¿Y si les dijera que el artículo más leído de nuestra sección de Política y Sociedad de 2025 se titula El carisma del mal: cómo los rasgos psicopáticos se han normalizado en la cultura del éxito? Pues resulta que no se trata de una hipótesis. Es real. Así que vayan pensando ya en eso, en qué me dirían, porque me encantaría saber lo que piensan.

Creo que quizá hay demasiado narcisista megalómano a nuestro alrededor y que tal vez tenemos la necesidad de saber qué hay detrás de ellos para tratar de entender lo que les lleva a comportarse como lo hacen

Les contaré lo que pienso yo: creo que quizá hay demasiado narcisista megalómano a nuestro alrededor y que tal vez tenemos la necesidad de saber qué hay detrás de ellos para tratar de entender lo que les lleva a comportarse como lo hacen. Pero acepto interpretaciones diferentes.

Sí, ellos son la causa de los grandes males de la sociedad, esos que han llevado este año a muchos hombres y mujeres de este planeta a vivir con miedo.

Tengo la maravillosa tarea de editar artículos de dos secciones que cada mañana me colocan en el mundo, me hacen ser más consciente de cómo es, de las penalidades que millones de personas viven para sacar cabeza, solo para poder respirar, para dar una bocanada de aire y volver a meterse en el horror de una guerra, por ejemplo; en el pavor a ser deportado al país que no te dio nada más que desesperanza; en el esfuerzo de trabajar día a día lejos de tu casa o en el miedo que dan la soledad no deseada o el intento de suicidio de un hijo.

Me dirán que vaya manera tan negativa de recordar el año, ¿verdad? Y tienen toda la razón.

 

¿Un resumen catastroflista?

 

Los resúmenes del año hechos por periodistas tienden a ser catastrofistas en muchas ocasiones, pero no son más que el reflejo de lo que vivimos. Qué hacer o qué contarles si el año comenzó con la firma de decretos, uno detrás de otro, por parte del flamante presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mediante los cuales desafiaba al planeta.

Sí, Trump ha sido el gran protagonista este año, mucho más que el papa León XIV, –Robert Francis Prevost– que, recuerden, fue elegido por un cónclave rodeado de marketing tras la muerte del papa Francisco en el pasado mes de abril.

Para ese mes Donald Trump estaba ya en plena locura arancelaria, expandiendo la política de deportaciones y de estrictas medidas migratorias, desmantelando programas de diversidad, equidad e inclusión o con la puesta en marcha de sus medidas para la reducción masiva de empleados federales, congelando fondos para investigación o supervisando las protestas en los campus universitarios para detener a estudiantes que él consideraba peligrosos.

Lo de Venezuela llegó más tarde, con el “bloqueo total” de petroleros que entran o salen del país sudamericano como parte de su campaña para presionar al régimen de Nicolás Maduro y cortar sus ingresos principales.

Pero los grandes dramas del año han seguido siendo las guerras y las muertes en esas guerras. “Grande es la culpa de una guerra innecesaria”, dijo John Adams, padre de la Constitución de Estados Unidos y segundo presidente del país. Cualquiera de ellas lo es. Lo es la que enfrenta a Rusia y a Ucrania y lo ha sido también la de Israel y Palestina.

Desde el inicio de la tregua el pasado 10 de octubre hasta escribir estas líneas han muerto ya más de 400 palestinos. Un número más que añadir a los más de 70 000 que habían fallecido hasta entonces desde 2023. La cifra varía, según quién la ofrezca. Pero qué más da, las muertes son miles, todas ellas innecesarias.

Si la cifra varía es porque, efectivamente, todos estamos siendo víctimas de la desinformación en los últimos tiempos y siempre hay quien intenta que unas cifras sean otras. El virus de las noticias falsas ha ido penetrando por todos los poros de la sociedad sin hacer distinciones. Verificación, regulación y alfabetización digital son antídotos útiles para democracias consolidadas, pero difíciles de aplicar en países con “tendencias” autocráticas –léase Rusia, China, Venezuela, Hungría, República Democrática del Congo–.

Junto al auge de la desinformación ha ido creciendo en paralelo la ultraderecha, especialmente esa que acoge con los brazos abiertos a los jóvenes, aquellos que también abrazan ideas antifeministas. Parece que la juventud está empezando a mirar la democracia con desconfianza y a pensar que los tiempos pasados fueron mejores.

De esos tiempos se han cumplido en 2025 los 50 años. Medio siglo desde que el dictador Francisco Franco murió en el Palacio de El Pardo (Madrid) y esa muerte dio paso a una época de transición hacia la democracia en España. Abordamos la efeméride desde distintos ángulos y con diferentes miradas: su oratoria, las diferentes formas de represión del franquismo, cómo vivían las mujeres… Y miramos la evolución de la sociedad en estos 50 años con una mirada amplia y larga.

Este año fue también el de la muerte del uruguayo Pepe Mujica, el icono internacional de la izquierda.

 

La familia bien, ¿y usted?

 

Pero este año dedicamos nuestros artículos a hablar de otras muchas cosas. Por ejemplo de la infancia, de las personas mayores y de familias en todas sus variedades y modelos. Porque abordar los asuntos sociales y los vínculos humanos exige mirar la realidad con matices, evidencias y empatía.

Analizamos desigualdades, cuidados, políticas públicas y cambios demográficos para comprender cómo se transforman derechos, identidades y convivencias. Nuestro objetivo es ofrecer contexto, rigor y debate informado que ayude a los lectores a tomar mirar a su alrededor con una mirada justa.

No podemos despedir 2025 sin guiñar un ojo a dos episodios que, cada uno a su manera, condensan el espíritu del año. El robo del Louvre, tan cinematográfico como inquietante, nos recordó la fragilidad de los símbolos culturales incluso en los templos del prestigio global. Y, casi al mismo tiempo, los enfrentamientos entre Venezuela y Estados Unidos bajo la presión directa de Donald Trump devolvieron a la actualidad una política internacional basada en la fuerza, el bloqueo y la amenaza.

Quizá este repaso nos haya ayudado a todos a entender mejor por qué nuestros lectores han tenido tanto interés en adentrarse en las características de aquellas personas con rasgos psicopáticos que forman parte de la cultura del éxito.

Tal vez leer y analizar y saber sea hoy un acto de resistencia. Frente al ruido, el miedo y la simplificación, apostar por el conocimiento compartido nos permite comprender mejor el mundo sin rendirnos a sus monstruos. Ese es, al fin y al cabo, el sentido último de contar lo que pasa: pensar juntos para no normalizar lo intolerable.

¡Feliz año y espero volverles a encontrar al otro lado en 2026!The Conversation