El 24 de febrero se inició la ofensiva militar rusa en Ucrania. Como en todos los conflictos armados, la mayor parte de las víctimas son civiles, aparte de la verdad. Se cumplen dos meses justos desde que empezó la guerra en Ucrania, y ya son más de cinco millones las personas que han huido de sus hogares. Más de la mitad –2,8 millones, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR)–, ha cruzado la frontera de Polonia ante el temor de los misiles y las bombas.

Sumario

 

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Desde EcoAvant.com, el 19 de marzo iniciamos un trayecto por carretera a través de los principales pasos fronterizos donde llegan las personas hacia cinco de los siete países que lindan con Ucrania: Medyka (Polonia), Vel’ke Slemence (Eslovaquia), Beregsurány (Hungría), Siret (Rumanía) y Palanca (Moldavia). Esta es la primera entrega

 

Éxodo en la frontera de Ucrania por Medyca (Polonia) / Imagen: EcoAvant.com

En los 59 días que ya duran las hostilidades en territorio ucraniano, se cuentan hasta 7,7 millones los desplazados internos. De acuerdo con los cálculos también de ACNUR, unas 13 millones de personas más están atrapadas en los enfrentamientos bélicos. 

Las últimas actualizaciones de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH(1) registran 2.435 muertos (746 hombres, 469 mujeres, 48 ​​niñas y 66 niños, así como 70 niños y 1.036 adultos cuyo sexo aún se desconoce) y 2.919 heridos.

Por otro lado, el Banco Mundial estima que los costes por daños materiales de la guerra ascienden a cerca de 60.000 millones de dólares, unos 55.494 millones de euros

Nuestro viaje recoge decenas de testimonios y experiencias de la barbarie y el terror de la guerra. Este es un reportaje que corresponde al paso de fronterizo de Medyka (Polonia) de una serie de cuatro más sobre los principales puntos de llegada de refugiados a los países vecinos de Ucrania

El desastre, la crisis, y el éxodo humanitario, no tiene precedentes en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Ante esta situación, desde EcoAvant.com, el 19 de marzo iniciamos un trayecto por carretera a través de los principales pasos fronterizos donde llegan las personas huidas de la guerra hasta cinco de los siete países que lindan con Ucrania: Medyka (Polonia), Vel’ke Slemence (Eslovaquia), Beregsurány (Hungría), Siret (Rumanía) y Palanca (Moldavia)

Nuestro viaje finaliza 10 días más tarde, el 28 de marzo, después de haber recogido decenas de testimonios y experiencias de la barbarie y el terror de la guerra. Este es un reportaje que corresponde al paso de fronterizo de Medyka (Polonia) –el principal hacia la Unión Europea desde Ucrania­– de una serie de cuatro más.

 

El mayor éxodo europeo desde la II Guerra Mundial

 

Un grupo de personas refugiadas ucranianas cruzan de noche la plaza de las afueras de la estación de Przemyśl (Polonia) para subir a un autobús con destino a otra ciudad europea / Foto: FFM - EA

Hasta 5.133.747 de refugiados se han visto obligadas a abandonar Ucrania desde que Rusia lanzó su ofensiva, el 24 de febrero. Se trata de la peor crisis y éxodo humanitario en Europa desde que finalizara la Segunda Guerra Mundial. Las cifras vienen a confirmar las peores previsiones que se hicieron en el inicio de la invasión rusa.

Solo a Polonia han llegado ya más de 2.867.241 refugiados. Varsovia ha habilitado desde el inicio del conflicto ocho centros de acogida a refugiados a lo largo de su frontera

Según fuentes de ACNUR (2) –actualizadas a 21 de abril de 2022–, solo a Polonia ya han llegado más de 2.867.241 refugiados. Varsovia ha habilitado desde el inicio del conflicto ocho centros de acogida a refugiados a lo largo de su frontera: ubicados en Medyka, Dorohusk, Krocienko, Budomierz, Dorohusk, Dolhobyczow, Zosin, Hrebenne y Korczowa.

