Las calefacciones tienen un papel destacado en el volumen de emisiones de efecto invernadero. Calentando nuestras casas hacemos subir la temperatura global del planeta. No deja de parecer una consecuencia lógica. Lo que resulta menos evidente es que también lo sobrecalentamos cuando combatimos el calor, creando una interminable espiral de causa-efecto.

A mayor temperatura media global, mayor uso se hace de los aparatos de aire acondicionado, lo que a su vez hace incrementarse el consumo energético, provocando que, con la contaminación generada, aumente la concentración de gases nocivos en la atmósfera y se disparen todavía más los termómetros.

El Protocolo de Montreal (1987), posiblemente el más exitoso acuerdo ambiental internacional suscrito hasta la fecha, consiguió la prohibición de los clorofluorocarburos (CFC) –gases más usados como impulsores de aerosoles, pero también como refrigerantes en neveras y acondicionadores de aire– después de que los científicos demostraran que eran los principales responsables de la destrucción de la capa de ozono.

Esta capa atmosférica, situada entre los 15 y los 40 quilómetros de altura, evita que la emisión solar ultravioleta de alta frecuencia –que el ozono absorbe en hasta un 99%– dañe nuestra piel, nuestra visión o nuestro sistema inmunitario. Su debilitamiento provocó un incremento de casos de cáncer de piel y cataratas en humanos y en otros animales en las latitudes más afectadas.

Ozono recuperado

Tras la firma del protocolo, los CFC fueron sustituidos progresivamente en dichos aparatos por refrigerantes con mucho menor o nulo efecto sobre el ozono. Según las sustancias y el grado de desarrollo de cada país, se estableció un calendario que prohibía totalmente su uso en diferentes plazos entre 1994 y 2010. Los compromisos se han cumplido de manera globalmente satisfactoria y, 25 años más tarde, la capa se ha regenerado en gran medida. A mediados de siglo podría estar totalmente recuperada.

Pero el protocolo ignoraba el efecto negativo de los nuevos refrigerantes sobre el calentamiento global. Y no es pequeño. Según una reciente investigación, algunos hidrofluorocarburos (HFC) inocuos para la capa de ozono provocan un efecto invernadero por unidad emitida hasta 2.100 veces superior al del dióxido de carbono. Y sus niveles en la atmósfera aumentan de forma imparable.

Un estudio firmado por algunos de los mejores especialistas mundiales publicado en la revista Science en febrero pasado llegaba a la conclusión de que si estos gases siguen emitiéndose masivamente a la atmósfera debido al crecimiento del mercado internacional de la refrigeración doméstica o industrial, podrían ser la causa del 27% del total del cambio climático en 2050. Pero otros cálculos elevan la cifra incluso hasta el 45%.

Países en desarrollo

"Los HFC son buenos para proteger la capa de ozono, pero no son respetuosos con el clima", afirma con rotundidad David W. Fahey, investigador de la Agencia Nacional para los Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA). La Unión Europea pretende que la regulación de estos gases se traslade al marco del Protocolo de Montreal, pero algunos de los más grandes emisores, como la India, se niegan en redondo. El mercado del aire acondicionado crece en China y la India a un ritmo del 20% anual.

El HFC más utilizado en la actualidad por los fabricantes, el R410A, no causa ningún efecto dañino sobre el ozono atmosférico, por lo que es publicitado por las distintas marcas como un refrigerante ecológico. Sin embargo, su efecto invernadero es notable, si bien es cierto que esta sustancia suele estar almacenada en el interior de los aparatos y sólo se libera al exterior si se produce alguna avería o fuga.

Así, por ejemplo, sólo un 2% de las emisiones de efecto invernadero en España corresponden por ahora a HFCs. Pero no sucede lo mismo en otros países. Según la Agencia de Asesoramiento Ambiental holandesa, para mediados de siglo las naciones en desarrollo podrían emitir hasta 800 veces más HFC que los países desarrollados.

No en vano casi todas las 30 mayores megaciudades del mundo se encuentran en zonas tropicales, y un estudio de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) ha calculado que la demanda energética para aire acondicionado de los 18 millones de habitantes de Mumbai (la antigua Bombay, India) podría llegar a ser la cuarta parte de la de la norteamericana. Y el mantenimiento de muchos de esos aparatos no es el que debería.

Mientras la huella de carbono de un habitante del Tercer Mundo sin aire acondicionado es de unas 3 toneladas al año, la de un estadounidense es de 20 toneladas, y la mayor parte de la diferencia se debe al acondicionamiento térmico de los edificios donde habitan o trabajan los segundos y a sus desplazamientos en vehículos de motor privados. Pero las pujantes clases medias china, india o brasileña se acercan cada vez más a ese modelo de vida.

Alternativas

La UE ha empezado a tomar medidas contra los HFC, como vetar su uso en los acondicionadores de aire de los coches de nueva fabricación. En respuesta al reto europeo, el gigante tecnológico Honeywell ha anunciado un refrigerante con un impacto climático un 99,7% menor, que va dirigido al mercado del Viejo Continente, aunque empresas norteamericanas como General Motors han garantizado su incorporación a todos los nuevos vehículos desde 2013.

Por su parte, investigadores de la Universidad de Maryland (Estados Unidos) trabajan desde hace años sobre una posible aleación de metales flexible que podría sustituir como refrigerante sólido a los gases u otros fluidos utilizados en los aparatos convencionales. Además de emplear mucha menos energía, reduciría a cero las posibles emisiones a la atmósfera. Y su eficacia refrigerante podría ser hasta un 175% mayor.

Y algunas compañías como Bosch-Siemens, Whirlpool, Panasonic, Samsung, Miele y el fabricante de helados Ben & Jerry's también han empezado a investigar en busca de alternativas menos dañinas para el funcionamiento de sus aparatos o la refrigeración de sus productos, según reconoce incluso la organización ecologista Greenpeace International. Todo para que el frío no nos traiga más calor.