En la India, como en muchas otras partes del globo, las niñas no son bienvenidas. Más de medio millón son asesinadas cada año por el mero hecho de nacer mujeres. Pero en una aldea llamada Dharhara (en el estado de Bihar, al nordeste del país) sus pobladores han encontrado una manera original y muy inspiradora de hacer frente a esta terrible lacra, generando beneficios para la comunidad y el ecosistema.

Cada vez que nace una niña, sus padres plantan 10 mangos, cuyos frutos se convierten en la dote de las futuras novias. De este modo, además de salvar la vida de sus hijas y frenar la alta tasa de infanticidio femenino, las familias han impulsado una economía local sostenible basada en estos árboles y en el cultivo de frutos tropicales.
 
El asesinato de niñas debido a la preferencia por un hijo varón es una práctica muy bien documentada en la India. En algunos núcleos rurales, como Bahrana, cerca de Delhi, por cada 1.000 niños varones sólo nacen 378 niñas.

Según un estudio reciente del Centro de Investigaciones en Salud Global de Canadá, 12 millones de mujeres "se han perdido" en las tres últimas décadas en el país asiático, como consecuencia de la aplicación de abortos selectivos. A muchas otras se las deja morir de hambre después de nacer, negándoles la lactancia, o son envenenadas, estranguladas o asfixiadas. Las que sobreviven tienen que enfrentarse a grandes carencias nutricionales y, en general, a una salud muy frágil.

A pesar de los intentos de abolir esta cruel tradición, la tragedia persiste, básicamente por culpa de otra costumbre cultural que las mujeres deben afrontar: la dote.

El precio del matrimonio

En la India, la novia está obligada a pagar a la familia del novio para compensar el valor de éste, dependiendo de su estatus, casta de pertenencia o trabajo. La transacción, no obstante, no suele terminar con el enlace, sino que en muchos casos se perpetúa en el tiempo y la familia de la novia debe continuar aportando bienes. Y no siempre puede hacer frente a esa deuda. Eso explica porque en muchos núcleos familiares sienten que cuando entregan a sus hijas en matrimonio están firmando una sentencia de muerte.

Sólo en el año 2010 se denunciaron 8.391 casos de muerte de mujeres por causa de la dote, a pesar de que una ley castiga esta práctica desde 1961. La cifra supone una muerte en el país cada hora. Son los familiares del novio quienes perpetran este tipo de violencia contra las mujeres: si consideran pobre o insuficiente una dote, empujan a las novias a inmolarse o directamente les prenden fuego, en lo que se conoce como muerte en la cocina, un asesinato que queda encubierto con la alegación de un accidente doméstico.

En la pequeña aldea de Dharhara, en el corazón del estado indio de Bihar –conocido por su alto índice de muertes a causa de la dote–, nadie recuerda una muerte en la cocina. Allí, nacen casi tantas mujeres como hombres –957 por cada 1000– mientras que en el distrito de Bhagalpur, al que pertenece este núcleo de población, la proporción baja a 879 por cada 1000.

Durante generaciones, los habitantes de este pueblo ribereño del Ganges han cumplido con el ritual de plantar 10 mangos para celebrar el alumbramiento de una hija. Es su manera de festejar el acontecimiento pero, sobre todo, se ha revelado como un medio poderoso y sencillo para luchar contra los infanticidios.

Lo primero que esta original iniciativa consigue es garantizar la seguridad de la recién nacida y ahuyentar los miedos sobre su futuro. A partir de los cuatro años, los árboles empiezan a dar frutos y se convierten en una fuente de ingresos estables. La cosecha de 10 árboles de mango o de lichis tiene un valor de unas 200.000 rupias (unos 3.000 euros) al año. Por tanto, una familia puede reunir el dinero necesario para la boda de su hija con una producción de tres años de estas frutas tropicales. Una vez celebrado el enlace, los huertos pasan a manos de las familias del novio, a sus hermanos o su padre.

Dharhara cuenta ya con más de 100.000 mangos y lichis, que han convertido el paisaje que rodea la aldea en un tupido bosque tropical. El impacto sobre el medio ambiente de la iniciativa ha hecho que la superficie arbolada de Bihar haya pasado del 6,87% del territorio en 2000 al 17% en 2011.
Pero además, gracias a los árboles, la economía local progresa y se está creando una nueva estructura socioeconómica. Los ingresos que aportan los mangos son mayores que los de otros cultivos tradicionales y gracias al flujo de dinero que circula en la comunidad, algunas familias pueden permitirse educar a las niñas.

La vida de Dharhara en un documental

La historia de Dharhara y las niñas de los árboles de mango se plasmará muy pronto en un documental realizado por el productor norteamericano Robert Carr, el director de cine indio Kunal Sharma y la guionista española Susana Pinar.

Durante un año de producción y rodaje en el país, los autores de la obra han logrado entrevistar a políticos –representantes de la administración estatal y local–, a la activista social Kiran Bedi y a algunas celebridades de Bollywood (la gigantesca industria cinematográfica india) con el objetivo de mostrar los contrastes entre las diferentes capas sociales que conviven en el país.

Ahora, con el material reunido a punto de ser editado, los productores del documental han lanzado una campaña para recaudar fondos y financiar la postproducción, a través de la web Kickstarter. Todos los que hagan una aportación, por pequeña que sea, aparecerán en los títulos de crédito de la obra como amigos de las niñas de los mangos.