Las mismas fuentes documentan que Rumanía acumula más de 769,616 personas llegadas del país vecino, y se han registrado otras 480.974 en Hungría, 430.170 en Moldavia y 349.286 en Eslovaquia. Además, el organismo de la ONU estima que más de 578.255 refugiados han llegado a Rusia y 23.900 a Bielorrusia, si bien las autoridades locales aseguran que la cifra es superior.

 

Guerra en Ucrania: un conflicto previsible

 

Soldados ucranianos participan en ejercicios militares en la base del Batallón de Defensa Territorial Separado de Zaporizhzhya, el 18 de febrero de 2022, ante despliegue de tropas rusas en Ucrania / Foto: EP

Para entender el conflicto en Ucrania y cómo se ha llegado a esta guerra, perpetrada por Rusia, hay que remontarse como mínimo al año 2013. El entonces presidente en funciones, Viktor Yanukóvich, cancelaba la firma de un acuerdo comercial con la UE y presentaba una asociación con Rusia como contrapartida. Este hecho, provocó fuertes protestas en las calles que finalizaron con la destitución de Yanukóvich.

La tensión fue creciendo, y en febrero de 2014 se produjeron graves enfrentamientos entre los defensores de la unidad de Ucrania –partidarios de los acuerdos con la UE– y los prorrusos. En marzo del mismo año se realizó un referéndum sobre la anexión de Crimea a Rusia y, después de un resultado favorable en un 97%, se llevó a cabo.

El 24 de febrero, tal como había anunciado Vladimir Putin, las tropas rusas desembarcaron en Odessa y la artillería bombardeó aeródromos y depósitos de las ciudades de Kiev (capital), Járkov y Dnipró: así empezaba la guerra en Ucrania

En mayo de 2014 tuvieron lugar diferentes movilizaciones en el este de Ucrania, conocida como región del Donbás, en Donestk y Lugansk, que sembrarán la semilla de la guerra en la que se encuentra actualmente Ucrania, a pesar de los Acuerdos de Minsk, firmados en ese mismo año y el siguiente, para evitar el escenario bélico actual.

El 21 de febrero de 2022 Rusia reconoció oficialmente, a través de una retransmisión en directo, a las repúblicas de Donestk y Lugansk como Repúblicas Populares.  Este paso autorizó a las tropas rusas a cruzar los nuevos territorios para el “mantenimiento de la paz”. 

Tres días después, el 24 de febrero, tal como había anunciado Vladimir Putin, las tropas rusas desembarcaron en Odessa y la artillería bombardeó aeródromos y depósitos de las ciudades de Kiev (capital), Járkov y Dnipró: así empezaba la guerra en Ucrania.

 

Algunos datos sobre Polonia

 

El presidente de Polonia, Andrzej Duda / Foto: EP

Polonia, denominada oficialmente como República de Polonia y con una población de 38,5 millones de personas, limita con el Mar Báltico, Lituania y el Óblast (región) de Kaliningrado, perteneciente a Rusia al norte, Bielorrusia y Ucrania al este, Eslovaquia y la República Checa al sur, y Alemania al oeste.

Es uno de los países poscomunistas que más rápidamente ha crecido su economía dentro de la UE. En 1947 se estableció como un país bajo influencia de la Unión Soviética (URSS). Más adelante, salió de la órbita de la URSS tras las revoluciones de 1989, también conocidas como El otoño de las naciones o Las revoluciones capitalistas, ya que tenían por objeto la restitución del capitalismo frente a los estados socialistas.

En 1999, Polonia, junto con Hungría y la República Checa, se unió a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Más tarde, el 1 de mayo de 2004, Polonia pasó a ser Estado miembro de la Unión Europea (UE).

