En un planeta cubierto en un 71% por agua, resulta casi irónico que el recurso más escaso y disputado sea precisamente el agua dulce, el “oro transparente de la Tierra”. ¿Cómo puede ser que, rodeados de océanos, lagos y ríos, millones de personas vivan sedientas?

Sumario

 

La respuesta está en un dato tan sorprendente como alarmante: menos del 1% del agua del planeta es dulce, accesible y no contaminada. El resto está atrapado en glaciares, bajo tierra o, simplemente, es salada.

 

Qué se puede considerar como agua dulce

 

El agua dulce es aquella que contiene bajas concentraciones de sales disueltas (menos de 500 ppm), lo que la diferencia del agua salada o salobre. Representa solo el 2,5% del total de agua del planeta, y es esencial para la vida humana, la biodiversidad y los ecosistemas.

 

Diferentes formas de agua dulce en la Tierra

 

Cuando pensamos en agua dulce, la imagen que suele venir a la mente es la de un río cristalino o un lago sereno. Pero la realidad es mucho más compleja y fascinante: el agua dulce adopta múltiples formas, muchas de ellas ocultas a simple vista, y cada una cumple un papel vital en el equilibrio del planeta.

 

  • Agua superficial: el rostro visible

Es la más conocida y accesible. Se encuentra en ríos, lagos, lagunas y humedales, y es la principal fuente de agua para consumo humano, agricultura e industria. Sin embargo, representa solo una fracción diminuta del total de agua dulce disponible.

Ríos como el Amazonas o el Nilo transportan vida y nutrientes a lo largo de miles de kilómetros.

Lagos como el Baikal en Rusia, el más profundo del mundo, almacenan enormes volúmenes de agua dulce.

Humedales, a menudo subestimados, son verdaderas esponjas naturales que filtran el agua y albergan una biodiversidad única.

 

  • Agua subterránea: el tesoro oculto

Bajo nuestros pies, en grietas y poros de rocas y suelos, se esconde una de las mayores reservas de agua dulce del planeta: los acuíferos. Esta agua subterránea alimenta pozos, manantiales y ríos, especialmente en épocas de sequía.

El acuífero Guaraní, en Sudamérica, es uno de los más grandes del mundo y abastece a millones de personas.

En muchas regiones áridas, como el norte de África, el agua subterránea es la única fuente disponible.

Pero este recurso, aunque renovable, no es infinito. La sobreexplotación y la contaminación lo amenazan gravemente.

 

  • Agua congelada: el banco de hielo del planeta

Aunque inaccesible para el uso inmediato, los glaciares, casquetes polares y nieves perpetuas almacenan cerca del 70% del agua dulce del planeta. Son los grandes reguladores del clima y del nivel del mar.

El glaciar Lambert, en la Antártida, contiene más agua dulce que todos los lagos del mundo juntos. Como curiosidad, que pocos saben, se trata del glaciar más grande del mundo y contiene más agua dulce que todos los lagos y ríos del planeta juntos. Sin embargo, su acceso es imposible sin alterar ecosistemas enteros. Es como tener una fortuna encerrada en una caja fuerte sin llave

El derretimiento acelerado de estos gigantes blancos es una de las señales más alarmantes del cambio climático.

 

  • Agua atmosférica: la forma más efímera

Sí, también hay agua dulce en el aire. Se encuentra en forma de vapor, nubes, niebla y rocío. Aunque su volumen es pequeño, juega un papel crucial en el ciclo hidrológico y en la distribución de lluvias.

En algunas regiones desérticas, como el norte de Chile o Namibia, comunidades han aprendido a recolectar agua del aire usando mallas que capturan la niebla. Una solución ingeniosa frente a la escasez.

El agua dulce no es solo una sustancia: es un sistema complejo, dinámico y profundamente interconectado. Cada tipo –visible o invisible, líquida o sólida– cumple una función esencial en la vida del planeta.

 

Una distribución muy desigual

 

De toda el agua dulce del planeta, el 69% está congelada en glaciares y casquetes polares. El 30% se encuentra en aguas subterráneas, y tan sólo un 0,3% está en ríos y lagos y es la que sostiene a más de 8.000 millones de personas, además de a millones de especies. Es decir, que menos del 1% del agua del planeta está disponible para el consumo humano directo.

El acceso al agua dulce no es equitativo. Mientras países como Canadá o Brasil poseen enormes reservas, otras regiones –como el norte de África o Medio Oriente– enfrentan una escasez crónica. Esta desigualdad no solo es geográfica, sino también económica y política.

 

Un recurso finito del que ya hemos alcanzado el límite

 

Desde 1970, las poblaciones de especies de agua dulce han caído un 83%, una cifra que supera incluso la pérdida de biodiversidad en los océanos o los bosques tropicales. Los humedales desaparecen tres veces más rápido que los bosques tropicales y solo un tercio de los ríos más largos del mundo fluyen libremente.

Y a partir de 2014 la caída ha sido aún más abrupta, según un informe basado en datos de satélites publicado en Surveys in Geophysics, un equipo internacional de científicos sugiere que el cambio podría indicar que los continentes de la Tierra han entrado en una fase persistentemente más seca. Desde 2015 hasta 2023, las mediciones satelitales mostraron que la cantidad promedio de agua dulce almacenada en la tierra fue 290 millas cúbicas (1.200 kilómetros cúbicos) menor que los niveles promedio de 2002 a 2014.

La ONU estima que para 2050, más de la mitad de la población mundial vivirá en zonas con estrés hídrico severo. El cambio climático, la contaminación y el uso desmedido del agua en agricultura e industria están llevando al límite este recurso vital.

La buena noticia es que hay soluciones. Desde la restauración de humedales hasta tecnologías de riego eficiente, pasando por la recolección de agua de lluvia y la protección de cuencas hidrográficas. Pero la clave está en un cambio de mentalidad: dejar de ver el agua como un recurso infinito y empezar a tratarla como lo que es: un tesoro frágil.