Hace años que los adversarios del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés) entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos alertan sobre sus efectos negativos para la seguridad de los consumidores y el medio ambiente. Ahora, todas las sospechas se han confirmado gracias a la filtración de documentos de la negociación por parte de la organización ecologista Greenpeace.

“Estos documentos reflejan la magnitud y el alcance del intento de los Estados Unidos y la Unión Europea de anteponer los beneficios empresariales a los intereses de la ciudadanía. Ya es hora de que las negociaciones se detengan y de que comience el debate”, ha declarado Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace España.

La organización Greenpeace Holanda ha publicado 248 páginas de documentos de la negociación del mayor acuerdo de libre comercio de la historia. En concreto, son de la última ronda de contactos, la decimotercera, que tuvo lugar el pasado abril y afectan a áreas como la agricultura, la sanidad, la competencia o la propiedad. Se pueden consultar en la web www.ttip-leaks.org, “para que todo el mundo pueda acceder a ellos y se cumpla el principio de transparencia innato a la democracia”, afirma la entidad ecologista.

EE UU apuesta por exportar productos transgénicos y carne hormonada a Europa

No se trata del texto completo, pero son 13 capítulos y una nota titulada Estado táctico de las negociaciones en los que por primera vez sale a la luz la posición (y presión) de los Estados Unidos, que busca minar las regulaciones sociales y ambientales europeas y dar más poder a las grandes corporaciones, unas medidas que afectarían por completo a la vida de más de 800 millones de ciudadanos.

Por ejemplo, Estados Unidos está dispuesto a flexibilizar la importación de automóviles europeos a cambio de ampliar la exportación de productos cosméticos, agrícolas y ganaderos a Europa, lo que choca frontalmente con la legislación de la UE: Washington tiene reglas menos estrictas en el sector químico, lidera el cultivo de transgénicos –e incluso ha aprobado la producción del primer animal modificado genéticamente para consumo humano–, administra al ganado hormonas y productos de crecimiento, así como sustancias tóxicas y permite emplear animales en las pruebas de laboratorio para los cosméticos. Europa rechaza en mayor o menor medida estas prácticas.

Hay varios motivos de gran preocupación, según destacan los conservacionistas. Uno de los principales es la eliminación de las políticas de protección ambiental y los obstáculos a la protección del clima: en los documentos filtrados no se tiene en cuenta el reciente Acuerdo de París para reducir las emisiones de dióxido de carbono ni se propone descartar la regulación de la importación de combustibles altamente contaminantes como el petróleo procedente de arenas bituminosas.

También se plantea el final del principio de precaución, que, incluido en reglamentos de la UE y procesos de regulación para vetar sustancias potencialmente peligrosas, se eliminaría para favorecer a la industria química estadounidense, y se plasma un mayor poder de las corporaciones, que ya influyen enormemente en las negociaciones.

Asimismo, para solventar las posibles disputas que puedan producirse entre las empresas y gobiernos de un lado y otro del Atlántico, el pacto inicial preveía resolver el conflicto con un arbitraje técnico para evitar los tribunales. Tras las protestas ciudadanas, Bruselas ha propuesto un tribunal formado por jueces. Pero en la versión filtrada del texto no hay referencias al respecto sobre la posición estadounidense. La viabilidad de esa propuesta europea, por tanto, es incierta, tal y como recoge Greenpeace.

El futuro del pacto, en el aire

“La Unión Europea y los gobiernos de sus países miembros llevan unos 20 años destrozando los servicios públicos. Estos tratados que buscan liberalizar el comercio pueden ser analizados como una manera de remachar esta destrucción, de hacerla totalmente irreversible”, explicaba en una entrevista con EcoAvant.com Frédéric Viale, experto en política comercial de la Unión Europea.

"El tratado se negocia ahora debido a la acción ejercida por los grupos de presión empujados, claro está, por intereses privados. Los hay muy fuertes y que piden este tratado desde hace años, como el Trans-Atlantic Business Council (TABC), que representa a las grandes empresas de servicios de ambos lados del Atlántico; la Cámara de Comercio de los EE UU y de la UE; las cámaras de comercio internacionales y el European Services Forum (ESF), un lobby de 80 empresas del sector servicios en Europa”, añade Viale.

Sin embargo, y a pesar de la filtración, la Comisión Europea sigue reiterando que el acuerdo no rebajará el rigor de las regulaciones europeas. Así lo han afirmado la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, vía blog, y el jefe negociador comunitario, Ignacio García Bercero, en conferencia de prensa.

La UE reitera que no rebajará la protección de los ciudadanos y el medio ambiente

Ningún acuerdo comercial de la UE rebajará jamás nuestro nivel de protección de los consumidores, la seguridad alimentaria o el medio ambiente. Los acuerdos comerciales no cambiarán nuestras normas sobre organismos modificados genéticamente ni sobre cómo producir una carne de vacuno segura o cómo proteger el entorno”, afirma Malmström. Asimismo, matiza que los documentos filtrados reflejan la postura actual de ambas partes, la europea "ya conocida", pero no un acuerdo entre ellas: “No debería ser una sorpresa que haya áreas en las que la UE y los EE UU tienen diferentes puntos de vista”.

Para García Bercero, “algunos de los puntos que ha destacado Greenpeace sobre estos documentos son erróneos” como que la UE ignore el principio de precaución. Ambos portavoces comunitarios han afirmado que la UE ha consultado tanto a la industria como a las organizaciones de consumidores, medioambientales y sindicatos, por lo que, asegura, la industria no tiene mayor acceso a la negociación que estos agentes sociales.

Con la filtración de los documentos, el futuro de las negociaciones queda en el aire, ya que Estados Unidos había pedido llevar todo el proceso en secreto. Lo que sí parece claro es que el acuerdo no se cerrará este año, tal y como pretendían Barack Obama y Angela Merkel. Porque, a las diferencias entre los Estados Unidos y la Unión Europea, se suma el creciente rechazo en la opinión pública de varios países, así como la cercanía de las elecciones presidenciales en Estados Unidos (en contra del TTIP están Bernie Sanders, segundo en la carrera del partido demócrata, y Donald Trump, de momento el favorito entre los republicanos) y comicios también en Francia y Alemania.

Desde Greenpeace lo tienen claro. “Hacemos una llamada a la ciudadanía, políticos y empresarios para que se involucren en el debate del TTIP de manera abierta y sin miedo. Hacemos una llamada a los negociadores políticos para que hagan públicos los textos completos y faciliten la discusión. Y les pedimos que, mientras no respondan a cuestiones pendientes, detengan las negociaciones”, anuncia Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace España. Nuestro futuro está en juego.