Actualmente, es la sexta economía más grande de la UE en cuanto a su Producto Interior Bruto (PIB) y tiene la bolsa de valores más grande de la zona centro-este. Según datos de la Unión Europea en 2020, los sectores más importantes de la economía polaca fueron el comercio mayorista y minorista, el transporte, la hostelería y la restauración (24,9%), la industria (24,2%) y la administración pública, la defensa, la educación, la sanidad y los servicios sociales (15,3%).

Polonia lleva años haciendo un bloque común con Hungría frente a Bruselas, y ambos países han desafiado a la UE con sus derivas autoritarias e iliberales, es decir, un gobierno entre la democracia liberal tradicional y un régimen autoritario donde se vulneran los derechos civiles

Polonia lleva años haciendo un bloque común con Hungría frente a Bruselas, y ambos países han desafiado a la UE con sus derivas autoritarias e iliberales  –es decir, un gobierno entre la democracia liberal tradicional y un régimen autoritario donde se vulneran los derechos civiles­–. Así, como con sus discursos ultraconservadores, antinmigración y anti LGTBI. Por ello, ha sido expedientada en relación al artículo 7 del Tratado de la UE, que permite suspender el derecho de voto al país que viole los valores fundamentales de la Unión.

En los últimos tiempos, en territorio polaco hay decenas de poblaciones que se han declarado libres de ideología gay o de ideología LGTB. En 2020, el candidato ultraconservador y euroescéptico Andrzej Duda revalidó cinco años más la jefatura del Estado bajo el auspicio del partido ultraderechista Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco). Desde 2017 Jakub Morawiecki, del PiS, ocupa el cargo de primer ministro.

 

Postura polaca ante el conflicto

 

Unos jóvenes contemplan un lienzo en el que se puede leer ‘Solidaridad Ucrania’ en una de las plazas más céntricas de Przemyśl, Polonia / Foto: FFM - EA

La guerra de Ucrania ha generado grietas en el frente ultraconservador común entre Hungría y Polonia, ya que no mantienen la misma postura respecto al conflicto. Hay quien ve cómo los vientos geopolíticos soplan a favor de Varsovia: el gobierno polaco ha pasado de capitanear una discordia permanente ante a Bruselas a reivindicarse como pieza fundamental en el tablero de la UE y la OTAN contra la incursión de la Rusia de Vladimir Putin en Ucrania.

En 2014, con la caída del presidente en funciones Viktor Yanukóvich, Polonia respaldó las manifestaciones proeuropeas del Maidán y cooperó con la oposición ucraniana y más tarde se mostró contraria a la invasión rusa de Crimea. Al principio del conflicto actual, el Parlamento polaco aprobó una declaración de “apoyo total” a Ucrania en la que hizo un llamamiento a sus aliados de la UE y la OTAN a adoptar medidas similares.

A finales de marzo, la Cámara Baja del Parlamento de Polonia, el Sejm, firmó una resolución de condena a Rusia por crímenes de guerra cometidos supuestamente por sus fuerzas armadas en Ucrania. Según un comunicado de los diputados polacos, "la evidencia disponible públicamente justifica que Vladímir Putin ya sea reconocido por el Sejm de la República de Polonia y la comunidad internacional como un criminal de guerra".

Por otro lado, el Gobierno de Polonia expulsó a 45 diplomáticos de Rusia, alegando que realizaban actividades de espionaje. A lo que el Ministerio de Exteriores ruso respondió en un comunicado que Varsovia se había embarcado en una peligrosa escalada de violencia en la región

Por otro lado, el Gobierno de Polonia expulsó a 45 diplomáticos de Rusia, alegando que realizaban actividades de espionaje. A lo que el Ministerio de Exteriores ruso respondió en un comunicado que Varsovia se había embarcado en una peligrosa escalada de violencia en la región y que no procedía “de intereses nacionales”, sino que se situaba “en el marco de las directrices de la OTAN", e insistió en que la Alianza se basa "en la franca rusofobia".

