Aunque el primer semestre del año ha sido bueno por lo que respecta a los incendios forestales, con un descenso del 82,77% respecto al mismo periodo del terrible 2017, y que esta primavera tan excepcionalmente lluviosa, la de más cantidad de precipitaciones desde 1965, ha dejado mucha más humedad de lo habitual en los bosques, no hay que cantar victoria, y nos espera un verano seco y peligroso, en ello coinciden de forma unánime los expertos.

Hasta el 1 de julio, y según datos oficiales del nuevo Ministerio para la Transición Ecológica (obviamente heredados de su predecesor el MAPAMA del Gobierno del PP) se habían registrado en España 2.993 siniestros. Este dato sitúa 2018 como el segundo mejor de la década, sólo por debajo de 2016.

Sólo ha habido uno de más de 500 ha. El año pasado por estas fechas habían sido 9

La superficie afectada en lo que llevamos de año ha sido de 1.562 hectáreas (ha.) de bosque y 6.725 hectáreas de matorral y monte abierto. Sólo uno de estos incendios ha sido de la categoría de los más grandes, los que dan cuenta de más de 500 hectáreas afectadas, cuando el año pasado por estas fechas ya contábamos nueve, y la media de los últimos 10 años es de cinco de ellos anuales antes del verano. En el año negro de 2012 ya habían sido nada menos que 14. Y la superficie arrasada este 2018 es de momento un 60% menor que la de hace doce meses y menos de la mitad de la media decenal.

Así que, salvo en zonas puntuales, como la Comunidad Valenciana, donde el arranque del año fue considerablemente peor que la media del decenio, 2018 ha empezado de forma globalmente muy positiva. Pero, “aunque los datos reflejan una situación favorable en cuanto a número de incendios, grandes incendios y superficie quemada, no hay que bajar la guardia. Como se demostró en Galicia en octubre del año pasado, el periodo de riesgo cada vez se prolonga durante más tiempo, debido al incremento de temperaturas provocadas por el cambio climático”, afirma Miguel Ángel Soto, responsable de campañas de Greenpeace en España, quien hace notar que “no sería la primera vez que, tras un comienzo del verano con buenos datos estadísticos, las cifras finales acaben siendo realmente preocupantes”.

Nueva generación de siniestros

El abandono de los bosques, su crecimiento descontrolado y el aumento de las temperaturas medias están haciendo que nazca una nueva generación de incendios forestales más destructiva. Puede haber menos incendios en total, pero el número de grandes siniestros y su capacidad destructiva crecen. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (la mayor organización conservacionista del mundo, WWF, en sus siglas en inglés), su tamaño medio ha crecido un 25% en una década. El año pasado, los macroincendios se llevaron por delante la mayor parte del medio millón de hectáreas calcinadas en la península, entre España y Portugal, país que se llevó la peor parte. Y lo que es peor, además de matar a millones de animales, causaron la muerte a un centenar de personas, la mayoría de ellas de ellas también en el país vecino.

Y ante esta nueva generación de fuegos cada vez más rápidos y violentos, se hace más importante la prevención que la extinción. “En España somos buenos apagando incendios forestales: el 65% de ellos son extinguidos en fase de conato (menos de una hectárea). Sin embargo, no lo somos evitando que se produzcan”, afirma un informe sobre el tema del WWF donde se denuncia que se destinan 1.000 millones de euros al año a poner en marcha medidas de extinción frente a tan solo 300 millones de euros en prevención. 

Es preciso invertir más en prevención para hacer los bosques más resilientes al fuego

Pese a todo lo expuesto, el nuevo ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, ha soliviantado a los expertos al negar la existencia de esta nueva generación de siniestros que todos coinciden a identificar: a su juicio, "la percepción de que cada vez hay más incendios y son más grandes es errónea" y se debe a que "se conocen las noticias muy rápido", pero en realidad "no es así".

La falta de políticas que deberían hacer más resilientes nuestras zonas forestales, fragmentándolas y sustituyendo especies foráneas por otras autóctonas, afirma el WWF, ha hecho que se multipliquen las bombas forestales en la península, y donde más abundan, como se demostró el pasado y trágico otoño, es en el noroeste de la península. 

El 94% de los incendios del año pasado en Portugal tuvieron lugar al norte del río Tajo y casi el 65% de los incendios españoles se producen en el noroeste peninsular, que el WWF llama “el polvorín del noroeste”: “Galicia concentra el 50% del total nacional de incendios, ¡unos 6.000 siniestros al año!”, advierte el informe del WWF.

Otro informe presentado estos días por Greenpeace bajo el título de Protege el bosque, protege tu casa, denuncia que el 80% de los municipios en zonas de alto riesgo de incendios no cuenta con planes de emergencia.

“Doce comunidades autónomas (incluyendo Ceuta) obtienen una valoración deficiente o muy deficiente en su planificación. Entre ellas, destacan Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y las provincias de León y Zamora, ya que sufren el 51,57% del total anual de los incendios. Aunque ninguna comunidad alcanza el nivel de planificación requerido, las islas Canarias, Cataluña y la Comunidad Valenciana son las que cuentan con planificaciones más avanzadas, pero todavía queda mucho por hacer” expone Greenpeace.

“En zonas susceptibles de sufrir terremotos, por ejemplo, hay percepción del riesgo; sin embargo, en zonas de riesgo de incendio forestal se insertan viviendas sin que la población perciba el peligro y, por tanto, se prepare para prevenir incendios y mitigar sus impactos”, señala Mónica Parrilla, ingeniera forestal y responsable de la campaña de incendios de Greenpeace.

El cambio climático agravará año a año la situación. “La vegetación se encuentra fuera de su rango climático: no vive ya en el clima en el que nació el bosque, sufre un tremendo estrés hídrico y por ello hay mucho más combustible muerto que vivo. La mala noticia es que esta situación ha llegado para quedarse, y que cada vez se desplazará más hacia el norte de Europa. La buena es que, después del fuego, los nuevos bosques tendrán menos masa vegetal y estarán mejor adaptados a las nuevas condiciones climáticas, aunque todo esto tardará unas cuantas décadas”, señalaba en una reciente entrevista con EcoAvant.com el experto internacional en incendios forestales Marc Castellnou, jefe del Grupo de Actuaciones Forestales de Cataluña.