En setiembre de 2017, una misteriosa nube radioactiva de origen desconocido recorrió la mayor parte de Europa (aunque no España), pero las autoridades no informaron de ello y la población no se enteró de su existencia, que según los expertos no comportó un riesgo serio para la salud de las personas ni la del medio ambiente. Sin embargo, se trataba de la emisión de material radioactivo a la atmósfera más importante registrada en el planeta con posterioridad al accidente de la central nuclear japonesa de Fukushima en 2011. Ahora, un equipo de científicos europeos ha logrado determinar su casi seguro origen y su más que probable causa.

Los investigadores han situado la emisión en algún punto difícil de determinar con plena exactitud situado al sur de lus Urales, por tanto, en Rusia, país que en ningún momento informó de la emisión y sigue negando responsabilidad alguna por la misma. Un estudio (Concentraciones en el aire y consideraciones químicas del rutenio radiactivo de una gran emisión nuclear no declarada en 2017) publicado ahora en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense ha concluído que la causa de la nube radioactiva fue un accidente en una planta de reprocesamiento de combustible nuclear, no en una central nuclear dotada de un reactor ni en una instalación militar o como consecuencia de una prueba de un arma atómica.

Para tratar de descubrir el origen y la causa de esta seria contaminación de origen atómico se analizaron datos de más de 1.300 mediciones de radioactividad en toda Europa y otras regiones del mundo, procedentes de 176 estaciones de control de 29 países, y 70 expertos los procesaron o aportaron información útil para la investigación, coordinada por dos de los mayores especialistas mundiales en la materia: Georg Steinhauser, del Instituto de Radioecología y Protección Radiológica de la Universidad de Hannover (Alemania), y Olivier Masson, del Instituto de Radioprotección y Seguridad Nuclear de Francia (IRSN, en sus siglas en francés).

Moscú aún niega toda responsabilidad y culpó a un satélite y a una central rumana

La nube estaba compuesta de rutenio-106, un isótopo radioactivo con una vida media de 374 días. Se detectaron en diversos países europeos valores máximos de 176 milibecquerels por metro cúbico de aire, hasta 100 veces más elevados que las concentraciones medidas en Europa después del incidente de Fukushima, el segundo accidente nuclear más grave de la historia. Pero no solo se detectó rutenio en elevadas cantidades en Europa central y oriental, sino también en diversas partes de Asia occidental y central y en la Península Arábiga, e incluso en el Caribe.

El hecho de que se tratara de rutenio apuntó las sospechas de los expertos hacia alguna planta de reprocesamiento civil de material radioactivo, combustible ya usado o residuos resultantes del uso de uranio o plutonio como combustible en una central nuclear, que se manipulan para volver a ser usados como combustible o para fabricar armamento nuclear. Y, en ese caso, se trataría de “la mayor liberación singular de radioactividad de una planta de reprocesamiento civil" registrada hasta la fecha, señala Georg Steinhauser.

"Si se tratara de una fuga de un reactor o una explosión nuclear, otros radioisótopos también estarían presentes en el 'penacho' y, según los informes, no lo están", señalaba Paddy Regan, físico nuclear de la Universidad de Surrey (Reino Unido), semanas después de la emisión. La misma se produjo, según las conclusiones de los autores del informe presentado ahora tras estudiar diversos modelos del desplazamiento de la nube de acuerdo con los datos meteorológicos de aquellos días, entre el 25 de septiembre de 2017, las 6 de la tarde, y el 26 de septiembre de 2017 al mediodía.

 

Una de las zonas más contaminadas del mundo

 

En la zona donde el estudio ha situado el origen de la nube radioactiva se halla la planta rusa de Mayak, donde se había registrado en septiembre de 1957 la segunda emisión nuclear más grande de la historia, la mayor después de la de Chernóbil e incluso más fuerte que la de Fukushima. En aquella ocasión, explotó un tanque que contenía desechos líquidos de la producción de plutonio, provocando una contaminación masiva del área. Al menos 200 personas murieron debido a la radiación, otras 10.000 fueron evacuadas de sus casas y una población de 470.000 estuvo expuesta a niveles peligrosos de radioactividad. La incidencia de determinadas enfermedades en la zona es muy elevada. 

Mayak se halla a entre las ciudades de Kaslí y Kichtim, en la provincia de Cheliabinsk, a unos 1.500 kilómetros de Moscú, y la zona es una de las más contaminadas del planeta debido a los diferentes escapes radioactivos que se han registrado en las instalaciones de la planta, una de las mayores del mundo en su género. 

En esta ocasión, casi exactamente 60 años después de aquel grave siniestro, Mayak podría haber sufrido otro accidente, en esta ocasión más leve pero igualmente preocupante: “se trató de una liberación que se produjo muy rápidamente, en contraste con las de Chernóbil o Fukushima, que duraron varios días”, señala el experto austríaco. Lo demostraría el hecho de que la nube era “muy compacta” y “fue desplazándose permaneciendo un máximo de dos días en cada lugar que atravesó”. “Pudimos demostrar que el accidente se produjo durante el reprocesamiento de elementos de combustible gastado, en una etapa muy avanzada, poco antes del final del proceso”, detalla.

En la instalación se recicla combustible gastado para reutilizarlo o fabricar armamento

Ni el de Rusia, ni ningún otro Gobierno, han admitido ser los responsables del origen de la emisión de la contaminación radioactiva de hace casi dos años. Pese a que el IRSN francés ya apuntó hace unos meses al sur del mayor país del globo como el lugar de origen de la contaminación ("Una posible hipótesis es la de una fuga derivada de un incidente durante una operación que involucró combustible radiactivo refrigerado durante aproximadamente dos años en el complejo de Mayak, que se encuentra en el área entre el Volga y los Urales", rezaba su informe), las autoridades de Moscú siguieron fieles a su política de secretismo en todo lo que se refiere a accidentes de cualquier clase.

Los rusos admitieron haber detectado también la concentración elevada de rutenio, pero negaron que se hubiera producido ningún accidente en su territorio y apuntaron a la desintegración de un satélite o incluso a una planta nuclear rumana como las posibles fuentes de la nube, algo que ha sido totalmente descartado por los autores del estudio presentado esta semana desde la Universidad Técnológica de Viena (Austria).