Si queremos controlar el calentamiento global, es decir, evitar que la temperatura media del planeta suba más de dos grados —la frontera estimada por los científicos a partir de la cual los impactos pueden ser irreparables— hay que detener las inversiones en las compañías de carbón, gas y petróleo. Así de claro lo tienen los responsables de la campaña internacional Fossil Free (Libre de fósiles), lanzada por 350, un movimiento global por el clima presente en 188 países.

Su objetivo es que las cantidades millonarias de dinero que hoy en día se siguen utilizando para mantener en funcionamiento un modelo energético basado en recursos finitos y contaminantes se inviertan en otro tipo de iniciativas encaminadas a lograr una sociedad más sostenible y justa y que nos alejen del desastre ambiental.

Algunos estudios han advertido de que para cumplir con los compromisos internacionales en materia de emisiones y evitar una crisis climática, un tercio de las reservas actualmente conocidas de petróleo, la mitad de las de gas y más del 80% de las del carbón no deberían tocarse en los próximos 40 años.

Algunos bancos y consultoras temen una peligrosa 'burbuja de carbono' financiera

Sin embargo, las grandes firmas explotadoras y comercializadoras de hidrocarburos no quieren ni oír hablar de este escenario. No sólo piensan en utilizar esas reservas, sino que siguen destinando cifras escandalosas a temerarios sondeos y prospecciones, poniendo en riesgo, además de la supervivencia del planeta, el propio capital de los inversores.

Según un informe del profesor Nicholas Stern, de la London School of Economics, respaldado por organizaciones tan poco sospechosas de proselitismo ecologista como los bancos HSBC y Citibank o la agencia de calificaciones de riesgo inversor Standard and Poor's, estas inversiones están creando una "burbuja de carbono" por valor de miles de millones de dólares a partir de unos activos que podrían resultar inutilizables. Incluso el Banco de Inglaterra está llevando a cabo una investigación sobre si estos sobrevalorados activos podrían sumir al mundo en una nueva crisis económica.

Frente a este panorama, la estrategia de Fossil Free, que arrancó en los campus universitarios de Estados Unidos en 2011 y cuenta con los estudiantes como los principales activistas, está empezando a dar resultados. Porque abandonar un fondo de pensiones vinculado a la producción de energías sucias o vender las acciones en alguna de estas empresas puede tener un impacto económico directo relativamente pequeño sobre la firma en cuestión, pero puede dañar enormemente su reputación. Y eso sí puede acarrearle consecuencias financieras muy graves.

En los últimos cuatro años, más de 800 instituciones e individuos particulares, entre ellos la Universidad de Standford (California, Estados Unidos), la Universidad de Glasgow (Reino Unido), o la Fundación Rockefeller han secundado los llamamientos a la desinversión en combustibles fósiles, lo que suma una cifra de 47.000 millones de euros desinvertidos.

Fondo del Petróleo

La última en incorporarse a esta lista ha sido la ciudad de Oslo, que se ha convertido a su vez en la primera capital europea en apoyar el movimiento. La urbe noruega ha decidido liquidar sus inversiones en las empresas de la minería del carbón, alegando el daño medioambiental causado por esta fuente de energía.

“Vamos a retirarnos de estas compañías porque el carbón es una de las energías más dañinas para el medio ambiente en el sector energético. Queremos utilizar nuestras inversiones para promover energías más amigables con el entorno y más amigables con la sociedad”, aseguró su responsable de finanzas, Eirik Lae Solberg.

La decisión significa que los 6,5 millones de euros que el fondo de pensiones del ayuntamiento tiene invertidos en carbón saldrán del sector. “Sabemos que no se trata de una suma enorme pero, aun así, queremos enviar una señal clara”, añadió Lae Solberg.

En febrero, más de mil personas se manifestaron en las calles de Oslo pidiendo la desinversión en combustibles fósiles. “Es una gran victoria para nuestra causa y manda un mensaje muy potente al Gobierno, que actualmente está revisando las inversiones del Fondo de Pensiones estatal”, señalan desde el grupo Future in Our Hands, cuyos integrantes “veríamos como un gesto de escaso liderazgo que el gobierno eligiera una posición menos contundente al decidir su propia estrategia para un futuro sostenible”.

800 inversores han retirado ya 47.000 millones de estas empresas

El Fondo Global de Pensiones noruego (GPFG), destinado a garantizar el futuro del próspero Estado del Bienestar del país, es uno de los más grandes del mundo, con un capital de 800.000 millones de euros. En febrero, el Gobierno ya anunció que lo había desvinculado de 32 compañías de carbón por razones medioambientales, pero ahora estudia extender esa medida a las petroleras. Curiosamente, las que se dedican a la misma actividad que ha permitido al estado noruego acumular ese fondo inversor, que no en vano es conocido popularmente como Oljefondet (el fondo del petróleo) debido a que sus recursos provienen de las grandes exportaciones de hidrocarburos del país escandinavo.  

Además de la capital de Noruega, otras 40 ciudades en el mundo —la mayoría estadounidenses, y ninguna española— han retirado ya su apoyo financiero a las compañías de combustibles fósiles, entre ellas Seattle, San Francisco, Portland, Örebro, en Suecia y Oxford, en el Reino Unido. Copenhague podría ser la siguiente, mientras Londres empieza a plantearse en serio el tema.

La Universidad de Oxford también decidirá en los próximos días si retira 5.300 millones de euros de su endowment, o fondo patrimonial, del accionariado de las industrias contaminantes. Y lo mismo podría hacer Harvard, con un fondo cuyo valor asciende a 34.300 millones de euros. Los dos campus han sido escenario de movilizaciones y protestas de grupos de estudiantes en los últimos meses.

También entre las comunidades religiosas está adquiriendo fuerza el mensaje de Fossil Free. El Consejo Mundial de Iglesias, una asociación de más de 300 iglesias que representan a unos 590 millones de creyentes en 150 países, ha suspendido sus activos en combustibles fósiles y anima a sus miembros a hacer lo mismo.

De la misma manera, la diócesis anglicana de Melbourne (Australia), la Iglesia Anglicana de Aotearoa (Nueva Zelanda y Polinesia), los Cuáqueros del Reino Unido y la Iglesia Unida de Cristo en los Estados Unidos, así como otras organizaciones religiosas de ámbito regional y local, también se han unido a la campaña.