La realidad es que Polonia contribuye de manera importante en el apoyo militar a Ucrania, ya que muchas de las entregas de armamento pasan por su territorio, además de los de fabricación propia, como los misiles tierra-aire PIORUN polacos, tal y como asegura Daniel Szeligowski, investigador del PISM (Instituto Polaco de Asuntos Internacionales) para Franceinfo (3).

Polonia se encuentra en una contradicción. Ha pasado de un discurso antinmigración y de iniciar la construcción de un muro en la frontera con Bielorrusia para frenar las solicitudes de asilo a ser el principal receptor de refugiados de la guerra de Ucrania

En relación a la acogida de refugiados, el Gobierno polaco también se encuentra en una contradicción. Ha pasado de un discurso antinmigración y de iniciar la construcción de un muro en la frontera con Bielorrusia para frenar las solicitudes de asilo a ser el principal receptor de refugiados de la guerra de Ucrania. Un giro de 180 grados en su política de acogida.

En 2015 y 2016 fue el precursor del Grupo de Visegrado junto a Hungría, República Checa y Eslovaquia: rechazaba la acogida por cuotas decidida por Bruselas en su momento. Nunca llegó a acoger a los 7.500 refugiados que le correspondían. 

La población de Polonia está unida por fuertes vínculos históricos y culturales con la ucraniana y, según destaca ACNUR, quizá sea la clave de esta ola de solidaridad “increíble” de la sociedad polaca. La respuesta, en cualquier caso, se ha originado practicamente en su totalidad de la sociedad civil, tal como destaca el politólogo, profesor asociado en el Collegium Civitas y memorialista del Holocausto, Rafael Pankowski, en un artículo de La Marea (4).

 

Medyka: la puerta de la UE desde Ucrania

 

Una mujer refugiada espera un autobús que sale desde Medyka, de Polonia / Foto: FFM - EA

A principios de marzo de 2022, el pequeño pueblo de Medyka, –de apenas 2.500 habitantes– se convirtió en la puerta de la UE desde Ucrania. A Polonia ya han pasado más de 2,8 millones de personas huyendo de la guerra.

Repleta de carpas y tiendas de campaña justo después de la verja, Medyka da asilo a todo el que llega. Desde este punto de fronterizo se facilitan tarjetas SIM polacas y se lleva a cabo un registro de todas las personas que van llegando. También proporcionan bebida y alimentos, entre muchas otras cosas.

Un poco más adelante, están los autobuses desde donde viajan las personas a los diferentes espacios de acogida, como el de Tesco, –uno de los más conocidos y mediáticos durante los primeros días del conflicto–. El transporte también incluye la opción de la estación de tren de Przemyśl, desde donde se desplazarán a otros destinos.   

Más de 4,3 millones de niñas y niños –la mitad de los 7,5 de población infantil de Ucrania– ya han abandonado sus hogares por la invasión de Rusia, durante el primer mes, mientras que 2,5 de ellos son desplazados internos en el país en guerra

Más de 4,3 millones de niñas y niños –la mitad de los 7,5 de población infantil de Ucrania– ya han abandonado sus hogares por la invasión de Rusia, durante el primer mes, mientras que 2,5 de ellos son desplazados internos en el país en guerra, según las estimaciones de UNICEF

Esta situación preocupa especialmente por la vulnerabilidad a la que se pueden ver expuestos en relación a las redes de trata y de explotación; que nunca desperdician las oportunidades que les generan los conflictos y las crisis humanitarias. Por ello, son muy visibles los diferentes puntos que tanto ACNUR como UNICEF destinan a la protección de la infancia y las familias de los desplazados; para el descanso, la información y el apoyo psicosocial.

