Frente a la entrada de numerosos restaurantes y bares de Japón cuelga un farolillo verde de papel. Advierte a la clientela de que allí se cocina con productos locales. Es el emblema del movimiento Midori Chochin (que significa literalmente farolillos de papel verdes), surgido en el norte del país, en la isla de Hokkaido, para animar a los restauradores locales a utilizar ingredientes propios del territorio.

La idea nació en la primavera de 2005 de la mano de Kiyoaki Maruyama, director general del Centro Nacional de Investigación Agrícola, y el movimiento, que se inspiró en las farolillos rojos (como se conoce a los bares donde los trabajadores paran a tomar unas copas antes de volver a casa, identificados por estos elementos de iluminación) ha ganado rápidamente adeptos en todo el archipiélago.

Los restaurantes pueden colgar el farol verde si más del 50% de los ingredientes que utilizan son de producción doméstica. Ya hay más de mil quinientos ante las puertas de otros tantos establecimientos adheridos a la campaña. Una gota en el océano del medio millón de restaurantes del país, pero creciendo sin parar.

Acompaña a la obtención del farol –confeccionado con un papel tradicional japonés llamado washi que recubre un marco de bambú en forma de espiral– una clasificación de una a cinco estrellas, en el que se pasa de una categoría a la inmediatamente superior cada vez que se incrementa el nivel de consumo de alimentos locales en un 10%. Así, los de cinco estrellas usan más del 90% de producto local.

El movimiento de los faroles verdes se inscribe en el contexto de la reacción japonesa al problema de la autosuficiencia alimentaria en una de las naciones más pobladas del mundo. Con casi 127 millones, Japón es el décimo país con más habitantes del planeta. Pero además, al concentrarlos en 377.835 quilómetros cuadrados, se convierte en uno de los de mayor densidad de población del globo, 335 por quilómetro cuadrado. Y su longevidad es la más alta del mundo, con una media de 86 años, según la ONU.

Muchos expertos la atribuyen a su saludable dieta, basada en el pescado y los cereales. Pero también se debe al elevado nivel de su sistema sanitario, y en la activa prevención de las enfermedades por parte de sus ciudadanos, que visitan al médico el doble de veces de media que los británicos, según un estudio de la Universidad de Tokio. Pero el país adolece en cambio de falta de producción de alimentos.

El índice de autosuficiencia alimentaria indica cuánta comida per cápita se produce en un país. En Japón se calcula en calorías, dividiendo la aportación diaria por habitante procedente de productores nacionales por el volumen total de calorías consumidas per cápita. En 1961, alcanzó el 78%, pero desde entonces no ha parado de bajar. En 1971 se situó en el 58%. En 1989, bajó del 50%. En 2009 cayó hasta el 39%. Actualmente es uno de los más bajos entre los grandes países industrializados.

Mientras produce el 100% del arroz que consume, en el conjunto de cereales Japón sólo es capaz de generar el 28% de sus necesidades, según datos gubernamentales de 2008. Únicamente es japonés entre el 10 y el 20% del trigo que el país necesita para hacer el pan o los omnipresentes fideos que comen sus habitantes.

El Gobierno japonés quiere incrementar estos bajísimos niveles de autosuficiencia hasta el 45% del total de alimentos en 2015 (actualmente está en el 40%). Para ello ha puesto en marcha una iniciativa llamada Acción Comida Japón (Food Action Nippon). Uno de sus grandes objetivos es lograr que crezca el consumo de harina de arroz. En Japón, este ingrediente se ha usado tradicionalmente para elaborar dulces, entre otros productos. En Estados Unidos ha aumentado su uso en los últimos años como alternativa para las personas con alergia al gluten del trigo.

En el marco de esta política, el Ejecutivo nipón ha empezado a asociarse a compañías y comunidades locales que producen y promueven el consumo de productos japoneses, a las que llama Promotion partners (socios de promoción) y cuyo número supera ya los 5.000 en todo el archipiélago.

Otra de las acciones emprendidas es el Proyecto Mercado Japón (Marche Japon Project), lanzada a finales de 2009, que ha llevado a cabo la recreación en 17 lugares del país de los mercados callejeros de agricultores tan habituales en las ciudades europeas y estadounidenses, que son promocionados con el lema "Comida deliciosa, directamente del productor, mercado animado" y con los que se intenta arrancar a los consumidores de los enormes, fríos y asépticos supermercados y áreas comerciales de las urbes niponas.

En paralelo, otro de los ejes de la estrategia japonesa para la autosuficiencia alimentaria fue la creación en 2010 de un nuevo programa de subsidios para los granjeros productores de alimentos, dirigido especialmente a los cultivadores de arroz, aunque también se quiere incentivar el cultivo de trigo, soja y arroz para producir harina.

Los productores han reaccionado a estas iniciativas con un incremento del consumo de productos locales, incluso cuando en ocasiones resultan sensiblemente más caros que los importados. Han contribuido a ello diversos casos de detección de pesticidas ilegales en alimentos producidos en el extranjero, que han predispuesto a los compradores en contra de la comida importada.

Asimismo, cada vez hay más proyectos que tratan de vincular a los productores con los consumidores, y al ciudadano urbano medio con el mundo agrícola. Algunas ONG están recuperando granjas abandonadas por medio del trabajo de urbanitas en programas de fin de semana. Los programas son apoyados por los ayuntamientos y por grandes empresas que incluyen estas acciones dentro de su estrategia de responsabilidad social corporativa.