"Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir". Estas fueron las palabras con las que el anterior rey Juan Carlos I pedía perdón por haber viajado a cazar elefantes a Botsuana, en el sur de África, en 2012. Su foto junto al cadáver de un paquidermo indignó a la opinión pública en un momento crítico para la economía española. El suyo, sin embargo, no ha sido un caso aislado: las fotografías de la cacería del humorista español del dúo Los Morancos, César Cadaval, o las del dentista estadounidense Walter Palmer junto al león más famoso de Zimbabue, Cecil, también incendiaron las redes sociales. Pero ellos son sólo las caras conocidas de un suculento negocio en alza.

El Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW por sus siglas en inglés) ha arrojado algo de luz sobre este oscuro negocio. Según su último estudio, al menos 1,7 millones de trofeos de caza fueron objeto de comercio internacional entre 2004 y 2014 y más de 200.000 de estos trofeos, una media de 20.000 por año, pertenecían a especies catalogadas como 'en peligro de extinción'.

Estados Unidos lidera la lista de importadores y Canadá, la de los destinos cinegéticos

El IFAW ha analizado el número de trofeos que se comercializaron entre los años 2004 y 2014 basándose en datos de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES, en sus siglas en inglés), un tratado jurídico suscrito por 182 países para velar por que la compra-venta de especies de animales y plantas silvestres no constituya una amenaza para la supervivencia de la biodiversidad. Por tanto, teniendo en cuenta la caza furtiva y el tráfico ilegal, imposibles de cuantificar con exactitud, las cifras del total de animales cazados serán con seguridad mucho mayores.

El objetivo de los participantes en la caza de trofeos es obtener la carcasa o una parte del cuerpo del animal, como la cabeza, para exhibir su hazaña. Es una actividad totalmente legal en determinadas zonas, donde se ha convertido en una importante fuente de ingresos y de divisas, que en ocasiones se destinan a la protección del resto de la fauna salvaje. 

En algunos países, la modalidad incluye la llamada caza enlatada, que se desarrolla en un espacio reducido y acotado donde tiene lugar la batida de unos animales desorientados, a veces incluso drogados, y tan habituados al contacto con los humanos que la supuesta cacería se convierte más bien en un tiro al blanco.

El estudio revela que hasta 107 naciones diferentes participaron en el comercio de la caza de trofeos entre 2004 y 2014. Sin embargo, sólo 20 países son responsables del 97% de las importaciones: Estados Unidos lidera el ranking con 150.583 trofeos importados (el 71% del total). Le siguen muy de lejos España, con 10.334 importaciones (4,9% del total) y Alemania, con 9.638 importaciones (4,5%). Los mayores proveedores de trofeos fueron durante el mismo período Canadá (35%), debido a las numerosas cacerías de osos negros americanos, Suráfrica (23%) y Namibia (11%).

Granjas de leones

En España, según el IFAW, “hay una fuerte cultura de la caza de trofeos”, si bien se ha registrado un descenso significativo desde 2007. Los animales que más se importaron entre 2004 y 2014 fueron antílopes negros, elefantes africanos, hipopótamos, leones y babuinos. Los datos de la CITES muestran que la mayor parte de las importaciones proceden de Suráfrica. El animal que más se exportó a otros países desde España fue el arruí, una especie de caprino originaria de África del Norte que ha sido catalogada recientemente como especie invasora tras una sentencia del Tribunal Supremo.

Detrás de las cifras están las vidas de miles de animales. Los 10 más deseados por los humanos para decorar las paredes de sus fincas son el oso negro americano (se importaron 93.322 ejemplares, el 44% del total), la cebra de montaña de Hartmann (12.892 ejemplares, el 6%), el leopardo (10.299 individuos, el 5%), los elefantes africanos -que incluyen el elefante africano de sabana y el más pequeño elefante de bosque- (10.294 animales, el 5%), el papión chacma (9.504, el 4%), el león (8.231, el 4%), el lobo (6.534, el 3%), el oso grizzly (6,482 ejemplares, el 3%), el hipopótamo (5,812, el 3%) y el cocodrilo del Nilo (4,693, el 2%).

Los llamados cinco grandes de África (elefante, rinoceronte, león, leopardo y búfalo) están entre los animales más populares y más buscados. Menos el búfalo, el resto está catalogado como 'amenazado' por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) pero, a pesar de ello, tanto el leopardo como el elefante y el león están en lo alto del listado de los más importados.

El más demandado es el oso negro americano, seguido de cebras de montaña y leopardos

La captura de leones y elefantes se ha incrementado desde 2004. Además, el que fuera llamado rey de la selva es el principal protagonista de la caza enlatada, con más de 5.000 trofeos exportados del gran felino víctimas de esta modalidad entre 2004 y 2014, más de la mitad por cazadores de Estados Unidos. Suráfrica es el único país en el que se reproducen leones en cautiverio a gran escala para poder abastecer la demanda del negocio de la caza para turistas ricos. El país cuenta con unas 200 granjas en las que se crían de 6.000 a 8.000 ejemplares.

En Suráfrica, matar a un búfalo cuesta entre 12.500 y 17.000 dólares (11.000 a 15.000 euros); a un leopardo, de 15.000 a 35.000 dólares; abatir a un león tiene un precio de entre 8.500 a 50.000 dólares; a un elefante, entre 25.000 y 60.000 dólares; y acabar con la vida de un rinoceronte blanco, una de cuyas subespecies está en peligro crítico de extinción, más de 125.000 (unos 111.000 euros). Algunas cifras marean: el cazador Corey Knowlton llegó a pagar 350.000 dólares (más de 310.000 euros) por disparar a un rinoceronte negro en Namibia.

Un estudio de 2009 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y del Consejo Internacional de la Caza (CIC) explicaba que el precio por un viaje a África para practicar la actividad cinegética durante 21 días oscilaba entre los 81.000 y los 110.000 dólares (de 72.000 a 98.000 euros); pasar 28 días en busca de elefantes, leones, leopardos y búfalos costaba entre los 87.000 y los 140.000 dólares y para estar 10 días persiguiendo a búfalos había que desembolsar unos 41.000 dólares (36.000 euros).

En los últimos años, la difusión de imágenes de cacerías, principalmente de grandes mamíferos, ha conmovido a la opinión pública. La presión popular ha ido en aumento hasta tal punto que algunos gobiernos han tomado cartas en el asunto. Francia prohibió a finales del pasado año la importación de trofeos de león, tal y como había hecho previamente Australia. Los Países Bajos han ido todavía más lejos: en abril vetaron la importación de trofeos de rinocerontes blancos, hipopótamos, elefantes africanos, argalís (ovejas salvajes del Himalaya), leones y osos polares.

Por su parte, una cuarentena de aerolíneas, como Delta Airlines, Iberia o KLM, han prohibido a sus pasajeros llevar como equipaje trofeos de caza. Sin embargo, los despojos de los animales están permitidos por las empresas de transporte más grandes del mundo, United Parcel Service (UPS) y FedEx, y por la mayoría de las compañías marítimas (más lentas pero más baratas). Para ellos, quien paga, manda.