Por lo que observamos y nos explican entre el bullicio y el panorama del enclave transfronterizo de Medyca, ya no es como los primeros días. El flujo de refugiados ha disminuido: llegan a ráfagas y en menor cantidad

El ruido de ruedas de maletas de aeropuerto suena de repente desde la lejanía, lo que comprende el paso habilitado para las personas que cruzan la frontera. Es un nuevo grupo de personas que llega desde Ucrania: maletas, mochilas, bolsas, niños en brazos y de la mano, caras largas y miradas perdidas

El ruido de ruedas de maletas de aeropuerto suena de repente desde la lejanía, lo que comprende el paso habilitado para las personas que cruzan la frontera. Es un nuevo grupo de personas que llega desde Ucrania: maletas, mochilas, bolsas, niños en brazos y de la mano, caras largas y miradas perdidas.

De fondo, se escucha el repiqueteo de las teclas de un piano, un instrumento de cámara por excelencia. Al exterior, dota todavía de más dramatismo a la situación; por si no fuera suficiente. Las notas flotan en el aire, y entre el tumulto de la crisis humanitaria y la solidaridad, van fluyendo las melodías.

 

De las bombas de Járkov al Korczowa Dolina Centrum
 

Olga de 45 años, con sus tres hijos de 12, 13 y 17, respectivamente, en el interior de un vehículo Korczowa Dolina Centrum, en Polonia a punto de partir hacia Madrid (España) / FFM - EA

Una furgoneta está a punto de partir hacia Madrid desde el aparcamiento del Korczowa Dolina Centrum, en Polonia, a escasos minutos de la frontera con Ucrania en Medyka. Se trata de un centro comercial outlet que ha adaptado sus instalaciones para acoger a refugiados. En el interior del vehículo ya está instalada Olga, de 45 años, y sus tres hijos, de 12, 13 y 17, respectivamente. Olga reconoce no sabe nada de España, más que por sus hijos que les gusta el Real Madrid y el Barça. No espera nada más que “estar mejor que en Ucrania, que no haya guerra''. Su marido y sus padres se han quedado allí. El primero para combatir en la guerra y los segundos por "tozudez", se lamenta.

Olga rememora los 21 días que pasó con sus tres hijos en un refugio en Járkov, del que no podían salir por las explosiones de misiles y las bombas. Recuerda con terror cómo sus hijos no podían dormir las noches en que se producían constantes detonaciones en la ciudad

Olga rememora los 21 días que pasó con sus tres hijos en un refugio en Járkov, del que no podían salir por las explosiones de misiles y las bombas. Recuerda con terror cómo sus hijos no podían dormir las noches en que se producían constantes detonaciones en la ciudad. Aunque las autoridades del Járkov les ayudaban con acceso al suministro como el agua, la supervivencia se acabó haciendo imposible ya que no permitieron corredores humanitarios ni ayuda humanitaria.  

Tommi Djala es un voluntario finlandés de 39 años que al principio de la crisis humanitaria estaba en el centro comercial Tesco, el más conocido por reconvertirse en un centro de personas refugiadas de Ucrania en Polonia. Más adelante, se desplazó al Korczowa Dolina Centrum, con tiendas de saldo: de hecho, aún se ven algunas con productos de grandes marcas como Zara. El joven voluntario finlandés ayuda, desde las instalaciones, a acomodar a refugiados ucranianos y proporcionarles transporte para poder viajar hacia otras ciudades europeas.  

Es importe entender y acertar en las expectativas de cada persona o familia refugiada, ya que cuando no se ha detectado o trabajado bien este aspecto las personas en sus destinos quedan desamparadas e incluso vagando

Kosta Shyrobokov es otro voluntario. Su caso es curioso: es ucraniano pero reside en Polonia, por lo que se ha librado de la ley que impide salir a varones de 18 a 65 años. Tiene esposa y dos hijas que desde principios de la guerra se desplazaron a otra ciudad lejos de la guerra, que no quiere revelar por si se llegara a publicar su testimonio en el reportaje. Él se ha quedado para dar soporte a refugiados que llegan desde hace semanas. “Lo nuestro no es una ayuda, es una misión. Damos asistencia a quienes salen, pero también recogemos material para los soldados”, arenga, pegado a un celular donde atesora las fotos con chalecos antibalas, cascos o artillería que recolecta desde Polonia.

