Un millón de vacas genéticamente copiadas, nada más y nada menos, es la producción anual que tiene prevista conseguir la mayor fábrica de clonación del mundo. La megagranja se situará en el noreste de China, en la ciudad portuaria de Tianjin, y es fruto de un proyecto de colaboración entre el gigante asiático y Corea del Sur.

La instalación, que también incluirá un almacén de genes y un museo, se ubicará en un parque industrial subvencionado por el gobierno, conocido como Área Económica y de Desarrollo de Tianjin (TEDA, por sus siglas en inglés), una zona que saltó a los medios de comunicación de todo el mundo el agosto pasado por las dos deflagraciones en un almacén de productos químicos que acabaron con la vida de al menos 160 personas, un siniestro que posteriormente destapó una amplia trama de corrupción.

El edificio principal ya está en construcción y se espera que empiecen a producir animales en el primer semestre de 2016. En una primera fase nacerán 100.000 reses, para llegar al millón al año en una segunda etapa. El objetivo del complejo es producir carne de primera calidad en masa para satisfacer una demanda que crece proporcionalmente al imparable aumento del poder adquisitivo de la clase media china. La inversión será, tal y como revela una de las empresas implicadas, de 200 millones de yuanes (unos 29 millones de euros).

También producirán mascotas, perros policía y especies en peligro de extinción

La iniciativa surgió de la cooperación entre una filial de la empresa de biotecnología Boyalife, dos instituciones de investigación chinas y la compañía surcoreana Sooam Biotech, dirigida por Hwan Woo-suk. Esta empresa es líder mundial en la clonación de perros: ha producido más de 550 cachorros.

Cualquiera puede obtener una copia genética de su querido animal de compañía pagando 100.000 dólares (unos 94.400 euros) y enviando una muestra de tejido del perro original (en su página web puede leerse qué hay que hacer con el animal una vez muerto). Cabe destacar que no sólo son los genes los que determinan cómo es un animal, así que el original y su clon pueden ser físicamente idénticos pero albergar personalidades totalmente diferentes.

Para clonar a un mamífero, es decir, para conseguir una copia exacta de la composición genética de un individuo, se transfiere el núcleo de una célula somática (una célula no reproductiva, que contiene todos los genes) de un adulto a un ovocito enucleado (donde el núcleo original se ha eliminado previamente).

En cuanto se desarrolla, el embrión se implanta en el útero de una hembra, que lo gestará. Los animales clonados se utilizan para la cría o se destinan a la experimentación, puesto que si han sido precisamente copiados es por su calidad genética, porque son más productivos o más resistentes y su carne es mejor. Así que serán sus descendientes los que acabarán en el matadero.

Falta de 'líneas rojas'

La producción de ganado para el consumo alimentario será sólo la punta del iceberg de la fábrica de clones más grande del mundo, puesto que sus impulsores también pretenden producir perros policía, mascotas, caballos de carreras y especies en peligro de extinción como el panda.

Asimismo, emplearán algunos de los mamíferos como modelos de la enfermedad, es decir, serán diseñados genéticamente para tener una predisposición a contraer determinadas dolencias humanas con el fin de investigar en ellos posibles tratamientos.

Dichos planes ponen de manifiesto la falta de líneas rojas en materia de clonación en el país asiático. "China tiene fama de seguir, copiar o imitar, pero con la clonación nos convertiremos poco a poco en un líder mundial", declaró el consejero de la empresa Boyalife, Xu Xiaochun. "Estamos recorriendo un camino que nadie ha pisado nunca”, se jacta.

La agencia alimentaria europea asegura que no hay ningún peligro para la salud humana

Desde el año 2000, los científicos chinos han copiado ovejas, vacas y cerdos. La primera empresa de clonación comercial china fue abierta en septiembre de 2014 en la provincia oriental de Shandong. Su primer logro fue el nacimiento de tres cachorros de mastín tibetano, una rara raza canina que se ha convertido en símbolo de estatus social y que, por esta causa, puede llegar a ser vendida por millones de euros. Hasta ahora la clonación se había limitado a la investigación científica.

La técnica de clonación también se utiliza en otros países como Estados Unidos –la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, en inglés) la autorizó en 2008–, Canadá, China, Argentina, Brasil, Uruguay y Australia. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en inglés), mantiene que no hay diferencias en cuanto al sabor de los productos obtenidos de los animales clonados ni peligros para la salud humana, pero esos argumentos no han convencido a los gobiernos del Viejo continente.

La Eurocámara endureció el pasado septiembre la regulación sobre la clonación de animales destinados al consumo humano por motivos éticos, al considerar que les causa más daño que la cría convencional, y apelando al principio de precaución. La prohibición del legislativo comunitario, por el contrario, no afecta a la clonación de animales con finalidades científicas ni a la de especies en peligro de extinción.

En concreto, el Parlamento Europeo prohibió los clones de animales destinados a la ganadería, sus descendientes, los productos derivados de los mismos, incluido el pienso, y sus materiales de reproducción (esperma, óvulos y embriones), incluidas las importaciones de otros países, que deberán contar con un certificado que acredite que no se trata de un animal copiado ni de sus crías. Pero las reglas del juego pueden cambiar pronto si acuerdos como el Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversiones (TTIP), que se negocia en secreto actualmente entre la UE y los Estados Unidos, llega a buen puerto. El resultado sería la globalización de la carne clonada.