Aunque son parte de la sociedad española desde hace más de 500 años, los gitanos siguen siendo los grandes olvidados de los programas sanitarios. En Europa, están considerados como grupo vulnerable y tienen un acceso limitado a la sanidad pública.

Sus indicadores de salud son peores que los de la población general: corren un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas, tanto transmisibles como no transmisibles, y su esperanza de vida se sitúa entre 8 y 9 años por debajo de la media. Y esto se explica por sus condiciones de vida, su cultura y los prejuicios del resto de la sociedad hacia ellos.

Para paliar esta situación, pues, es necesario profundizar en sus creencias, conocer su visión de la enfermedad y de los cuidados, saber qué papel desempeña la familia y analizar cuáles son los factores sociales que determinan la salud del colectivo gitano.

 

El testimonio de las mujeres gitanas

 

En nuestro grupo de investigación hablamos con 16 mujeres gitanas para profundizar en sus creencias y experiencias con los servicios sanitarios y sus profesionales.

Estas mujeres desarrollan un papel clave dentro de su comunidad como educadoras, cuidadoras de niños y mayores, transmisoras de las normas y valores de la cultura gitana e impulsoras de cambios. Esto las hace imprescindibles a la hora de implantar y desarrollar programas de salud en este colectivo.

Al entrevistarlas se evidencian elementos culturales comunes que forman parte de la identidad del pueblo gitano. Una identidad propia que, sin embargo, no es tenida en consideración por los servicios sanitarios. Algunos de esos valores son la importancia de pertenecer a una familia extensa o la concepción de la salud como la ausencia de enfermedad, y esta como una situación invalidante ligada a la muerte.

Tal visión hace que solo se preocupen por su estado físico cuando comienzan a aparecer los síntomas. Por eso es tan difícil implementar medidas preventivas en esta población.

 

Prejuicios y estereotipos

 

Las mujeres relataron situaciones en las que se manifiestan los prejuicios y estereotipos de profesionales sanitarios hacia la etnia gitana. “Algunos están a la defensiva con nosotros, se pensarán que vamos a hacerles algo o que vamos a armar algún follón”, nos dijo, por ejemplo, Paca. “Está claro que los payos no nos quieren. Siempre hablando mal de nosotros, como si no nos diéramos cuenta de cómo nos miran”, destacó Juana.

Ya desde los años 70, diversos estudios han constatado que se trata del sector de nuestra sociedad hacia el que existen mayores actitudes de rechazo. Y eso se refleja en sus dificultades para acceder al sistema de salud.

No obstante, hay soluciones, como la incorporación de mediadores interculturales y profesionales sanitarios gitanos. Ellos ayudarían a establecer puentes culturales entre personas de esta etnia y las que no pertenecen a ella.

Así mismo, mejoraría la compresión cultural por parte de quienes trabajan en el sistema de salud. El extendido desconocimiento acerca del pueblo gitano, su cultura y sus creencias hace que la intervención no se adecúe a sus necesidades o que la prestación de servicios sea menos efectiva.

Los profesionales tienen que acercarse a ellos, superar sus prejuicios y estereotipos, formarse en interculturalidad y adquirir o mejorar sus habilidades comunicativas.

Desde este conocimiento hay que saber adaptarse y negociar para evitar situaciones de tensión. El objetivo final es mejorar la salud de las gitanas y gitanos, marcada por su situación de vulnerabilidad social y sus condiciones de vida. Por lo tanto, también hay que abordar los determinantes sociales: la precariedad económica, el bajo nivel formativo, el entorno insalubre en el que viven, etcétera.