Shyrobokov explica que los refugiados no quieren ir muy lejos. Expone la importancia de entender y acertar en las expectativas de cada persona o familia refugiada, ya que dice que le consta que cuando no se ha detectado o trabajado bien este aspecto las personas en sus destinos quedan desamparadas e incluso vagando por las calles sin saber bien qué hacer. En el interior del del Korczowa Dolina Centrum –del cual no nos permiten tomar imágenes– en ningún momento se detiene: va de un pasillo a otro asesorando a compatriotas, guiando a extranjeros que buscan a refugiados para llevar hacia otras ciudades europeas.

 

A la espera de un transporte
 

 

Yulia Soroka, una joven ucraniana de Vyshneve cerca de Kiev, la capital de Ucrania, espera un transporte en la estación de Przemyśl (Polonia) rumbo Frankfurt, Alemania / Foto: FFM - EA

Son las 02.00 horas de la mañana de un domingo 20 de marzo en la estación de trenes de Przemyśl y con la mirada perdida, está Yulia Soroka. Junto al monitor que da los horarios de los trenes que llegan constantemente de Ucrania y parten a diferentes puntos de Polonia y después a otros países; hacia donde muchos otros ucranianos partirán huyendo de la guerra.

Soroka tiene 25 años y estudió ingeniería aeronáutica. Aún trabaja en una empresa que ofrece servicios informáticos: a pesar de la guerra, ha mantenido los salarios a sus trabajadores.

Por la mañana del sábado, unas horas antes, la joven Soroka cogía un coche con una amiga, en Vyshneve cerca de Kiev, y portando una mochila y una maleta como únicas posesiones, han llegado a la frontera, ocho horas después. Un autobús las ha llevado hasta la estación de tren de Przemyśl. Ahora, aguardan para que otro autobús o tren las lleve a Frankfurt, Alemania, donde les esperan unos amigos ucranianos.

En la zona donde ella residía no había tanques, pero las sirenas sonaban hasta siete veces por día. Yulia Soroka parece revivirlo cuando, al encogerse de hombros, se le anegan los globos oculares. Entonces, mira hacia los confines del interior de la estación y exclama: “Caían y se escuchaban bombas y misiles constantemente”

La última semana, la pasaron en un subterráneo de hormigón junto a su casa. Lo recuerda con especial dureza. Sus padres se han quedado, ya que no ha sido capaz de convencerlos de que viajen con ella. En la zona donde ella residía no había tanques, pero las sirenas sonaban hasta siete veces por día. Yulia Soroka parece revivirlo cuando, al encogerse de hombros, se le anegan los globos oculares. Entonces, mira hacia los confines del interior de la estación y exclama: “Caían y se escuchaban bombas y misiles constantemente”.

A esas alturas, –día 25 de la guerra en Ucrania–, ya escasean varios productos en las tiendas y supermercados que aún permanecían abiertos. Sobre todo, medicamentos en farmacias. Soroka relata que algunos compañeros de trabajo han ido a luchar contra las tropas rusas después de hacer unos entrenamientos. “La mayoría realizan ejercicios de soporte, de suministro o de logística en los pasos de control”, detalla. A lo que agrega: “La situación actual es una locura. Nadie se la podía imaginar hace tan solo un mes que esto iba a pasar”.  

Hasta el 24 de febrero su vida era totalmente normal. Iba de casa al trabajo, al gimnasio, quedaba con sus amigos el fin de semana… Acababa de regresar de unas pequeñas vacaciones tres días antes de la invasión de las tropas rusas.

