Los airosos penachos de las palmeras son una de las estampas emblemáticas del litoral mediterráneo. Pero cada vez hay menos. Y cada día hay más troncos rematados por un puñado de tristes hojas muertas colgando a su alrededor en parques, jardines y paseos marítimos. Han caído ya decenas de miles de ejemplares. Un asesino invisible las está exterminando. Se trata del picudo rojo, un escarabajo volador de origen asiático y tropical, cuyas larvas perforan los tallos de la planta y destruyen la yema por la que ésta brota. Pero los drones van a acudir en rescate de los amenazados vegetales.

El picudo rojo, o gorgojo de las palmeras, (Rhynchophorus ferrugineus), que asuela ya todos los litorales del sur de Europa, fue detectado por primera vez en España en Almuñécar (Granada) en 1994 y posteriormente empezó a propagarse por el resto de Andalucía, Murcia, la Comunidad Valenciana y Cataluña. Se cree que llegó en palmeras infectadas procedentes de Egipto. En 2005 había alcanzado Elche (Alicante), donde se halla el mayor palmeral europeo, de origen árabe, Patrimonio de la Humanidad, con 80.000 ejemplares. En 2014 hubo que talar casi 50.000 palmeras en esta ciudad (en el palmeral histórico, muy controlado, por fortuna, sólo han sido unos centenares). También ha saltado el mar hasta las Baleares y las Canarias.

El producto es ecológico y ayuda a reforzar las defensas naturales de la planta

El control de la plaga se ha revelado extremadamente complicado. Por de pronto, hay que eliminar rápidamente los pies afectados, lo que no es fácil ni barato (puede costar hasta 400 euros por ejemplar). Los insecticidas químicos tradicionales han fracasado, además de dejar un dañino rastro ambiental. Se han probado diversos métodos biológicos que no afecten a otros insectos o formas de vida, y entre ellos se ha mostrado particularmente útil, con hasta un 80% de efectividad, el hongo Beauveria bassiana, que mata en pocos días al insecto que roza las trampas que lo contienen y que además durante ese tiempo lo transmite por contacto a otros congéneres.

"Erradicar la plaga es imposible, deberemos convivir con ella. Mientras encuentre palmeras por el camino sin tratar, la plaga seguirá creciendo", constata Jordi Giné, jefe del área de Sanidad Vegetal del Departamento de Agricultura del gobierno catalán. "Pensamos que en unos años podríamos tener controlada la plaga en Elche. ¿Erradicarla? Mientras que las administraciones estatal y europea no ayuden y se impliquen, no se podrá", afirma Antonio García, concejal de Medio Ambiente de Elche, la ciudad que abandera la lucha contra el picudo rojo.

De cuatro a seis hélices

Debido a la gran altura que suelen alcanzar las palmeras, que dificulta y convierte en peligroso el acceso de un operario a su follaje, los drones, los pequeños aparatos voladores dirigidos por control remoto, se están convirtiendo en un instrumento muy eficaz para detectar la infección en un ejemplar y para aplicar el necesario tratamiento.

La empresa barcelonesa Dronics Innovation Consulting Services, en colaboración con la Asociación Catalana de Aeronaves no Tripuladas (ASCANT) ha diseñado un aparato, el DronFumi Control Hopper DF45, accionado y dirigido por cuatro hélices, que incorpora un dispositivo tolva que permite aplicar el producto seco Phoemyc, desarrollado por el laboratorio alicantino Glen Biotech.

Este producto contiene el Beauveria bassiana, un organismo que los investigadores de la empresa, procedentes de la Universidad de Alicante, hallaron en el palmeral ilicitano, que resulta mortal para el gorgojo y "ayuda a potenciar las defensas de la palmera", asegura Berenice Güerri, bióloga y directora de Glen Biotech.

El Palmeral de Elche, Patrimonio de la Humanidad, logra resistir a la invasión

"Imagínese que camina por la selva y se pregunta si podría generar una resistencia para evitar que le coma un tigre. En este caso ocurre lo mismo. El hongo se come al insecto. El quid de la cuestión ante cualquier plaga es elegir el mejor antídoto. Y el picudo rojo no es fácil de eliminar: tiene el tamaño de medio dedo de la mano, una piel muy dura que el hongo tiene que atravesar y sus larvas duermen protegidas en el interior de la palmera", expone Güerri.

El palmeral también histórico de Abanilla (Murcia) está siendo estos días escenario de un tratamiento experimental que emplea el Phoemyc y que es fumigado desde el aparato volador de la compañía catalana, que puede cargar con hasta kilo y medio de producto. El mismo es ecológico –puede ser utilizado sin problemas en plantaciones con esta catalogación–, no es dañino para ninguna otra forma de vida y, al ser seco, no aporta a la zona afectada una humedad que podría favorecer el desarrollo de otras especies de hongos.

Durante la presentación del prototipo en Abanilla hace unas semanas, José Martínez, presidente de ASCANT, expresó su convencimiento de que es posible diseñar un dron de este tipo con hasta seis hélices para que pueda soportar mayor peso de producto y además se muestre más estable en condiciones de viento desfavorables. Un pequeño inconveniente de tipo burocrático es que el uso de estos aparatos está controlado por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, lo que obliga a obtener una serie de autorizaciones previas para aplicar el tratamiento fitosanitario. Pero el uso de esta fuerza aérea puede ponérselo muy difícil al invasor. Y salvar a miles de palmeras.