Cada año, unos 50.000 elefantes africanos pierden su vida por el lucrativo negocio que gira en torno a sus colmillos de marfil. La caza furtiva amenaza la supervivencia de este majestuoso animal, del que hoy apenas quedan unos 500.000 ejemplares: de seguir el ritmo actual, desaparecerá en una década.

El marfil se utiliza para realizar artículos de decoración, objetos de arte y baratijas como pendientes y brazaletes. Para producir unas 250.000 pulseras de marfil, se necesitan más de 11 toneladas de dientes incisivos de elefantes, unos 110 animales, según la organización de vigilancia del comercio de vida silvestre Traffic.

El biólogo Samuel Wasser, de la Universidad de Washington, ha estudiado en qué zonas tienen lugar las batidas para evitar la caza furtiva y facilitar la recuperación de la especie. Entre 2005 y 2013, tomó muestras de excrementos, tejido y pelo de 1.350 elefantes africanos, de sabana y de selva, en 71 puntos de 29 países del continente y dibujó un mapa genético de las poblaciones que vivían en cada región. Después, desarrolló un método para recuperar ADN de los cuernos de marfil y en colaboración con organismos internacionales empezó a analizar las cargas incautadas.

De seguir el ritmo actual, este majestuoso animal desaparecerá en una década

Los resultados, publicados en la revista Science la pasada semana, revelan que en la última década el 85% de los colmillos de elefante de sabana procedían del este de África, principalmente de la reserva de caza Selous, en el sureste de Tanzania, y de la reserva Niassa, en el norte de Mozambique.

En el último mes, los gobiernos de los dos países afectados han comunicado el censo oficial de estos mamíferos con cifras alarmantes. Sólo en Mozambique, en el último lustro, la población de elefantes en libertad ha disminuido un 48% a causa del furtivismo. Mientras que en Tanzania, ha descendido un 60,26%, también en los últimos cinco años, amenazando a la industria del turismo de safaris, la mayor fuente de divisas del país.

El 85% del marfil de los elefantes de selva proceden del ecosistema protegido del Tridom, que se expande por el noreste de Gabón, el noroeste de la República Democrática del Congo y el sureste de Camerún, y de la reserva adyacente en el suroeste de la República Centroafricana.

Sin embargo, los investigadores han identificado movimientos continuos de los cazadores furtivos. Por ejemplo, en 2011, la caza de elefantes de sabana empezó a desplazarse desde el sur de Tanzania hacia el Parque Nacional Ruaha y la reserva de caza Rungwa, en el centro del país, y posteriormente, hacia el norte, en dirección a Kenia.

"Conocer que las batidas se centran en dos áreas principales permite enfocar la aplicación de la ley en esas áreas y eliminar la matanza ilegal", afirma Wasser, quien añade: "Esperamos que nuestros resultados obliguen a los países de origen del marfil incautado a aceptar más responsabilidad por su participación en este comercio ilícito, alentar a la comunidad internacional a trabajar en estrecha colaboración con estos países para contener la caza furtiva, y que estas acciones ahoguen a las redes que permiten a las organizaciones criminales internacionales operar”.

Medidas insuficientes

Desde 1989 el comercio de marfil está prohibido por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) de las Naciones Unidas. Pero, los tratados internacionales muchas veces quedan lejos de la realidad. En los últimos años, ha resurgido el tráfico ilegal de especies y de sus productos: en 2013 más de 50 toneladas de marfil fueron incautadas a nivel mundial, un registro histórico, y cerca de 45% de ese total se incautaron en los envíos a gran escala, lo que indica que detrás está la delincuencia organizada.

Mediante el comercio ilícito de marfil se financian grupos criminales internacionales, tal y como reveló el grupo conservacionista Born Free USA y la ONG C4ADS en su informe titulado La Maldición del Marfil, en el que se dibuja un escenario sombrío donde la masacre de elefantes contribuye a la financiación de los conflictos en África.

Por ejemplo, el grupo terrorista somalí Al-Shabaab –que conmocionó recientemente a la comunidad internacional con el asesinato de más de un centenar de personas en una universidad keniata– se financia con dinero de colmillos extraídos de elefantes en el norte de Kenia –le aporta hasta un 40% de sus fondos–. Y, en Nigeria, la milicia islamista de Boko Haram está apuntando a los paquidermos que habitan en Camerún.

China acaba de anunciar que eliminará gradualmente su industria de marfil

Es precisamente la relación entre la matanza de elefantes y los grupos terroristas la que denuncia la directora de cine estadounidense Kathryn Bigelow en el impactante cortometraje Last Days. “¿Cuándo usted compra algo de marfil, dónde va a parar su dinero?”, así parte la pieza que reconstruye el recorrido de este oro blanco.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las organizaciones criminales tienen unos ingresos anuales estimados de entre 70.000 y 213.000 millones de dólares (entre 61.000 y 187.000 millones de euros) anuales por explotar ilegalmente los recursos naturales. En concreto, el negocio del marfil ilegal proporciona a las milicias africanas entre cuatro y 12 millones de dólares al año (entre 3,5 y 10,5 millones de euros), una cantidad que va en aumento a medida que las poblaciones de elefantes diezman.

Poco a poco, algunos gobiernos adoptan medidas para frenar el comercio ilícito de marfil. China, el mayor consumidor de marfil del mundo, acaba de anunciar una serie de restricciones con el objetivo de eliminar gradualmente la industria de colmillos de elefantes, que paradójicamente fue promocionada a partir de 2002 por las autoridades. El gigante asiático no quiere tener la imagen de “asesino de elefantes” y, por ello, pretende liderar la lucha contra este sucio negocio. Como muestra, convocan frecuentemente a periodistas y a diplomáticos a ceremonias públicas para que presencien la destrucción de grandes cantidades de marfil de contrabando. Desde Traffic, calculan que para 2017, cuando las reservas de marfil legal del país se acaben –unas reservas bajo las que actualmente se camufla el ilegal, según las organizaciones ecologistas–, China realizará una prohibición absoluta.

Pero, hasta ahora, tanto las medidas para acabar con la demanda de marfil como los esfuerzos de los países en los que el furtivismo es protagonista han resultado insuficientes. La falta de leyes y de recursos en el terreno junto con la todavía escasa concienciación de la sociedad y la corrupción hacen mella en la débil población de los animales terrestres más grandes del planeta, que pueden verse abocados en un futuro cercano a existir, amargamente, tan sólo en los zoológicos.