 

Voluntarios en la estación Przemyśl

 

Los voluntarios de la Casa de Ucraniana: a la derecha Illia Maslyanskyy (ucraniano afincado en Canadá) y a la izquierda Julien De Lenart (procedente de Bélgica) / Foto: FFM - EA

Illia Maslyanskyy, es un ucraniano de 27 años de mirada audaz e inteligente. Desde hace más de una década vive y trabaja en Canadá. Sus estudios en Ciencias Políticas e Historia los encuentra más relevantes que nunca dada la situación que atraviesa su país y sus allegados.

Apenas empezó la guerra, pidió un mes libre en su trabajo y tomó un avión a Polonia. Desde hace una semana está como voluntario de una ONG llamada Casa Ucraniana. En la tarjeta que le cuelga del cuello puede leerse Intérprete de ucraniano, indispensable ante la ola de refugiados que la guerra en Ucrania expulsa hacia este punto de frontera con Polonia, en la estación Przemyśl, a menos de 15 kilómetros. 

Su familia vivía cerca de Kiev, la capital de Ucrania. Aunque en la actualidad, por el conflicto, se han desplazado a territorios más seguros, los cuales prefiere no revelar. No es la primera vez que se mudan. En 2014, su familia perdió todo porque radicaban en el Donbás: casa y negocios; tras los enfrentamientos entre los defensores de la unidad de Ucrania –partidarios de los acuerdos con la UE– y los prorrusos; y con la posterior anexión de Crimea

Asombra la seguridad con que Ilia espeta: “Putin ya ha perdido”. Sorprende porque no hace ni un mes que ha comenzado la guerra y ni los más sibilinos analistas se arriesgan a dar una previsión del curso de la incursión. El joven voluntario prosigue con su reflexión: ”Aunque el coste de esta guerra será muy alto para nosotros, los ucranianos”

Para entonces, se mudaron a Kiev y volvieron a comenzar. Después de ocho años de árduo trabajo reflotaron la economía familiar. Hace menos de un mes que ha estallado la guerra e Ilia se lamenta: “Y ahora, otra vez, volvemos a perderlo todo”.

Asombra la seguridad con que Ilia espeta: “Putin ya ha perdido”. Sorprende porque no hace ni un mes que ha comenzado la guerra y ni los más sibilinos analistas se arriesgan a dar una previsión del curso de la incursión. El joven voluntario prosigue con su reflexión: ”Aunque el coste de esta guerra será muy alto para nosotros, los ucranianos”, medita en voz alta mientras asiste a familias que llegan a la estación desorientadas o visiblemente cansadas.

La clave de tanta seguridad para Illia Maslyanskyy reside en que cree que la mayoría de sus conciudadanos van a luchar hasta el final: “Queremos proteger nuestro país, nuestro patrimonio, nuestra historia. En comparación, el espíritu de los soldados rusos es muy débil”, a lo que añade: “Mis amigos que viven en Rusia odian la guerra porque entienden como nosotros que todos vamos a pagar la guerra de Putin”.

Una unidad móvil de TVP INFO, un canal polaco de noticias de la televisión pública en el interior de la estación de Przemyśl, Polonia / Foto: FFM - EA

Cambia de tema y Ilia nos explica como ahora “se nota que ha bajado el flujo de refugiados que llega y que todo está muy organizado. Los primeros días no podían ni sentarse: estaba todo lleno de mujeres, niños, animales, voluntarios… Se palpaba la tristeza y olía a comida, a frío… Era el olor de la guerra”.

Julien De Lenart es otro voluntario –en este caso procedente de Bélgica– que ha pasado largas horas en la estación de Przemyśl, junto a Ilia Maslyanskyy. De hecho, se evidencia la amistad y la confraternidad que les ha unido después de interminables jornadas de ayuda humanitaria. Julien también llegó hace una semana. “No podía quedarme en casa viendo esto por la tele y no hacer nada. Así se lo hice saber a mi jefe en el trabajo y entonces vine”, reconoce el voluntario.

