recuperar entre todos el paisaje, hacer vino de calidad y participar una actividad lúdica". La respuesta, asegura, fue "formidable".

En esta comarca, sostiene Cascant, "el vino es protagonista en el recuerdo. Todo el mundo sabe que el vino formaba parte de la vida de nuestros antepasados. No es nada extraño. Hay una especie de atracción a volver a hacer esas cosas y cuando alguien se atreve, pues es una fiesta".

Hoy la calidad de los vinos del Celler de la Muntanya está reconocida en todas las guías internacionales con puntuaciones superiores a los 90 puntos sobre 100. "Hacemos parques naturales y gastamos mucho dinero en salvaguardar nuestro paisaje, nuestro ecosistema mediterráneo, sin conseguirlo. Pero nuestro campo es minifundista y sólo se salvará si el hombre lo trabaja, y con ello el paisaje y el ecosistema, y además gratis" dice Cascant a modo de reflexión para terminar.