El lobo ibérico, una de las especies más emblemáticas y simbólicas de la península, vuelve a estar en el centro de la polémica. Su supervivencia, ya de por sí complicada por la presión humana y la fragmentación de su hábitat, se ve amenazada por una reciente decisión política que ha eliminado la protección legal que disfrutaba desde 2021. Organizaciones ecologistas, científicos y asociaciones de conservación advierten de un retroceso sin precedentes que podría poner en jaque décadas de avances en biodiversidad y coexistencia con el medio rural.
Una decisión política que rompe consensos
El pasado marzo, el Congreso de los Diputados aprobó la Ley de desperdicio alimentario, una norma destinada a combatir el despilfarro de comida. Sin embargo, en el trámite parlamentario, el Partido Popular introdujo una enmienda —respaldada por VOX, PNV y Junts— que suprimió al lobo ibérico del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE). De un plumazo, el animal dejó de estar protegido a escala nacional, lo que abre la puerta a que las comunidades autónomas puedan autorizar de nuevo la caza y los controles poblacionales.
La medida supone un giro radical respecto a lo aprobado en 2021, cuando el Gobierno decidió blindar al lobo en todo el territorio español, unificando la normativa que hasta entonces era distinta al norte y al sur del Duero. Ese paso fue considerado histórico por científicos y naturalistas, ya que reconocía la importancia del lobo como especie clave para los ecosistemas y cerraba la posibilidad de matanzas indiscriminadas.
Hoy, apenas cuatro años después, el panorama ha cambiado. El nuevo marco legal rompe la Estrategia Nacional de Conservación del Lobo, consensuada entre comunidades, expertos y entidades sociales, y elimina los fondos estatales destinados a prevenir ataques y compensar a los ganaderos.
Diversas organizaciones denuncian que la decisión no se apoya en informes científicos ni técnicos, sino en un cálculo político. “Es una maniobra oportunista que responde a presiones de determinados lobbies de caza y ganadería, no a la ciencia ni a la conservación”, señalan desde WWF. En la misma línea, Ecologistas en Acción recuerda que España está comprometida internacionalmente con la protección de grandes carnívoros, por lo que la medida podría incluso derivar en sanciones europeas.
Un pilar ecológico y cultural bajo amenaza
El lobo ibérico (Canis lupus signatus) no es solo un animal carismático. Se trata de un depredador tope, lo que significa que ocupa el escalón más alto de la cadena trófica. Su presencia es fundamental para el equilibrio de los ecosistemas: regula poblaciones de ungulados silvestres como jabalíes y corzos, evitando su sobreabundancia y los daños derivados en cultivos, suelos y bosques. De hecho, en zonas donde el lobo ha desaparecido, la presión de los jabalíes ha provocado problemas de erosión, plagas agrícolas y un aumento de accidentes de tráfico.
Los investigadores advierten de que eliminar al lobo sería comparable a retirar una pieza clave de un engranaje: todo el sistema natural se resentiría. Además, su papel como “ingeniero ecológico” beneficia indirectamente a otras especies, desde aves carroñeras hasta pequeños mamíferos.
Pese a la protección nacional vigente desde 2021, el lobo ya enfrentaba amenazas serias: caza furtiva, envenenamiento, atropellos y fragmentación de hábitat limitaban su expansión. Su población, estimada en torno a 2.000 ejemplares, se concentra principalmente en el noroeste peninsular, aunque poco a poco empezaba a recuperar territorios en otras zonas. Con la eliminación de su blindaje legal, ecologistas temen que ese proceso de recolonización se frene en seco o incluso retroceda.
Más allá de su importancia biológica, el lobo es un símbolo cultural y natural de la península ibérica. Presente en mitos, leyendas y tradiciones, su desaparición supondría una pérdida irreparable de patrimonio inmaterial. En países vecinos como Portugal, Francia o Italia, el lobo goza de mayor protección y reconocimiento, lo que contrasta con el retroceso legislativo vivido en España.
El conflicto con la ganadería extensiva es, sin duda, uno de los puntos más sensibles. Los ataques a rebaños existen y generan preocupación en el medio rural, pero numerosos estudios señalan que en muchos casos los daños atribuidos al lobo son provocados por perros asilvestrados o por falta de medidas de prevención. Experiencias en comunidades como Castilla y León o Asturias han demostrado que la combinación de mastines, cercados y pastoreo vigilado reduce significativamente los ataques.
“Lo que necesitamos no es menos lobo, sino más apoyo a los ganaderos para proteger su ganado”, apuntan desde la Fundación Oso Pardo, entidad que también trabaja en la coexistencia entre grandes carnívoros y actividades humanas.
Conservacionistas insisten en que la clave está en encontrar un equilibrio realista y sostenible entre el lobo y la ganadería extensiva. Eso pasa por compensaciones rápidas y justas, políticas de prevención eficaces y una apuesta decidida por la educación ambiental en los territorios rurales.
La eliminación de la protección del lobo ibérico ha encendido las alarmas entre científicos y ecologistas, que ven en esta decisión un golpe a la biodiversidad española. “Defender al lobo es defender la naturaleza, la ciencia y el futuro del medio rural”, resume un investigador del CSIC.
Para muchos, alzar la voz en defensa del lobo ibérico es alzar la voz por nuestro patrimonio común. Su desaparición no sería solo la pérdida de una especie, sino también de una parte esencial de la identidad de la península.
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