Hace tan solo unas jornadas, el voluntario belga Julien De Lenart recuerda que la crisis de refugiados era descomunal. “Había gente durmiendo en el suelo por todas partes aquí en la estación”. ”Era una auténtica pesadilla. Esto se les fue de las manos a todas las organizaciones. No daban abasto”

De Lenart calcula que a Przemyśl están llegando al día unas 10.000 personas –a día 25 de la guerra, el 20 de marzo– y que la cifra diaria de las huidas de la guerra ha descendido considerablemente respecto a las dos primeras semanas de inicio del conflicto. Hace tan solo unas jornadas, el voluntario belga recuerda que la crisis de refugiados era descomunal. “Había gente durmiendo en el suelo por todas partes aquí en la estación”, arguye el joven belga, enseñando una foto tomada con su móvil. Efectivamente: la imagen es abrumadora.”Era una auténtica pesadilla. Esto se les fue de las manos a todas las organizaciones. No daban abasto”, zanja De Lenart.

 

Un teatro al servicio de los refugiados 

 

Teatro habilitado como centro de acogida de refugiados en la población de Przemyśl, Polonia / FFM - EA

El casco histórico de Przemyśl, una urbe de cerca 60.000 habitantes, también sirve de escenario de la guerra. En una de sus plazas principales, detrás de un muro, se aloja la Casa de Ucrania. Este edificio de dos plantas suele funcionar como punto de recepción de ciudadanos de este país. Hay una oficina que atiende asuntos burocráticos, varios despachos y un teatro.

Tanto la platea como el escenario, que expone en lo alto el escudo de la bandera ucraniana, son ahora un dormitorio improvisado. Decenas de camillas se disponen en fila, atiborradas de mantas. A los lados se observan maletas, juguetes o algunos enseres rescatados de la apresurada huida. “Hay espacio para unas 80 personas. Acogemos a las de más edad o que vienen en un estado más débil”, puntualiza Lila Kalinowska, voluntaria de 41 años

Andrea, una mujer de 65 años procedente de Leópolis, al oeste de Ucrania, cuenta cómo llegó el 4 de marzo a Polonia. Lo hace mientras saca algunos documentos que posee y con los que pretende moverse hacia otros lugares. “No importa el sitio, solo la seguridad”

Kalinowska agrega que la intención de este sitio “no oficial” es que no permanezcan más de una noche. Pero en ocasiones no se cumple: “Depende de cómo esté la gente. En realidad, no hay ninguna regla fija”, apunta. A su alrededor, algunas personas se mueven, silenciosas como espectros, de un lado a otro. Cargan los dispositivos eléctricos, suspiran o simplemente se tumban sobre el colchón en silencio sepulcral.

Lumila, ha escapado de Járkov, una de las urbes más atacadas por las tropas rusas. “En cuanto escuché las primeras explosiones fui a avisar a los vecinos y decidí marcharme”, confiesa entre lágrimas

Lumila, una mujer refugiada se lamenta de su huida de la guerra en Járkov, ante una cámara de Noticias Telemundo / Foto: FFM - EA

Andrea, una mujer de 65 años procedente de Leópolis, al oeste de Ucrania, cuenta cómo llegó el 4 de marzo a Polonia. Lo hace mientras saca algunos documentos que posee y con los que pretende moverse hacia otros lugares. “No importa el sitio, solo la seguridad”, expone. Igual que Lumila, que ha escapado de Járkov, una de las urbes más atacadas por las tropas rusas. “En cuanto escuché las primeras explosiones fui a avisar a los vecinos y decidí marcharme”, confiesa entre lágrimas. Brotan sin contención. Ahora busca gente para ir a Francia o a Bratislava, en Eslovaquia: “No me importan las condiciones. Solo quiero rehacer mi vida”, sentencia Lumila. 

Referencias