Litio ha regresado a su Andalucía natal, donde podría volver a vivir los próximos años si es que no decide iniciar otra aventura viajera. El lince ibérico liberado en 2016 en el sureste de Portugal y sorprendentemente descubierto hace un par de semanas en las proximidades de Barcelona tras haberse perdido su rastro durante 19 meses fue capturado el pasado miércoles por mañana y tras pasar una revisión de su estado de salud fue trasladado a un centro de recuperación de fauna amenazada en Pinos Genil (Granada), donde esperará a que se decida su futuro.

Litio, que llevaba un collar con un localizador por GPS que había dejado de transmitir pero en el que podría haber quedado registrado con exactitud su itinerario de este último año y medio (aunque los técnicos no son optimistas al respecto), anduvo más de 1.100 kilómetros entre el parque natural portugués del valle del Guadiana –del que ya se había marchado en otra ocasión anterior– y el campo de cerezos situado en las proximidades de Santa Coloma de Cervelló (en el tramo final del río Llobregat, a una veintena de kilómetros de Barcelona) donde se convirtió en el primer lince avistado en tierras catalanas en más de un siglo.

El felino ha sido trasladado a Granada, donde permanecerá en cuarentena unos días

Los expertos creen que el felino podría haber pasado “varias semanas, o tal vez varios meses” en la finca donde fue descubierto por el propietario, pegada a la Colònia Güell, una antigua colonia industrial famosa por albergar la cripta de una iglesia inconclusa diseñada por Antoni Gaudí que atrae a numerosos turistas. La tranquilidad del lugar, la presencia de espacios abiertos –los cultivos frutícolas y algunos campos abandonados– donde cazar al lado de unas colinas boscosas donde ocultarse y la abundancia de conejos, presa predilecta del lince, lo convertían en idóneo para el animal.

“Aquí se debía encontrar a gusto”, opina el responsable del proyecto Life+ Iberlince, Miguel Ángel Simón, desplazado a Cataluña para coordinar la captura de Litio. Sin embargo, el animal se encontraba en una zona peligrosa para su integridad. El idílico entorno donde se instaló se halla en pleno Baix Llobregat, una de las comarcas más pobladas e industrializadas del área metropolitana barcelonesa, y está rodeado a muy escasa distancia por vías de intensa circulación como las autovías A-2 y B-23 y una vía férrea que enlaza Barcelona con Martorell, lo que hacía urgente sacarlo de allí.

“Cada atardecer bajaba del monte a cazar, capturaba un conejo al día y se ha notado, me ha hecho un gran favor, ¡por mí se podría quedar!”, afirma Miquel Quilabert, el agricultor que lo descubrió entre sus cerezos un día “de cara, a cinco metros” de distancia, lo identificó sin dudarlo como un lince y avisó a los agentes rurales, que no le creyeron. “Me decían que debía ser un gato grande”, recuerda entre risas, antes de admitir que “si vuelve, esta vez no se lo diremos a nadie”.

Conejos como cebo

Una vez confirmado que el animal, al que los payeses habían logrado hacer fotos, era un lince ibérico, técnicos del programa europeo Life+ Iberlince, que identificaron inequívocamente al ejemplar de las imágenes como Litio, se desplazaron a la zona, cuya ubicación exacta se mantuvo en secreto, y junto con agentes rurales catalanes idearon un dispositivo de captura. Hicieron falta tres días de espera junto a tres jaulas trampa con conejos vivos como cebo en su interior para atrapar finalmente al esquivo felino.

Su estado era bueno. Estaba bien alimentado, mostrando un peso de 14 kilos, idóneo para un macho, y aunque sufría una infestación de pulgas y garrapatas, su salud era aparentemente tan excelente como la noticia de la comprobación de que no había muerto hacía meses, como creían los investigadores. Todo ello a la espera de los resultados de los análisis de sangre que se le han efectuado. Mientras no se descarte definitivamente cualquier tipo de enfermedad infecciosa, permanecerá en cuarentena en Granada.

Para los expertos de Iberlince, Litio es un ejemplar realmente excepcional, al que por su propensión viajera han apodado como Marco Polo (lo habitual es que estos felinos se muevan en un radio máximo de unos 40 kilómetros). Nacido en 2014 dentro del programa de cría en cautividad en el centro de reproducción de El Acebuche (Huelva, junto al Parque Nacional de Doñana), al año siguiente, mayo de 2015, fue liberado por primera vez en el parque natural portugués del Guadiana. Pero no aguantó mucho tiempo allí.

Tiene buen aspecto, pesa 14 kilos y está infestado de pulgas y garrapatas

Un año más tarde era hallado en muy mal estado en una finca de Gibraleón (Huelva). Tras recuperarse en un centro de rehabilitación de fauna en Jaen, fue puesto en libertad de nuevo en el parque natural portugués en octubre de 2016. Al poco tiempo se perdía la señal de su collar. Meses después, se lo daba prácticamente por muerto hasta que hace un par de semanas se topó con los payeses de Santa Coloma de Cervelló.

Ahora, los expertos deben decidir cuál será su próximo destino. Se piensa en Sierra Morena o Doñana, los dos lugares donde resistieron los últimos linces ibéricos cuando del felino más amenazado del mundo llegaron a quedar solamente 94 ejemplares en libertad en 2002. Desde entonces, los programas de cría en cautividad y reintroducción en la naturaleza han logrado elevar su población hasta cerca de 600 individuos, alejando a la especie del “peligro crítico” de extinción

Las reintroducciones se iniciaron en Andalucía en 2010 y durante los tres últimos años se han creado otras poblaciones viables en el sur de Portugal, Extremadura y Castilla-La Mancha. Para este año está prevista la liberación de 31 ejemplares repartidos por seis zonas: el valle del Guadiana (Portugal), los Montes de Toledo y la Sierra Morena Oriental (Castilla-La Mancha), el valle de Matachel (Extremadura) y los valles del Guadalmellato y del Guarrizas (Andalucía).

El hallazgo de Litio en Cataluña ha abierto un debate sobre la posibilidad de incorporar esta comunidad a la lista de las que acogen espacios para la reintroducción del lince ibérico, lo que de momento está descartado. Las autoridades catalanas no han encontrado ningún territorio de al menos 25.000 hectáreas con escasa población humana y libre de peligrosas infraestructuras que reúna las demás condiciones necesarias para que prospere el lince, que además de un tipo de ecosistema y paisaje específicos necesita, por encima de todo, de abundancia de conejos.