Hasta hace poco tiempo, aún no habría empezado en España la temporada de incendios o época de peligro alto de incendios que, en líneas generales, y con diferencias entre Comunidades Autónomas —debidas a sus condicionantes climáticos e históricos— se extendería anualmente entre el 15 de junio y el 15 de septiembre.

Lo que estamos viviendo, directamente o través de los medios de comunicación, es que los incendios se han adelantado. La oleada en Asturias a finales de marzo, o el primer gran incendio forestal (incendio que consume una superficie superior a 500 hectáreas) de este año en esta misma época en Teruel-Castellón, ha quemado cerca de 5.000 hectáreas. Más reciente es el que ha afectado a más de 10.000 hectáreas en Las Hurdes y Sierra de Gata.

 

¿Hasta qué punto estamos ante una anormalidad?

 

Las estadísticas oficiales elaboradas por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico para el periodo comprendido entre el 1 de enero y el 30 de abril de 2023 apuntan valores por encima de la media de los 10 años anteriores en el número de hectáreas forestales afectadas por el fuego (más del doble) y en el de grandes incendios (seis en 2023 frente a dos como media en el decenio anterior).

Algunas Comunidades Autónomas han reconocido la excepcionalidad de la situación y han adelantado la época de peligro

Teniendo en cuenta que el número total de incendios de este año es solo ligeramente superior al valor promedio del último decenio, es el incremento en el número de grandes incendios el que explica el aumento de la superficie afectada, apuntando a incendios no más numerosos, pero sí más intensos. No obstante, estas mismas estadísticas recogen, en el citado decenio, otros años “anormales”, como el año 2017, con valores superiores de hectáreas arrasadas por el fuego y número de megaincendios.

En este contexto, algunas Comunidades Autónomas han reconocido la excepcionalidad de la situación y han adelantado la época de peligro; es el caso de Andalucía, que anticipó del 1 de mayo al 15 de abril la época de alerta media de incendios, de acuerdo con las condiciones meteorológicas marcadas por elevadas temperaturas y ausencia de precipitaciones.

 

¿Qué justifica este escenario?

 

Numerosos estudios han documentado la relación entre las olas de calor y los periodos prolongados de sequía, que dan lugar a valores muy bajos de humedad de la vegetación, con el incremento en el número de grandes incendios forestales. Pero no solamente las condiciones meteorológicas juegan a favor de ellos fuera de temporada.

La falta de gestión del combustible forestal, ligada la falta de gestión en amplias zonas de nuestro territorio, da lugar formaciones vegetales con continuidad horizontal y vertical y elevada carga de combustible

La falta de gestión del combustible forestal, ligada la falta de gestión en amplias zonas de nuestro territorio, da lugar formaciones vegetales con continuidad horizontal y vertical y elevada carga de combustible. Así, masas arboladas densas, con abundancia de matorral en el sotobosque, originan la acumulación de elevadas cantidades de combustible forestal en condiciones de arder, facilitando la aparición de incendios de elevada intensidad que afectan a grandes superficies.

 

¿Qué podemos hacer?

 

Son numerosos los expertos que coinciden en la necesidad de fomentar la gestión forestal, para lo cual es necesario incrementar las inversiones en las zonas forestales, que aumenten la rentabilidad de los montes y además ayuden a luchar contra la despoblación rural, así como implementar una legislación que facilite dicha gestión.

La recuperación de un territorio con un mosaico de usos del suelo, en el que convivan bosques, formaciones de matorral, cultivos y pastizales, también es un objetivo que perseguir en la prevención de los incendios forestales. El fuego prescrito y el pastoreo controlado constituyen importantes herramientas para tener en cuenta a la hora de gestionar el combustible forestal y la ganadería extensiva aporta, además, valor económico a las zonas rurales.

El ya conocido concepto de 'aprender a convivir con el fuego' es un marco para abordar el desafío que plantean las actuales previsiones climáticas, que nos obligarán a adaptarnos a una nueva realidad

 

Mejorar el entendimiento entre la población rural, que habita en el medio que sufre los incendios, y la población urbana, que disfruta de ese medio, pero que no siempre lo conoce ni comprende, así como la educación y la formación, también se revelan como líneas de actuación en las que es necesario hacer hincapié. En este sentido, el ya conocido concepto de 'aprender a convivir con el fuego' es un marco para abordar el desafío que plantean las actuales previsiones climáticas, que nos obligarán a adaptarnos a una nueva realidad.

Estas son solo algunas de las medidas que hay que abordar, si no queremos que términos como “incendios de sexta generación”, “megaincendios”, “incendios extremos”, “incendios fuera de capacidad de extinción” e “incendios fuera de temporada”, copen cada vez con mayor frecuencia los titulares de los medios de comunicación.