Mide sólo 30 centímetros, pero donde se instala se convierte en un eficaz e insaciable superdepredador que acaba con la mayor parte de la vida que lo rodea. Y lo está haciendo en muchos lugares donde no debería. Es el pez león (Pterois antennata, Pterois volitans y otra decena de especies del mismo género), también conocido como pez escorpión, un vistoso animal originario del Índico y el Pacífico suroccidental que se ha extendido por los mares cálidos de todo el planeta por culpa de la acción del hombre: muy valorado por los acuariófilos, muchos de ellos los han liberado en el medio, con consecuencias muy graves.

De hecho, está considerado una de las especies invasoras más dañinas del globo. Y de las de más rápida expansión. Ha logrado colonizar en una década la costa atlántica americana desde Carolina del Norte (Estados Unidos) hasta los límites septentrionales de Suramérica, al sur del Caribe, mar del que se ha adueñado por completo poniendo en peligro la supervivencia de los arrecifes coralinos de la región. Fue avistado por primera vez en el litoral de Florida en 1985 y desde entonces no ha dejado de ocupar nuevos territorios a una enorme velocidad. Su gran capacidad reproductiva, la abundancia de alimento -se lo come todo- y la ausencia de depredadores que lo controlen o de competidores que puedan dificultarle la caza -con los que sí cuenta en sus lugares de origen- han favorecido una progresión imparable.

En apenas dos años, ha acabado con el 65% de la biomasa en los arrecifes coralinos

La hembra de pez león puede poner dos masas de 10.000 a 20.000 huevos cada una, que son fecundadas posteriormente por el macho, cada tres o cuatro días y durante todas las estaciones del año. Y las larvas son transportadas a grandes distancias por las corrientes. En algunos puntos de Bahamas, la densidad de su población es de casi 400 ejemplares por hectárea. Sólo las temperaturas del agua inferiores a los 15 grados pueden poner fin a su avance. Y se espera que las lagunas de agua dulce del Canal de Panamá eviten que pase al otro lado del continente.

Y este pez rodeado por una veintena de largas y venenosas espinas -que aunque no pueden producir la muerte si causan picaduras muy desagradables al ser humano, con efectos cardiovasculares, neuromusculares y citolíticos, dolor intenso y parálisis de las extremidades superiores e inferiores- es capaz de consumir más del 5% de su peso en comida al día. Atrapa a sus presas succionando el agua a su alrededor en un ataque fulminante para el que proyecta hacia adelante buena parte de su cabeza, formada por varias decenas de huesos móviles. Así captura e ingiere enteros peces e invertebrados de toda clase.

También en el Mediterráneo

Los efectos de su voracidad son rápidos y letales: en los ecosistemas coralinos de Bahamas se ha observado un rápido descenso de la biomasa de las presas, que de promedio se ha reducido en un 65% en el curso de dos años. "En el océano Atlántico, los arrecifes están ya sujetos a una gran tensión debido a los eventos de blanqueamiento, el cambio climático, la acidificación del océano, la sobrepesca y la contaminación. El estrés adicional que aporta esta especie invasora podría acelerar y multiplicar el deterioro de los ecosistemas coralinos de manera profunda e imprevisible", señala la publicación El pez león invasor. Guía para su control y manejo, editada por el Instituto para la Pesca en el Golfo (de México) y el Caribe.

El pez león también ha llegado a las costas españolas. Durante los últimos años fue avistado en los litorales turco, israelí, libanés y chipriota, en el Mediterráneo oriental, al que podría haber accedido a través del Canal de Suez. Más tarde se lo vio en Túnez. Y el pasado verano se hallaron dos ejemplares en las costas de Formentera. Era cuestión de tiempo. "Su alta voracidad, así como adaptabilidad a nuevas presas hace que sea una especie muy dañina para la fauna autóctona, especialmente piscícola, produciendo asimismo un fuerte impacto sobre los ecosistemas y la biodiversidad marina de los arrecifes que invade. Por otro lado, sus condiciones de pez venenoso hacen que pueda convertirse en un grave problema para la población local, así como para su economía", señala el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, que todavía no da por oficialmente confirmada su presencia en nuestras aguas.

Fue liberado en el medio Atlántico tropical por aficionados a la acuariofilia

¿Qué se puede hacer para combatir la invasión? En el Caribe se ha probado con la organización de concursos de pesca y se ha tratado de acostumbrar a los tiburones a que consuman a este animal que les resulta nuevo y extraño, y al que por dicha razón todavía no consideran una presa, ofreciéndoselo ya muerto como alimento. Pero tal vez la solución sea que seamos los humanos, creadores del problema, quienes nos lo comamos.

Hasta ahora, las poblaciones caribeñas han evitado su captura y consumo, temerosas de que su carne fuera tan venenosa como sus espinas, pero las autoridades de Estados Unidos, Bahamas o Colombia tratan de incentivar su aprovechamiento gastronómico como forma de combatirlo. Los científicos de la Administración Atmosférica y Oceánica estadounidense (NOAA, en sus siglas en inglés) señalan que el desarrollo de un mercado de pez león es una de las formas de reducir considerablemente su número. Con este fin, la NOAA ha desarrollado la campaña Comer pez león y pide a los chefs un esfuerzo para crear nuevas recetas que estimulen su consumo. "Si no podemos vencerle, comámonoslo", es su lema. Y recomiendan hacerlo en ceviche.