El cambio climático se había asomado ya a las pantallas de cine con producciones documentales (como Una verdad incómoda, ganadora de dos Oscars) o de ficción (como El día de mañana o 2012), pero todavía no a los escenarios teatrales. Y menos aún a los de los coliseos operísticos. Desde el pasado día 16, y hasta el próximo viernes, la Scala de Milán, tal vez el teatro de la ópera más famoso del mundo, acoge las representaciones de CO2, de cuyo libreto es autor el dramaturgo británico Ian Burton. Es la primera ópera sobre un tema medioambiental de la historia. 

“CO2 es una obra, tal vez la primera, que trata de la difícil relación, de amor, dramática, de celos, de abuso de poder, entre el hombre y la naturaleza”, opina el compositor italiano Giorgio Battistelli, autor de la parte musical de la obra, que afirma que escribió la misma deseando eludir que se convirtiera en “un sujeto ni político ni ideológico” porque “el arte no debe aportar soluciones, sino claves de lectura del presente”.

La obra está inspirada en 'Una verdad incómoda', el libro y documental de Al Gore

El libreto está inspirado en el documental Una verdad incómoda, estrenado en 2006, con un guión del ex vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore y que, entre muchos otros galardones, obtuvo los premios de la Academia estadounidense al mejor documental y la mejor canción original.

En 2007, cuando le fue encargada desde la Scala una ópera para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento de Italia, Battistelli estaba leyendo el libro de Gore en el que se basó la cinta y “se me pasó por la cabeza hacer una ópera sobre él”, explica el músico trasalpino. La celebración de la Expo de Milán este año (del 1 de mayo al 31 de octubre), cuyo lema es Alimentar el planeta, energía para la vida, ha aportado el momento oportuno para el estreno de una obra cargada de actualidad. 

La secuencia dramática se inicia durante una conferencia mundial sobre sostenibilidad, durante la que un climatólogo imaginario, el doctor David Adamson –interpretado por el barítono británico Anthony Michaels-Moore–, alerta en una solemne conferencia de los graves peligros del impacto de las actividades humanas sobre el clima, y el medio ambiente en general.

Posteriormente, se inicia un viaje de una hora y media por la medioambientalmente desastrosa historia de la humanidad, que parte del Génesis bíblico, con el nacimiento de Adán y Eva (no por casualidad, Adamson significa en inglés hijo de Adán) y pasa por el Protocolo de Kioto de 1997, el primer y hasta ahora único gran acuerdo internacional para tratar de frenar el calentamiento global (a finales de este año, en París, debería alcanzarse el acuerdo mucho más ambicioso que debería sustituirlo).

Final apocalíptico

Un supermercado y un aeropuerto internacional, lugares que simbolizan como pocos el derroche consumista de la sociedad, son junto a una playa tailandesa azotada por el tsunami de 2004 o el espacio exterior algunos de los escenarios de las nueve escenas en que se divide la representación (además de un prólogo y un epílogo).

Mientras Adamson desgrana sus lecciones, sus advertencias cobran vida: por el escenario desfilan en imágenes de video realizadas por Finn Ross e impactantes fotografías del canadiense Edward Burtynsky, bañadas en contundentes efectos de sonido, algunas de las grandes catástrofes naturales que ha sufrido en planeta (como los huracanes o el maremoto del océano Índico), las manifestaciones antiglobalización, el deshielo y la desertificación, la extinción de especies y, en crudo contraste, el excesivo consumo y la indiferencia de las grandes masas humanas, hasta desembocar en un final terrible y apocalíptico.

El elenco es de verdadero lujo, aunque su composición final no estuvo exenta de dificultades. El canadiense Robert Carsen fue el tercer y definitivo director que se hizo cargo del proyecto de CO2 desde su inicio (tampoco el libretista final es el que comenzó el trabajo), mientras la gran orquesta de la Scala es dirigida por el alemán Cornelius Meister. Adán es interpretado por el tenor americano-cingalés Sean Panikkar, y Eva por la soprano surafricana Pumeza Matshikiza. La mezzosoprano británica Jennifer Johnston se hace cargo del papel de una compungida Gaia, la Tierra misma.

Se trata de un viaje por la historia desde el Génesis bíblico hasta el tsunami de 2004

Durante algún tiempo, el proyecto quedó suspendido debido a sus elevados costes de producción. Y el nombre definitivo pasó del inicial de Una verdad incómoda, al de CO2 (la fórmula química del dióxido de carbono, el principal agente causante del calentamiento global) con el que se ha estrenado, con el libreto impreso (no podía ser de otra manera) en papel reciclado. 

Para dotarla de la deseada dimensión universal, la obra emplea como idiomas el sánscrito, latín, griego clásico, hebreo, ruso, árabe, chino e italiano, aunque predomina el inglés. En ellos tienen que expresarse los 19 solistas de 15 países y el centenar de integrantes del Coro de la Scala que intervienen en la representación, con el telón de fondo de la música de una orquesta con 90 músicos en el foso. La noche del estreno, la ópera fue premiada por el público que llenaba la Scala con una ovación final de 10 minutos de duración. Cabe desear que, además de disfrutar del espectáculo, tan apasionados espectadores se llevaran a casa alguna reflexión al respecto.