Hasta ahora, los proyectos para salvar de la desaparición a los rinocerontes africanos, masacrados por los furtivos por el enorme valor de sus cuernos en los mercados asiáticos, se basaban en la protección armada de las reservas y la cría en cautividad. Un innovador enfoque plantea protegerlos introduciendo en esos mercados cuernos sintéticos que incorporan material genético y son modelados en impresoras 3D.

La idea ha sido del bioquímico George Bonaci y el biotecnólogo Matthew Markus, investigadores de la empresa Pembient, con sede en Seattle (Estados Unidos). Empleando queratina (la sustancia de la que están hechas nuestras uñas y pelo, así como los cuernos de los rinocerontes), material genético de estos herbívoros africanos y otros elementos que desean mantener en secreto, reduciendo la mezcla a polvo y secándola en un horno, han conseguido un material casi idéntico al que buscan los curanderos chinos y vietnamitas que pagan enormes cantidades de dinero por el polvo de cuerno real, al que atribuyen supersticiosamente propiedades curativas jamás demostradas –¡incluso contra el cáncer!– y también afrodisíacas.

Los modelos sintéticos se modelan con queratina y ADN en impresoras 3D 

El kilo de cuerno de rinoceronte se paga en el Asia Oriental hasta a 60.000 euros, y el adorno o defensa de un ejemplar adulto puede pesar cinco kilos. Tan elevada cotización y la pobreza que impera en las zonas de África donde habita este animal han convertido la caza furtiva en una peligrosa pero enormemente atractiva forma de ganarse la vida.

Se calcula que ya sólo quedan unos 23.000 rinocerontes en el continente (las especies asiáticas, alguna de ellas ya desaparecida, están todavía peor). En el país que conserva la mayor población, y que mejor la protege, Suráfrica, el año pasado fueron tiroteados por sus cuernos 1.215 ejemplares, el 4% de la población total, según datos de la organización Save the Rhino.

La progresión de las cifras de la masacre impresiona, y coincide con el auge de las economías china y vietnamita, los dos principales países consumidores. En 2008 murieron 83, pero ya fueron 122 en 2009, 448 en 2010, 668 en 2011 y 1.004 en 2012. Kenia informó que el año pasado perdió una cuarentena de ejemplares. Se trata en ambos países de los datos oficiales, que los grupos ecologistas creen que se quedan muy cortos. Así que, en el mejor de los casos, ya nacen los mismos animales que mueren. Una situación abiertamente insostenible.

El material diseñado por Markus y Bonaci puede ser incluso procesado por una impresora 3D para obtener cuernos sintéticos casi idénticos a los naturales. E incluso mejores. Porque la sustancia que los conforma “no contiene toxinas como plomo y pesticidas que los animales asimilan en las reservas naturales”, señala Bonaci.

 

El ejemplo de las pieles

 

El precio de este material es de unos 6.000 euros el kilo, el 10% de lo que se paga por los cuernos naturales. "Aunque todavía no tiene identidad biológica, ése es el objetivo: que sea más caro probar que es auténtico que comprarlo, y creo que ya nos acercamos mucho a eso", argumenta Markus.

La meta es que, con sus mucho más bajos precios y la dificultad para distinguirlo del natural, el material artificial pueda llegar a dañar el negocio ilegal del tráfico de cuerno de rinoceronte y la corrupción administrativa que lo permite tanto en los países generadores como en los destinatarios. "Queremos que la gente deje de hacer ese trabajo sencillamente porque no sea lo suficientemente lucrativo", afirman.

Markus y Bonaci aducen que, de la misma forma que la industria de producción de tejidos, telas y pieles sintéticas redujo al mínimo el mercado de pieles naturales, sucederá lo mismo con los cuernos de rinoceronte. "No se trata de prohibir las creencias, sino de ofrecer una alternativa”, concluyen.

El objetivo es que se deje de matar al animal porque ya no sea tan lucrativo hacerlo

Si el modelo funciona, su objetivo es extenderlo a otros productos consumidos por las medicinas tradicionales asiáticas que están llevando a otras especies al borde de la extinción, como las aletas de tiburón, los huesos o el pene de tigre y el marfil de los elefantes.

Pero diversos grupos conservacionistas y los expertos en estos animales son abiertamente escépticos ante la posibilidad de que la biotecnología pueda proteger al rinoceronte blanco y el negro. La directora ejecutiva de la International Rhino Foundation, Susie Ellis, se pregunta "¿cómo podrán las autoridades detectar la diferencia entre el sintético y el real, teniendo en cuenta que ambos se venden en forma de polvo o de productos transformados?".

George Wittemyer, profesor en la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos) y experto en elefantes, opina que los consumidores asiáticos no creerán que los cuernos de rinoceronte sintéticos tengan las mismas propiedades medicinales que los naturales, porque "el rinoceronte salvaje se alimenta de todo tipo de plantas que dan a su defensa sus supuestas propiedades medicinales".

Colman O'Criodain, especialista en comercio de vida silvestre de WWF Internacional, advierte de que "ya hay una enorme cantidad de cuerno falso en circulación en Vietnam, y no está haciendo mella en los niveles de caza furtiva". "En general, estamos a favor de tratar de cambiar el comportamiento del consumidor en vez de hacerle el juego al mercado", mantiene. Esperemos que ambas estrategias puedan resultar complementarias y ayuden a proteger a uno de los animales más amenazados del planeta.