Coincidiendo con la inminente celebración entre el 20 y el 22 de junio en Rio de Janeiro (Brasil) de la Cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible –más conocida como Río+20 porque la primera tuvo lugar en la misma ciudad en 1992– proliferan los estudios que alertan de la necesidad de que los dirigentes mundiales que se reunirán en la misma adopten de una vez medidas eficaces para frenar el deterioro del planeta. La misma ONU, organizadora del evento, considera que se están registrando alteraciones del medio "sin precedentes" desde la aparición del hombre en nuestro mundo y, por ejemplo, señala que solamente el actual ritmo de deforestación podría causar pérdidas económicas "mucho mayores" que las de la actual crisis financiera. 
 
El ser humano ha convertido ya en zonas urbanas o agrícolas el 43% de la superficie emergida de la Tierra y consume el 40% de los recursos que ésta genera, impidiendo el acceso de otras especies a los mismos. Si la tasa de crecimiento de la población mundial se mantiene, y también lo hace el nivel de consumo, en el año 2025 se podría alcanzar un porcentaje superior al 50%, lo que haría que incluso las regiones más inalteradas del planeta sufrieran las consecuencias.

Los cambios climáticos en el planeta han provocado ya anteriormente cinco extinciones masivas

Y en 2045 se podría llegar al 55%, lo que podría tener efectos como la pérdida de productividad de las tierras de cultivo, una menor capacidad de almacenamiento de CO2 o el colapso de las reservas pesqueras. Es decir, la humanidad podría desencadenar en pocos decenios una nueva extinción masiva de la vida en el globo. En el artículo Aproximación a un cambio de estado en la biosfera de la Tierra, publicado por un grupo de científicos internacionales en la revista Nature, en el que han participado investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español, se recuerda que los cambios climáticos en el planeta han provocado ya anteriormente cinco extinciones masivas de la vida sobre el mismo.

Los cambios "bruscos" e "irreversibles" tienen lugar cuando se supera un determinado umbral crítico tras un largo periodo de transición. Las épocas de transición climática sólo han ocupado un cinco por ciento de la larga historia de la Tierra. Y el clima se ha mantenido estable desde hace unos 14.000 años. Pero ahora, la actividad humana podría estar propiciando una nueva etapa transitoria en el breve periodo de unos pocos siglos.

Para frenar el proceso plantean reducir la tasa de crecimiento anual de la población y su consumo de recursos

Los autores del artículo señalan que la tasa de crecimiento anual de la población es de unos 77 millones de personas, casi 1.000 veces superior que la experimentada hace entre 10.000 y 400 años, cuando se situaba en apenas unas 67.000 personas. El investigador de la Estación Biológica de Doñana Jordi Bascompte señala que "los humanos estamos provocando cambios que podrían llevar a un nuevo estado planetario". "Estos cambios parecen involucrar alteraciones en la química de la atmósfera y los océanos, y grandes trastornos en los flujos de energía desde el principio hasta el final de la cadena alimentaria", alerta.


Para frenar este proceso antes de que sea demasiado tarde, los firmantes del documento, 22 investigadores de primera línea mundial, plantean la necesidad de reducir la tasa de crecimiento anual de la población del planeta y su consumo de recursos asociado, sustituir el mayor porcentaje de consumo energético posible por el procedente de fuentes renovables, aumentar la eficiencia en la producción de alimentos y mejorar la gestión de las zonas de la Tierra que aún no han sido dominadas por los seres humanos.

Mientras, el informe GEO-5 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en el que han colaborado 600 expertos, y que ha sido elaborado para su análisis en la cumbre de Rio de Janeiro, afirma que de los noventa grandes objetivos que se marcó la comunidad internacional en materia ambiental sólo se han registrado progresos significativos en dos.

Los océanos son cada vez más ácidos y la biodiversidad desaparece a un ritmo desconocido

El documento resume la situación con una frase incontestable: "Los cambios que actualmente se observan en el sistema Tierra no tienen precedentes en la historia de la Humanidad". Y advierte que "los esfuerzos por reducir su velocidad o su magnitud han dado resultados moderados pero no han conseguido revertir los cambios ambientales adversos". Entre los datos constatados se remarca que los océanos son cada vez más ácidos, que la biodiversidad desaparece a un ritmo desconocido desde la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años y que la deforestación está alcanzando tales cotas que su impacto sobre la economía mundial tendrá un coste mucho mayor que las pérdidas derivadas de la crisis financiera de 2008. 


Uno de los pocos campos en los que se han obtenido resultados positivos apreciables es el de la reducción del agujero en la capa de ozono. La aplicación del Protocolo de Montreal, que entró en vigor en 1989, ha permitido la mejora en 31% de los indicadores relativos a las sustancias que destruyen el ozono en latitudes medias. Según el informe de Naciones Unidas, ello podría evitar unos 22 millones de casos de cataratas en personas nacidas entre 1985 y 2100 solamente en los Estados Unidos.

Debido a la quema de combustibles fósiles la concentración de CO2 en la atmósfera es la mayor en 850.000 años

Otro de los terrenos donde hay buenas noticias es el del acceso de la humanidad al agua limpia. En 1990, la ONU se impuso el reto de reducir a la mitad antes de 2015 el número de personas sin acceso al agua potable. Y, según sus datos, el objetivo está a punto de ser conseguido, pero aún hay 2.600 millones de personas sin acceso a la depuración de aguas, y el 80% de la población mundial sigue viviendo en zonas amenazadas por la seguridad de suministro de agua. Sin embargo, en el terreno del cambio climático los retrocesos son imparables. Debido a la quema de combustibles fósiles, la concentración de CO2 en la atmósfera es la mayor en 850.000 años y ya se aproxima a las 400 partes por millón. Para los expertos de la ONU, es imprescindible estabilizar el índice en un máximo de 450 partes por millón.

Para conseguirlo, el PNUMA cree preciso eliminar los subsidios a los combustibles fósiles, gravar con impuestos las emisiones a la atmósfera y conceder incentivos a los proyectos forestales para la captura de CO2. Según la Agencia Internacional de la Energía, las subvenciones a los combustibles fósiles en el mundo son cinco veces mayores que las que reciben las renovables.

Por lo que respecta a la situación de los océanos, ésta tampoco para de degradarse. Nada menos que 415 zonas costeras han dado signos de una eutrofización grave (presencia excesiva de nutrientes inorgánicos en un medio acuático) y, de ellas, sólo trece se están recuperando, mientras la absorción excesiva de CO2 de la atmósfera está provocando la acidificación de las aguas, una terrible amenaza para las comunidades de arrecifes de coral y los mariscos.

Finalmente, en el campo de la biodiversidad, la situación es la de una práctica "sexta extinción" masiva de especies. Según el informe, "hasta dos tercios de las especies en algunos taxones están amenazadas". Desde 1970, las poblaciones de vertebrados han disminuido un 30% y los hábitats naturales se han reducido en un 20% en esos mismos cuarenta años. Este es el inquietante panorama que deberán analizar dentro de unos días los dirigentes mundiales en Rio de Janeiro para acordar medidas que lo reviertan, si es que ya no es demasiado tarde.