Ahora que habíamos parado de cazarlas, las dejaremos sin comida. La pesca masiva de krill en el Antártico podría suponer un peligro para las ballenas y otros animales que dependen de estos diminutos crustáceos, la base de la cadena trófica del océano, para su supervivencia. El movimiento internacional de consumidores, trabajadores e inversores SomeOfUs, que lucha contra las prácticas social y ambientalmente dañinas de las grandes corporaciones, ha puesto en marcha una campaña con la que quiere pedir a gigantes de la distribución como la cadena de farmacias estadounidense CVS Health o la de supermercados británica Sainsbury's que pongan fin a la venta de estos productos, que se comercializan como píldoras de aporte suplementario de Omega 3.

Tú puedes vivir sin krill. El océano, no; proclama la campaña, cuyos impulsores denuncian que en algunas áreas, el 80% de las poblaciones de krill antárticas han sido ya eliminadas. Enormes tubos aspiradores absorben miles de toneladas de estos diminutos camarones para convertirlos en un suplemento nutricional que resultaría innecesario para cualquier persona con una dieta mínimamente equilibrada.

Vive en bancos que pueden albergar hasta 30.000 ejemplares por metro cúbico

Pero la escasez o la desaparición de este recurso pondría en peligro el delicado ecosistema antártico, y a los cetáceos, focas y pingüinos que en él habitan, que se alimentan directamente de éste (una ballena puede consumir cuatro toneladas al día) o de los peces que lo hacen. Además, al subsistir consumiendo microalgas, el krill ejerce una función de captación de carbono atmosférico, que pasa a través de sus heces al fondo del mar.

La especie capturada masivamente en el Antártico es la Euphausia superba, un animal parecido al camarón que puede alcanzar los seis centímetros de longitud, que vive en aguas frías del hemisferio sur, se nutre filtrando fitoplancton (que tiene sus mayores concentraciones mundiales en aquella región) y vive en cardúmenes que pueden llegar a sumar 30.000 ejemplares por metro cúbico y se mueven en vertical descendiendo a las profundidades en las horas diurnas.

Se calcula que hay entre 125 y 725 millones de toneladas de estos animales y que se están pescando 100.000 toneladas al año, todavía una cantidad considerada sostenible, aunque una parte de ellas se desperdicia debido a la dificultad del procesamiento de estas capturas, que se deterioran en muy pocas horas.

Vitaminas, metales y Omega-3

El ranking de capturas de krill lo encabeza Japón, país en el que es fácil encontrar este producto como ingrediente en las estanterías de los supermercados y donde el crustáceo ha llegado incluso a los fogones de los restaurantes. Le siguen Ucrania y Polonia, pero quien empezó a pescarlo fue la Unión Soviética, en los años 60, para elaborar harinas y como alimento para los peces de las piscifactorías. Más tarde se descubriría su riqueza en vitaminas A, B y D y metales como el selenio y, posteriormente, en los años 90 del pasado siglo, estimularían su captura los descubrimientos sobre las bondades de los ácidos grasos Omega-3.

Aunque los volúmenes de pesca de krill antártico todavía parecen asumibles, instituciones científicas y organizaciones ambientales como Greenpeace alertan de que la combinación de los efectos del cambio climático en la zona que más se está calentando en la Tierra (la acidificación del mar y el descenso de la salinidad por el deshielo perjudican al fitoplancton) y una futura sobrepesca pueden amenazar el futuro de este recurso, del que depende todo el ecosistema marino del último continente virgen del planeta.

La acidificación del mar y el deshielo amenazan al fitoplancton del que se nutre esta especie

"No estoy preocupada por los niveles actuales de esfuerzo pesquero", señala Deborah K. Steinberg, oceanógrafa del Instituto de Ciencias Marinas de Virginia, que supervisa la investigación sobre el krill realizada en la Estación Palmer, un puesto científico antártico estadounidense, "pero me preocupa el futuro si esta industria realmente comienza a despegar. Tenemos que mantener una estrecha vigilancia".

La noruega AkerBiomarine y su rival la canadiense Neptune (pionera en lanzar este producto en 2003) son los principales suministradores del aceite de krill que se comercializa en forma de píldoras y se vende en las principales cadenas de distribución norteamericanas, como CVS, Costco o Walmart (Whole Foods Market las retiró de sus estantes en 2010 tras ser informada de que en las zonas donde se pescaba habían caído las poblaciones de mamíferos marinos).

Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, en sus siglas en inglés), ya en 2008 había al menos 161 productos de 19 marcas a la venta en Amazon que contenían krill. En 2009 eran 414, y en mayo de 2014 la lista aumentaba hasta los 1.097 artículos que decían contener krill antártico. De ellos, 291 eran de salud y belleza personal, otros 172 suministros para mascotas, seis aparecían en el apartado de belleza y dos de ellos aparecían incluso en el ámbito de comida gourmet. También había una Euphausia superba de peluche.